XXX (FINAL)

8 2 1
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegamos al aeropuerto y nos toca esperar en una salita, pues todavía no es la hora de embarque. Hemos decidido ir directamente a Nueva York, y en dos días marchar a nuestro hogar: David y yo a Londres, Emma a Italia y Leire a España. Obviamente vamos a mantener el contacto, pero no nos vamos a ver demasiado. Como mucho dos veces al mes.

- Joder, tengo diez llamadas perdidas de Anita. – susurra Emma. – Como venga antes de embarcar, me doy por muerta.

- ¿Cómo que te das por muerta? ¿Qué me estás contando? – entrecierro los ojos.

- Ella me dijo en varias ocasiones que como se me ocurriera dejarla, me iba a matar. – suspira. – Pero en fin, no creo que pase...

- Y no va a pasar, estamos nosotras aquí. – dice Leire, acariciando su brazo. – ¿Tú has recibido algo? – me pregunta.

- No creo. – suspiro y cojo mi móvil. En efecto, tengo muchas llamadas. – Llamadas de Nano y mensajes de Eleazar... me da miedo hasta leerlos.

- Hazlo. – me anima Emma. – No creo que te vayan a amenazar de muerte. – bromea.

- Bueno... - cojo el móvil otra vez y leo un mensaje de Eleazar. – "Mi princesa, ¿por qué me abandonas?" Joder, quiero llorar... - agacho la cabeza.

- Sabes perfectamente que esto lo tienes que parar. Estás haciendo lo correcto. – me dice Leire.

"Pasajeros con destino a Nueva York, que pasen a la sala de embarque."

Cortamos la conversación para coger las maletas y dirigirnos al avión. Una vez sentadas, cogemos una almohada y nos acomodamos para intentar dormir algo, pues nos quedan nueve horas de viaje.

(...)

- Despiértate. – me sacude Emma. – Nos quedan diez minutos para aterrizar.

- ¿Ya? – murmuro. – Feliz año, amigas.

- Feliz año. – sonríe Leire.

Entre nosotras las palabras, y eso los sabe todo el mundo. Llegamos a un taxi y nos lleva a cada una a su casa, dejándome la última. Cuando llego a mi portal, veo a David esperándome sentado en las escaleras. En cuanto me ve, sonríe y me abraza con fuerza, dejándome sin aliento.

- No me ahogues y ayúdame a subir las maletas. – le digo, sin fuerzas en el habla.

- Ay sí, lo siento. – ríe y me coge una maleta. – ¿Cómo ha ido por ahí? Bueno, algo positivo.

- Lo único bueno que te puedo decir es que hice el amor con Nano en el mar mientras las otras tres estaban en la orilla.

- Guau, vuestro primer encuentro en una playa... qué intensos sois. – bromea.

Abrimos la puerta de casa y llevamos mis maletas a mi habitación.

- ¿Vamos a hacer ya las maletas definitivas o las hacemos mañana? – pregunta.

- Prefiero descansar un poco. – resoplo, sentándome en la cama. – Voy a hablarle a las chicas, a ver si han llegado bien a sus casas.

Mando un mensaje por otro grupo en el que estamos las tres, preguntándoles si han llegado bien a su casa, y ellas me dicen que sí, que van a empezar a preparar sus maletas. Decido mirar todos los mensajes que me ha enviado Eleazar con lágrimas en los ojos.

"¿Qué cojones? Acabo de leer tu carta. ¿Dónde estás?"

"Maia, no tiene ni puta gracia. Mi hijo está como loco llamándote."

"Maia, voy a ir a la playa. Como no estés, prepárate."

"¡Maia! ¡Dime dónde coño estás!"

"Mi niña por favor, dime dónde estás."

"Necesitamos hablar."

"Mi princesa, ¿por qué me abandonas?"

"No he conseguido billete de avión para ir ahora a Nueva York. Espero que en tres días sigas ahí."

"Anita está llorando. Dime dónde está Emma y por qué no le coge las llamadas."

"Mi pequeña, por favor, vuelve."

Miro hacia el techo, intentando calmar mis lágrimas, pero es imposible. Ay Eleazar, me lo estás poniendo todo muy difícil. Decido mandarle un mensaje, el último y definitivo.

"No me busques, y deja que te encuentre yo. Te amo."

Justo cuando lo envío, Nano me llama. Así que decido echarle valor y cogerle la llamada. Solo espero poder hablar.

- ¿Maia? ¡Gracias a Dios, mi rubita! ¿Dónde estás?

No contesto, pues tengo un nudo en la garganta que no me deja hablar. Solo lloro.

- Por favor, contéstame. ¡No puedo vivir sin ti! ¡No me dejes!

Sólo se oyen mis sollozos, y siento lágrimas correr por mis mejillas y llegar a mi cuello. Esto duele, y mucho.

- Maia por favor, háblame. – noto cómo su voz se rompe poco a poco. – En tres días iré a por ti y nos fugaremos a otro continente. ¿Te gusta Japón? ¿Australia?

Sigo sin contestar, pues lloro como nunca he llorado.

- Te quiero. – susurro, y cuelgo la llamada.

Dejo el móvil en un lado de la cama y me doy la vuelta, llorando como una imbécil. ¿Cómo he podido enamorarme de dos personas al mismo tiempo, y encima de todo son padre e hijo? Duele, duele y mucho. Quiero que se pasen estos días rápido.

(...)

- ¿Me prometéis que no vamos a perder el contacto? – dice Emma, a punto de llorar.

- Te lo prometo. – ruedo los ojos. – Recordad: un día más es un día menos. – les sonrío.

- Os voy a echar de menos. – dice Leire, y nos abrazamos las tres. – Siempre juntas, incluso en la distancia.

- Venga, dejar el drama. – suspiro, separándome poco a poco del abrazo. – Siempre os voy a querer y todo eso.

- Joder, tú como siempre jodiendo los momentos bonitos y tristes. – dice Emma. – En fin, yo creo que ya es hora de que cojamos caminos diferentes.

- ¿Y David? – pregunta Leire.

- Ha decidido quedarse aquí. Dice que su relación con Tyler está más unida que nunca. – ruedo los ojos. – Menuda mierda. En fin, espero que no se hunda en el barro.

Nos damos el abrazo definitivo, de esos que roban el alma. Son las mejores amigas que puedo tener en la vida. Las amo con todo mi corazón, y nunca me olvidaré de ellas. Aquí le he dado mucho valor a la amistad, pues ha sido lo que más me ha empujado estando aquí. Cada una con sus cosas, pero con buen corazón.

Me meto en el avión, el tercero en toda la semana, y decido dormirme un poco, pues esta situación me supera.

En nueve horas llego a Londres, y lo primero que hago es ir directa a mi casa, pues sé la cara que va a poner mi madre en cuando me vea. Llego a la puerta y llamo, esperando con ansias ver sus caras. Mi hermano me abre, y se queda con la boca abierta. Le hago una señal para que guarde silencio y paso con cuidado al salón, que está vacío.

- ¿Quién ha llamado? – pregunta mamá, secándose las manos con un trapo. En cuanto me ve, se le cae de la impresión. – Maia... - susurra.

- Vuelvo a casa por Navidad, como el turrón. – le sonrío, abriendo los brazos.

DAMA (HVA 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora