12.

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Sábado 5:00 PM.

Hoy Tweek y Craig tenían una cita. Ambos estaban muy nerviosos, bueno, más el rubio que el mismo Craig. Habían salido anteriormente, pero esta era una ocasión muy especial, ya que sería su primera cita real. De ahora en adelante las cosas cambiarían por completo, sus sentimientos por el otro son recíprocos y nada sería forzado, actuarían de manera natural y no para contentar a los otros. Ahora sólo importaba su felicidad y ¡al carajo los demás! o eso esperaban que pasara.

Craig estaba en su cuarto ansioso esperando a que Tweek lo pasara a buscar, pero ¿Qué harían? Quizás se aburriría, no encontrarían que hacer por la incomodidad y volverían a lo de siempre, tal vez sé de cuenta que ni siquiera gusta de él ¿Es por sus dientes, verdad? Ya se arreglarán ¡Por algo usa brackets! Un montón de ideas pasaban por la cabeza del pelinegro, casi llegándose a parecer al rubio que ocupaba estos pensamientos paranoicos, aunque no era el único que estaba así. Tweek estaba en su cuarto arreglándose, quedaban sólo 30 minutos para su cita y no sabía como ir vestido ¿Casual? ¿Formal? ¿Cómo le gustará a Craig? ¿Cómo irá vestido él? Demasiada presión.

Luego de cuarenta minutos de paranoias, inseguridades y el no saber que ropa ponerse, optaron por usar lo de siempre y actuar de manera casual.

Tweek fue a casa de Craig a la hora acordada, estaba temblando como siempre lo hacía y ahora más por los nervios que tenía por verlo nuevamente. Se abrió y la puerta y se encontró con su chico radiante con una media sonrisa. Su sonrojo no pasó desapercibido y recibió una risa tímida de su cita por lo adorable que se veía.

— Pensé que vendrías en carruaje a buscarme cariño. -se burló Craig para aligerar el ambiente.

— Lo lamento mucho doncella, pero no había presupuesto. -le siguió el juego con una sonrisa.

— ¡Qué clase de caballero eres sir Tweek! No puedo salir con un plebeyo, soy de la realeza. -dramatizó fingiendo indignación.

— Perdóneme su alteza, realmente quisiera salir con usted. -se puso de rodillas- Príncipe Craig Tucker ¿Aceptaría usted salir con este plebeyo?

El pelinegro se mató a carcajadas y tomó su mano volviendo a su papel.

— Está bien sir Tweek, acepto salir con usted si me da un beso en los labios.

La cara de Tweek se volvió roja por completo, tembló un poco por los nervios. Tomó la cara de Craig y le plantó un corto beso en los labios.

— Uhm, esperaba a que fuera más largo como el que me diste el otro día. -lo miró con una sonrisa pícara y agregó- Sin embargo, me conformaré con esto por el momento.

— Qué arrogante eres. -fingió molestia y cambió de tema- Bien ¿A dónde te gustaría ir?

— No lo sé ¿y a ti? -volvió a su monotonía de siempre.

— Estaba pensando en el parque de diversiones, pero...

— ¿Pero qué? -preguntó curioso al ver los temblores que nuevamente volvieron a aparecer en el más bajo.

— ¡Y si llegan los del gobierno a buscarme! ¡Tal vez se estropeé un juego! ¡Gah! ¡Podríamos morir si la montaña rusa se cae! ¡Demasiada presión! -comenzó a jalarse el cabello.

— Tranquilo bebé, estaré contigo. -lo abrazó- Yo te protegeré.

Tweek sonrió. Craig era la única persona que lograba calmarlo, incluso lo tranquilizaba más que el café; lo hacía sentir completamente en paz, algo que el café no siempre lo conseguía. Hace un tiempo cuando recién habían comenzado con su falso noviazgo, el pelinegro intentó quitarle la adicción al café, haciendo que sólo tomara 3 tazas al día, en vez de 7 u 8. En un principio era demasiada presión para Tweek, ya que era algo a lo cual se acostumbró a beber durante toda su vida, literal, no podía vivir sin ello. Aunque con el pasar del tiempo lo dejó casi por completo, ahora solo bebe 2 tazas máximo y su nueva adicción se se convirtió en pasar el rato con Craig.

El chico de cabellos dorados | CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora