Lust.

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Jeno, joder, se veía tan apetitoso con ese pantalón ajustado y esa camisa sin mangas que dejaba ver sus pezones por los orificios donde deberían ir las mangas.

Quería comerse todo aquello que tenía enfrente.

—¿Por qué no puedo controlar estas ganas de tomarte y hacerte gritar mi nombre cada noche? —Se acercó peligrosamente hasta su novio susurrando en su oreja, provocando escalofríos en todo el cuerpo de Jeno.

Jaemin era una ternura a los ojos de sus compañeros de clase. Tenía sonrisa tan inocente que no delataba su sombría personalidad. Sus deseos carnales eran muy bien escondidos.

Sus ojos sin brillo reflejaban lujuria, deseo, necesidad de ser uno con Jeno.

Necesitaba tomarlo.

Destruirle.

Hacerlo suyo.

—Jaemin... —Dijo bajito antes de hacer su cabeza de lado y darle espacio al menor para que tuviera acceso a su tentador cuello.

Jaemin nunca había sido una pera en dulce, pero le gustaba aparentar. Le gustaba fingir que era un joven lleno de inocencia.

—Eres terrible, Jaemin... —Jeno dejó escapar un gemido ante el tacto que ejercía contra su miembro. Estaba perdido en las caricias descaradas que le eran proporcionadas por todos lados.

Jeno siempre estuvo enamorado de Jaemin. Desde el momento en que lo vió entrar por la puerta de aquel salón, sus ojos y sus corazón no podían quitarse de encima de él. Quería estar cada momento a su lado, buscaba cualquier excusa para hablar con él, pero le daba miedo no ser correspondido, hasta aquella fiesta.

Después de varias botellas de cerveza, empezaron los juegos estúpidos entre los presentes. Ambos fueron víctimas de ello, siendo encerrados en un cuarto por diez minutos. Jeno estaba sobrio, pero Jaemin no, punto a su favor, que bien se le daba fingir que estaba alcoholizado. Ese era el momento ideal para tomar cartas en el asunto, iba reclamar como suyo a Na Jaemin.

Sintió esos labios con los que tanto soñó recorrer su cuello y su boca; aquellas varoniles manos posarse sobre sus caderas con una fuerza abrumadora; y esos oscuros ojos que a pesar del calor y la lujuria que existía en la habitación, no reflejaban nada.

Pero no importaba.




—Siempre sabes como hacerme perder el control, hermoso —Sin pensar mucho, el menor quitó toda ropa que cubría el cuerpo de su novio, se iba a dar el gusto de degustar lo que le pertenecía.



Jaemin se sentía tan mal por haber bebido tanto que había olvidado ir a pedirle disculpas por lo de anoche a Jeno. De todo lo que pasó en la fiesta, solo recordaba eso, solo podía ver en su mente los incontables besos que ambos se dieron.

Sin embargo, ahí estaba Jeno, en la puerta de su casa, con una amplia sonrisa que hacía que sus ojos se cerraran casi por completo y con comida que de seguro había hecho en casa.

Además de ser un hombre divinamente hermoso, también era un sol.

Ambos comieron amenamente sin decir palabra alguna. Terminaron de comer y Jeno se fue a tirar toda la basura que habían producido.

Lamento lo de anoche...

—¿Lo de anoche? —Dijo mientras volvía a sentarse enfrente de Jaemin.

Sí, ya sabes... Lo que pasó cuando estuvimos solos.

Ah, eso... No te preocupes.

¿Seguro?

Dios, no.

Jeno se abalanzo contra Jaemin, haciendo que todo su cuerpo quedará en el suelo. Jeno lo besó. Lo besó como nunca había besado a nadie, y Jaemin le correspondió de igual forma.

Hacia calor, debían de arreglarlo lo más pronto en la habitación de Jaemin.










—Recordé la primera vez que lo hicimos aquí —Una risa salió de la boca de ambos chicos.

—¿Y? ¿Qué tal estuvo? —El menor mordió levemente el labio inferior de Jeno.

—Fue delicioso.


Jaemin sonreía ante la sensación tan placentera que le provocaba escuchar eso.

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