Jaemin llevaba en sus manos un disco de la banda favorita de Renjun. Ese día era el cumpleaños del mayor y era el invitado de honor a la pequeña fiesta que los padre de este le habían organizado.
Un par de meses antes había buscado por todos lados aquel disco que Renjun tanto quería, había buscado en internet, con amigos, en todas partes. Hasta al fin conseguirlo.
Era poco a comparación de lo que Renjun hacía por él, pero necesitaba una forma de demostrarle su cariño y gratitud.
Desde que el mayor se cruzó en su camino, su vida era menos miserable.
Ambos se conocieron en cuarto grado, ambos con problemas un tanto diferentes pero a la vez iguales. Solo que a a diferencia de Jaemin, Renjun no era un maldito demente en busca de cobrar venganza y destrozar a la gente.
Renjun era lo más puro que podría existir en el universo.
Sus sonrisa te hacía pensar que todo estaría bien. El niño era un destello de luz. Un ser al que todos querían y a la vez no. Un ser que hizo que Jaemin conociera el amor unilateral de la manera más bella posible.
Renjun solía hacer chistes sobre que parecían novios, o que estaban destinados a estar juntos como pareja. Aquello dolía, dolía porque no era cierto. Porque Renjun lloraba cada noche por aquel chico de nombre Mark y Jaemin había aceptado ser el novio de Jeno.
Pero aún así, ambos se querían de forma sobrenatural. Eran almas gemelas, la mitad del otro, la mayoría de veces decían cosas al mismo tiempo, ambos lloraban con los dramas, además de que tenían el mismo humor infantil y tonto que los caracterizaba.
Quizás no tenían los mismos gustos, Renjun prefería los colores pasteles y las fresas; Jaemin en cambio prefería los colores oscuros y el chocolate.
Ambos tan distintos pero a la vez iguales.
Sus manos sudaban, estaba nervioso de ver la reacción que tendría el otro cuando abriera su regalo.
Jaemin diría que aquello que sentía por Renjun era pura atracción a su intelecto (porque vaya, el mocoso era jodidamente listo). Sin embargo, Jisung decía que eso era amor. Pero no quería aceptarlo. Era una estupidez.
Cuando llegó a la casa del susodicho, la señora Huang lo recibió con una amplia sonrisa mientras lo invitaba a pasar.
Esa era como su segunda casa, pero una más acogedora y calida. Llena del cariño que tanto le hacía falta.
Busco entre la gente a su mejor amigo, pero unos brazos lo rodearon por detrás, ese olor a vainilla inundaba sus fosas nasales. Su Renjun le estaba dando una bienvenida.
—Feliz cumpleaños, bobo.
—Gracias, idiota.
Ambos corrieron hacia la habitación del chino sin pensarlo. Siempre hacían eso apenas llegaba Jaemin a casa.
Renjun cerró la puerta con seguro y se recargó con una mirada de satisfacción total en su rostro. Tan bonito como siempre.
—Es hora de abrir mi regalo.
—Espero que te guste.
Renjun se sentó en la cama y abrió con mucho cuidado el envoltorio de color rosita. Un grito salió de su boca al ver lo que había dentro.
—¡Lo conseguiste! ¡Para mí! ¡Joder, te amo! —Puso encima del buró su disco y abrazó con fuerza a Jaemin.
Ambos estaban muy juntos.
Sus respiraciones eran inestables, sus corazones latían sin cesar.
Ambos juntaron sus labios.
Estaban muy mal.
¡No es amor!
¡No es amor!
Jaemin, deja de fingir ya.
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Feels
أدب الهواةNa Jaemin era un chico que ante los ojos de todos parecía tenerlo todo de manera tan proporcional que daba envidia. Muchos querían tener y saber el porqué de aquella amplia sonrisa que tenía casi todo el tiempo. Pero nada es lo que parece. No pued...