XIV

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Hoy es el típico día en que lo ves todo negro: no quieres ni levantarte de la cama, ni comer, ni siquiera quieres hacer pis. Después de lo ocurrido con Emma jamás hemos vuelto a hablar del tema. Son temas delicados y no hay por qué hablar siempre de lo mismo. Obviamente hemos estado todas pendientes de ella, pues la doctora nos dijo que teníamos que vigilarla por si acaso sangra o algo. Afortunadamente no ha pasado nada de eso: ha comido y ha dormido genial. Sigue siendo la misma, pero en sí parece que en ella hay una nube negra que la atormenta. Anita y yo pensamos que puede que se haya arrepentido, pero lo hecho, hecho está.

- ¿Tú no tienes que trabajar hoy? – dice David entrando en mi habitación.

- Mi turno empieza en dos horas. No quiero salir de la cama. – bufo, dándome la vuelta en el colchón y tapándome con el edredón hasta arriba.

- ¿Por qué? ¿Sigues teniendo la regla? – se sienta a mi lado.

- Sé que lo dices en broma, pero suenas tan machista. – hago una mueca.

- Sabes que lo digo en broma. – rueda los ojos. – Ahora dime lo que te pasa.

- Pues no sé. – suspiro y me siento en la cama. – Pueden ser las hormonas, o yo qué sé, pero no tengo ganas ni de mover el dedo meñique.

- Tienes que hacerlo. – me empuja con su hombro. – En serio, no tienes que desanimarte. ¿Es por lo de Emma?

- Lo de Emma es cosa suya. Sí que nos ha impactado a todas lo de su embarazo, pero no es eso. Es que siento que no tengo aspiraciones en la vida.

- ¿Quieres que te cuente mi último drama? Así te animas. – río, asintiendo con la cabeza. – Creo que soy hetero.

- ¿Qué coño estás diciendo? – lo miro asombrada. – De toda la vida has sido gay. Te han gustado los hombres desde que tienes uso de razón.

- Que ya lo sé, gilipollas, pero yo qué sé. Hay una chica que cada vez que la miro me revoluciona los sentimientos. Es que es tan guapa...

- David, me has dicho muchas veces que soy guapa pero que nunca harías nada conmigo.

- Pero tú solo estás buena, ella tiene más cosas. – enarco una ceja, sorprendida. – A ver, que no he querido decir eso. – agita la cabeza. – Lo que quiero decir es que tengo una crisis heterosexual. Esa tía me está jodiendo la mente.

- ¿Puedo saber quién es? – le digo al mismo tiempo que voy a mi silla y cojo mi uniforme.

- No, porque se te va a escapar. – niega con la cabeza.

- Tú mismo. Sabes que tarde o temprano lo voy a descubrir. – me pongo los pantalones.

- Es Leire. – suelta de golpe. Me giro lentamente y lo miro. – Su inocencia me pone a mil.

- ¿Su qué? Mira, ya lo que me faltaba, que quieras corromperla. – me quejo.

- No voy a corromperla, tonta. – se acerca a mí y me ata el pañuelo rojo al cuello. – Dime qué tengo que hacer.

- ¿Qué quieres que te diga? Tienes que tener muy claro todo. Puede ser que seas bisexual. – me pinto los labios. – Habla con Tyler.

- Oh sí, claro. ¿Quieres que le diga oye mi amor, soy bisexual?

- Tan sencillo como eso. – asiento. – Si él te quiere te aceptará e intentará que estéis cómodos los dos con la relación.

- Puede que tengas razón. – hace una mueca. – ¿Lo invito a merendar y se lo dices tú?

- ¿Eres tonto? – cojo mi bolso. – Tu asunto, tu relación, tu vida. A mí no me metas.

- Vale eh, gracias amiga. – dice irónico. – Te va a ayudar a algo la próxima vez quien yo te diga. – me dice persiguiéndome por todo el pasillo.

- Vale, básica. Hasta luego. – le doy un pico.

Salgo del edificio y conduzco hasta el trabajo, pensando en Emma y en David.

(...)

- Serían diecinueve dólares con cincuenta. – le digo a la chica. Ella me da el dinero justo y le meto el ticket en la bolsa. – Gracias por confiar en Sephora. – le sonrío amigablemente.

La chica me sonríe y se va. La tienda se queda vacía, a excepción de mi compañera Raquel, una española que está aquí de erasmus.

- Maia, me voy al almacén. Si necesitas algo me avisas. – me comunica.

- Vale. – le sonrío, viendo como desaparece entre las escaleras.

Al fin sola. Me pongo a hacer inventario cuando se oye la campana de la puerta. Aparece Nano en mi vista, con unas gafas de sol y una chupa de cuero. Joder, voy a buscar mi tanga.

- Aquí está la dulce leona. – me sonríe.

- ¿Sabías que trabajo aquí? – le devuelvo la sonrisa.

- Mi hermana se lo estaba comentando a mi padre. – sigue sonriendo.

- ¿Y buscas algo? – apoyo mis brazos en el mostrador.

- Sí, te busco para salir esta noche. Cuando tu turno se acabe. – se apoya en el mostrador, imitando mi acción. – Quiero llevarte a un sitio.

- ¿Me tendría que fiar de ti? – le sonrío.

- Deberías. – agarra mi mano y juega con mi anillo. – La justicia me dio una segunda oportunidad. ¿Tú me la darías?

Me quedo mirándole, embobada. Pienso en Eleazar: me sentaría muy mal si aceptara irme con su hijo sabiendo que hace poco lo besé, y sentí cosas. Pero cosas de verdad. Aunque este tío tiene algo que me tiene loca: ambición y misterio. No creo que no pase nada por irme con él a dar una vuelta.

- ¿Y a dónde me quieres llevar?

- Es un secreto. – deja mi anillo y me mira a los ojos. – Aunque tengo que decirte que esa ropa no va a concuerdo con la ocasión.

- ¿Tengo que ir a mi casa? – hago un sonido de queja. – Dios, estoy cansada de cambiarme de ropa cada x tiempo.

- Bueno, si quieres parecer un bicho raro ve así. – se encoge de hombros. – No es mi problema. – me guiña el ojo.

Nano, me llevarás a la locura.

DAMA (HVA 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora