Fear.

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Un disparo se escuchó en la habitación. Sus miradas chocaron, y sólo un par de ojos se fue cerrando poco a poco, mientras su cuerpo caía y golpeaba contra el piso.

Renjun gritó.

¿Ese era el fin a todo?


















Dieciocho horas antes.

Jaemin se despertó como pudo, aún estaba muy dormido. Sintió como algo se movía sobre la cama, entonces recordó que estaba en casa de Jeno.

Ambos estaban completamente desnudos y la ropa de los dos yacía regada por todo el suel, habían tenido sexo unas horas antes, y claro, había sido fenomenal, como siempre.

Se levantó de la cama y recogió su ropa yendo en dirección al cuarto de baño donde se dió una ducha rápida. Por lo general, Jeno siempre dejaba que Jaemin se bañara en su casa, o mejor dicho, la utilizara como la propia; se vistió, lavó sus dientes con el dedo y volvió a la habitación. Tomó su teléfono mirando la hora, eran aproximadamente las cuatro de la madrugada, los padres de Jeno llegarían a primera hora de la mañana, tenía que irse de ahí. Fue hasta Jeno y le dió un besito en la frente, antes de quedarse viendo unos minutos su rostro, sin duda era un chico precioso en toda la extensión de la palabra, no lo merecía. Un sentimiento extraño inundó su corazón, pero trato de ignorarlo. No notó cuando el mayor ya había despertado.

—¿Ya te vas?... —Su voz sonaba soñolienta y ronca, causa del sueño.

—Sí, no quiero que tus padres me encuentren desnudo y me corran por siempre de tu casa —Jeno se rió y Jaemin le imitó, ¿Por qué Jeno tenía una sonrisa tan bonita?

—¿Qué hora es?

—Son más de las cuatro.

—¿Está bien que vayas solo a ésta hora? —Dijo mientras frotaba sus ojos y se reincorporaba en la cama.

—Ya lo he hecho antes, bebé. No te preocupes —Se acercó hasta dejar un pequeño y calmado beso en los labios del más grande. Pero a decir verdad, él tenía miedo, no quería ir solo, pero tampoco quería que Jeno caminara a estas horas de la noche.

—Bueno, cuando llegues a casa háblame...

—Claro que sí.

Jeno tomó la cara de Jaemin entre sus manos y lo beso de la manera más pura y tierna que existía. A pesar de todos sus malos ratos, de los secretos que se ocultaban, de lo lejanos que podían llegar a ser, sabían que siempre volverían a los brazos del otro, no había nadie que les consolara mejor.

El pecho de Jeno se encontraba lleno de dolor y arrepentimiento. No quería, no debía.

—Quedaté, por favor, no te vayas, le diré a mis padres que tu padre tuvo que ir de viaje con tu hermano y no querías estar solo. Por favor no te vayas.

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