"Capítulo 27" Parte 1

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-Dylan-


Mis ojos comenzaron a abrirse con lentitud, como si de pronto pesaran media tonelada, y mi cuerpo se sentía como si hubiera hecho toda una rutina de ejercicio, sin embargo, no me importaba en lo absoluto, porque justo a mi lado se encontraba Grace Morgan, quien dormía plácidamente. Me quedé admirándola, maravillándome con lo encantadora que era. Permanecí mucho tiempo de esa forma, hasta que de pronto sus pestañas comenzaron a revolotear y abrió sus ojos, instalando una sonrisa en sus labios.

—Hola —susurró con voz adormilada y ronca.

—Hola —respondí, depositando un beso en su coronilla.

—Debería vestirme —dijo con las mejillas ligeramente sonrojadas.

—¿Eso es muy necesario? —Solté, haciendo algo semejante a un puchero que le causó gracia.

—Lo es. No pienso hacer el desayuno desnuda —se encogió de hombros y se levantó de la cama, enredada en una de las sabanas.

—Podemos negociar eso, ¿sabes? —Protesté, aunque no sirvió demasiado, Grace ya estaba haciendo su camino en dirección al baño y soltó una risa antes de cerrar la puerta detrás de sí, lo que indicaba una clara negativa a mi petición.

Entonces decidí que era tiempo de vestirme, así que tomé mis cosas y me enfundé en el estúpido traje. Mientras abotonaba mi camiseta frente al espejo recordé algo que había omitido debido a la muerte de Liam y mi encuentro con Grace. Fue entonces que las palabras de Paul causaron eco en mi mente.

"Irán por ti, y por los que amas", había dicho el, y ahora estaba seguro de que era así. Liam había sido el primero, pero ¿y si la siguiente era Grace? Tal vez lo correcto era salir huyendo ahora, decirle que había sido un error y simplemente dar la vuelta

Pero no podía, simplemente era incapaz de dejarla.

—¿Te encuentras bien, Dylan? —Dijo la figura que había aparecido detrás de mí. Grace parecía haberse percatado de que algo malo se había comenzado a formar en mi cabeza, pero yo me esforcé por disipar mis pensamientos y ofrecerle una sonrisa.

—Todo está bien —le aseguré, y soné lo más convincente posible. Grace no me cuestionó más, simplemente salimos de la habitación y nos dirigimos hasta la cocina. Ella ni siquiera dejó que me levantará de la mesa y se dispuso a preparar el desayuno mientras yo protestaba.

Una vez que accedió a que le ayudara, ambos comenzamos a charlar sobre trivialidades. Fue en ese momento que me di cuenta de que había cosas que desconocía de Morgan.

—El amarillo es mi color favorito —expresó antes de darle un sorbo al zumo de naranja—, me recuerda a la sensación del sol sobre mi piel durante el otoño.

Por un momento la imagen de Grace recostada en el pasto mientras las hojas anaranjadas se mecían con el viento, revolviendo su cabello brillante bajo los rayos del sol fue todo lo que mi mente pudo registrar.

—¿Y el tuyo? —Preguntó de pronto, con interés.

—El azul —respondí con una sonrisa—, uno tan profundo como el de tus ojos.

Grace sonrió y el rubor comenzó a extenderse en sus mejillas.

—¿Estas tratando de coquetearme? —Aunque era una pregunta sonó como una acusación, incluso entrecerró sus ojos mientras negaba con la cabeza con reprobación.

—Un poco —admití—, pero es cierto —alegué, encogiéndome de hombros.

—De acuerdo —dijo, como si aceptara mi respuesta y después deslizó sus dedos por su barbilla como pensando demasiado—, ahora dime, ¿qué es la cosa a la que más le temes en el mundo?

Evitando el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora