XVII

9 1 0
                                    

           

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

           

-          ¿Las Maldivas? ¿En serio?

-          ¿Has pagado tú? Entonces a callar. – responde Eleazar.

En cuanto bajamos del avión todos alucinamos con las vistas. Es algo mágico, nunca había visto algo parecido a esto. Qué aguas, qué gente. Qué bonito.

-          Sigo diciendo que no sé qué terapia quieres que haga aquí. Ni aquí ni en ningún sitio porque no me pasa nada. – se queja Anita a su padre.

-          Estás con tu familia, tus amigas y tu novia. ¿Qué más quieres? Es la mejor terapia que puedes tener. – deja las maletas en el suelo.

-          ¿Familia? Desde hace muchos años falta mamá. Esto no es una familia, y estas dos me han acusado de algo muy grave. – nos apunta a Leire y a mí.

-          ¿Segura que es una acusación sin valor? – dice Eleazar, acercándose peligrosamente hacia ella. Anita asiente y Eleazar saca del bolsillo de su pantalón una papelina. Anita agacha la cabeza. – ¿Sigue siendo una acusación falsa? – la agita. – Dijimos que nada de drogas. Esto es para que tú reflexiones y sepas que esto te puede matar.

-          ¡Tú no sabes lo que mata y lo que no! ¡No sabes nada de la vida! – exclama.

-          Por favor, no montéis un numerito aquí. Nos están mirando y, realmente dais mucha vergüenza. – susurra Nano. – Quiero saber cuál va a ser mi habitación.

-          Tú dormirás conmigo. – le dice Eleazar. – Leire con Maia y Anita con Emma.

-          ¿Contigo? No duermo contigo desde los cinco años. ¿Por qué tendría que hacerlo ahora? – enarca una ceja, y cruza los brazos.

-          Porque tu hermana viene con su novia y ellas son amigas. – nos señala. – Además, no me discutas. Tenemos cada uno una cama. Deja de poner pegas.

-          Es que has organizado el viaje como el puto culo. – se queja Nano.

-          ¡¿Queréis dejar de poner pegas?! – exclamo, ya un poco harta de ellos. – Se ha esforzado mucho y así se lo pagáis. Qué desagradecidos. – niego con la cabeza. – Dame mi llave. Mientras vosotros seguís discutiendo, yo me voy con Leire a la playa.

Eleazar me da la llave de mi cuarto y las cojo, llevándome conmigo a Leire. No, es que yo no estoy aquí para aguantar mierdas de la gente. Llegamos a nuestra habitación y del enfado no me pongo a analizar lo bonita que es. Dejo las maletas en la puerta y me siento ofuscada en mi cama.

-          Ponte el bañador, y no te enfades tú tampoco. – me consuela Leire. – Ese bañador rojo burdeos te queda muy bien. – me sonríe.

-          Gracias. – le sonrío. Ella siempre intentando que yo esté animada.

Nos ponemos el bañador y vamos directas a la playa. Ahí dejamos las toallas y todo lo demás y me acerco a la orilla, sintiendo el agua templada en mis pies. Joder, qué maravilla celebrar el Año Nuevo aquí. Le encantaría a mi madre.

-          ¡Leire! – le grito para llamar su atención. – Ven, hazme una foto.

Pasa por delante de mí un hombre que vende puros, así que no dudo en comprarle uno para la foto. Leire se pone delante con el móvil apuntándome y poso para la foto. Ella me da el móvil y sonrío por la maravilla de foto que ha hecho.

 Ella me da el móvil y sonrío por la maravilla de foto que ha hecho

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-          Salgo genial. – la abrazo. – Gracias.

-          ¡Ey, vosotras! – nos grita Anita desde la otra punta de la playa. – ¿Cómo osáis a venir a un viaje en el que vosotras habéis sido partícipes?

-          Deberías de calmarte. Lo hacemos por ti. – le dice Leire.

-          ¿El qué hacéis por mí? – eleva la voz. Enseguida baja la cabeza y coge aire. – En fin, voy a olvidar vuestra traición y vamos a hacer de este viaje una experiencia inolvidable. – sonríe. – Venid a mí, amigas. – abre sus brazos.

Leire va directa a abrazarla, pero yo dudo un poco. Veo a Emma detrás suya que me pide con mirada suplicante que vaya a abrazarla, así que a regañadientes la abrazo yo también. Nos sentamos en las toallas y yo decido bañarme un poco, no sin antes echarme crema solar. No por nada, sino porque Leire me ha insistido mucho. Me meto en el agua y, cuando el agua me llega hasta los pechos, paro de andar. A los cinco minutos siento a alguien nadar hacia mí, y diviso que es Nano, ya que su padre no se atrevería a acercarse a mí cuando estoy a solas.

-          ¿Por qué no he podido echarte esa foto en la que sales condenadamente sexy? – me pregunta. – Rubita, eres una diosa.

-          No digas eso. – ruedo los ojos. – ¿Cuántas fotos me quieres hacer? Pareces un psicópata. – bromeo.

-          Las suficientes como para memorizar hasta tus lunares. Por si algún día me quedo ciego y lo único que pueda ver sea tu cara. – me agarra la mano. Yo abro los ojos, impactada, y él rompe a reír. – ¿Te ha gustado, eh? Qué bien me lo monto.

-          Eres un gilipollas. – le tiro agua.

-          ¿Un qué? – pregunta peligrosamente. Echo a correr y él me agarra por detrás. – Repítelo.

-          E-Eres un gilipollas. – titubeo, riéndome. – No me vayas a capuzar, que conozco tus intenciones.

-          ¿Que no? – eleva la voz. – Vas directa al agua.

Me deja caer y me capuzo entera. Es un completo idiota, pero me encanta. Salgo de la superficie y veo cómo se ríe en mi cara.

-          Sigues siendo un gilipollas. – chasqueo la lengua.

-          Sigo volviéndote loca. – me sonríe. Me agarra y me sube a él, de modo que mis piernas quedan envueltas en su cintura y nuestras partes bajas pegadas. – Eres una rubia muy mala. – me susurra.

-          Sabes que no. – le sonrío. – Y deja que me vaya, como llegue tu padre nos va a matar.

-          Se ha quedado durmiendo antes de irme. Con lo dormilón que es no se va a despertar hasta la hora de comer.

Nano me besa, no dejando que hable. Pasa sus manos por mi culo y yo gimo en su boca de la impresión. Joder, lo estoy sintiendo demasiado. Él sonríe ante mi acto y baja mi parte de abajo del bañador, a lo que yo hago lo mismo con la suya. Entra en mi y, cuando está completamente dentro, gemimos ante el contacto.

Da embestidas duras y profundas, que siento que poco a poco me van a romper. Se siente tan bien que no puedo dejar de emitir sonidos. Él calla todos los gemidos besándome, pero es tan alto el placer que siento que si hubiera gente alrededor me escucharía. Acabamos los dos en un ardiente orgasmo, que nos lleva a los dos a perder la cordura. Ahora lo único que me preocupa es si mis amigas nos han visto, pero están demasiado ocupadas hablando.

-          Eres un diablo. – le digo al mismo tiempo que me subo la parte baja.

-          No lo soy. – sonríe. – Además, estoy convencido de que a ti te gusta más pecar que a mí.

Puede ser, malote. Puede ser.

DAMA (HVA 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora