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Hoy empezamos las clases, y en serio, estoy súper emocionada. Llevamos dos días en Nueva York, y lo único que hemos hecho es limpiar la casa -por si las moscas había polvo- y colocar todas nuestras cosas en sus respectivos sitios.

Las clases empiezan a las nueve de la mañana, por lo que llevo desde las siete despierta. Mientras yo me pego una ducha mañanera, David hace el desayuno para los dos. Después él se duchará y yo prepararé el almuerzo. Trabajo en equipo. El jodido cabrón tarda más en ducharse que yo. Es un tardón.

Entro en mi habitación y me visto, poniéndome un bralette negro, una chaqueta un poco larga blanca, mis pantalones vaqueros blancos y unos tacones negros. Mientras me paso rápidamente la plancha del pelo, David entra en mi habitación con mi delineador de ojos en la mano.

- ¿Qué mierdas haces con tacones? – enarca una ceja. – Estás desubicada.

- No me subestimes. – ruedo los ojos. – Aguantaré toda la mañana, y con suerte, toda la tarde. – miro por el espejo que tiene el delineador y enarco una ceja. – ¿Qué haces con eso? Es nuevo, David.

- ¿Y qué? Te recuerdo que te lo regalé yo. – se encoge de hombros. – ¿Me podrías hacer un delineado de esos chulos que haces? Me apetece estar presentable el primer día. – me sonríe.

Río, negando con la cabeza, y lo ayudo. David y yo somos así: él me deja sus camisetas y yo a él mi maquillaje. Todo lo hemos compartido, desde pequeños.

Termino con él y me aplico un poco de colonia con olor a coco, mi favorita. Salimos corriendo del apartamento para coger el autobús.

- Adivina a quién le van a traer el coche... - me murmura cuando nos sentamos en los asientos del autobús.

- ¿Me has comprado un coche? Qué considerador. – le sonrío, sabiendo perfectamente que es mentira.

- No, tonta. Es el regalo de mi padre. – me sonríe. – Te podré llevar a donde quieras, mi dulce palomita.

- Eh, cállate. – hago una mueca de asco, en plan broma. – Gasolina a medias.

- ¿Lo dudabas? – me guiña el ojo y yo ruedo los ojos.

Al fin, después de quince minutos, llegamos a la universidad. Dios, estoy tan emocionada. Mamá debe de estar orgullosa de mí. O bien de resaca de haber salido anoche con la madre de David.

Entramos a nuestra clase, ya que hemos tenido la suerte de acabar juntos en la misma clase. Ah, y que estudiamos lo mismo. Decidimos sentarnos en los asientos de atrás, al lado de una chica que está sola. Ella nos mira con la ceja levantada, pero nos sonríe al instante.

- Hola. – nos sonríe. – Soy Ana.

- Yo soy David, y ella es Maia. – se presenta David.

DAMA (HVA 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora