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¿Cómo puede ser este tío el hermano de Anita? No se parecen en nada: él tiene el pelo negro rizado, ojos claros y una sonrisa que, bueno, es parecida a la de Anita. En verdad se parecen un poco.

-          No sabía yo que eras su hermano. – murmuro.

-          ¿Cómo lo ibas a saber? Sus amigas de universidad no me conocen. Acabo de llegar. – río. – Anita me habló mucho de ti esta mañana.

-          Espero que te haya hablado bien. – río.

-          Todo bueno. – me guiña el ojo.

Nos quedamos mirándonos a los ojos. Es un silencio de todo menos incómodo. Es un hombre súper atractivo, demasiado. Sus ojos, joder. Sus ojos transmiten demasiado, entre misterio y tranquilidad. Pero no seguridad.

-          Joder, aquí estás. – oigo la voz de Emma detrás de mí. – ¿Y tú quién eres?

-          Nano, el hermano de Anita. ¿Y tú? – le ofrece su mano.

-          Emma. – le sonríe, aceptando su mano. – Maia se había perdido y estamos como locas buscándola. Ya sabes, con la poca gente que hay aquí lo tenemos demasiado fácil. – ríe, ironizando.

-          Eso mismo. – se ríe él. – ¿Es la hora de la cena? – Emma asiente. – Voy a buscar a mis amigos. Os veo en la mesa.

Nano se despide de nosotras y desaparece entre la multitud, ajustándose la chaqueta del traje. Emma y yo miramos a esa dirección, embobadas.

-          Ni un comentario. – me advierte.

-          Si tiro mis bragas al techo se quedan pegadas. – exagero.

-          Eres asquerosa. – hace una mueca. – Tampoco es otra cosa de otro mundo.

-          Sal de tu burbuja, Emma. – bufo.

Emma y yo entramos en la sala donde hay que cenar y empezamos a buscar nuestros nombres en los cartelitos que hay encima de los platos. Después de dos minutos los vemos, descubriendo que estamos sentadas con Anita, Leire, Nano y supongo que sus amigos. Mesa juvenil, pone. Sí claro, aquí hay más de un viejo.

-          Que os aproveche la cena, chicas. – nos dice Eleazar desde atrás.

-          Gracias. – le murmuro.

Eleazar me sonríe y se acerca a mí. – Estás guapísima. – me susurra.

-          Muchas gracias. – le susurro de vuelta. – Usted también. – le sonrío, intentando parecer amable.

-          Luego podemos ir a tocar el piano, si gustas. – me propone.

-          Tu hija no me dejará en paz en toda la noche. – río. – Quiero conocer a tu hijo.

DAMA (HVA 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora