9. Fuera de cuatro paredes

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Mae observó su rostro pálido, y un poco hinchado de la última discusión que tuvo con su Alfa. Su rostro lucía algo enfermizo si era honesto, casi no dormía últimamente, pero sabía que lo valdría. El tiempo tampoco era algo que pudiera desperdiciar, no con dos niños pequeños, a los cuales no podía dejar con su padre, la idea simplemente le aterraba.

Era un poco curioso, sus hijos seguían asistiendo a la escuela, pero su padre ya no estaba interesado en sus resultados; los niños iban a una escuela pública, de no muy buena reputación según lo que lo contó la cocinera.

¿Por qué dormía poco? Se la pasaba recorriendo esa enorme casa en busca de pasillos que pudieran estar fuera del recorrido de la servidumbre, como que puertas podía abrir sin llave. Ya tenía un plan algo formado, lo segundo era saber que iban a hacer una vez se fueran, y juntar dinero de la manera más rápida posible.

Mae siempre estaba hurgando en cualquier rincón donde su Alfa hubiera estado, a veces encontrando unos centavos. La cocinera le estaba ayudando a juntar con el dinero que le sobraba asignado a los gastos de la cocina: "Siempre intento buscar lo mejor en oferta." Fue lo que le dijo la mujer cuando le preguntó dónde podía sacar esa cantidad.

No había hablado con sus hijos de eso, no quería poner en riesgo que Baek sacará información de los niños, quienes Vivian asustados de su padre.

— ¿Y ya tienes un plan? —preguntó la mujer, el Omega asintió suavemente.

—Tendré que aprovechar cuando Baek no este, y hacer que mis hijos me ayuden —confesó el Omega, la mujer era la única persona honesta que quería ayudarle—. No decirles las razones de lo que les pediré es un poco complicado.

—Está bien, no es necesario que me digas todo, por si el señor me cuestiona, no podría decirle algo que no sé —afirmó ella, y le entregó una maleta con varias conservas, acompañadas de dinero—. Mi hermana fue una Omega, y nos protegió como tú a tus hijos; sería feliz si te vas. Es comida que pueden llevar, bloqueadores y supresores suficientes para un tiempo.

Mae rio sin poder evitarlo, eso le recordaba a Kang Lee.

—Lo siento, es que recordé algo muy bueno —se disculpó abrazándola.

El Omega tenía un plan bastante arriesgado. Dejaría que llevarán a sus hijos a esa gran escuela donde asistían ya ambos—el lugar juntaba varios cursos—, y les pediría que empacaran en secreto ropa suya, con las cosas más importantes para ellos. Y les pidió que cuando fueran dejados en la entrada, aprovecharan para escabullirse a un café cercano a esperarlo—la cocinera le había descrito la ciudad donde estaba la escuela—. Así él llegaría por ellos.

Mae tuvo que convencerlos de guardar secreto, los niños temían ser descubiertos.

— ¿Y cuándo nos recojas a dónde iremos? —preguntó el mayor de sus hijos bastante confundido; su madre nunca salía, y ellos no debían escapar de la escuela.

—Por favor, por favor escucha lo que te digo —pidió Mae esa mañana, antes de enviarlos a la escuela, y ejecuta su plan—. Iremos a un lugar muy bueno, donde podrán jugar y...su padre no podrá decirles nada, ¿está bien? —sujetó con toda su fuerza los hombros del niño, el menor los miraba nervioso.

— ¿Un lugar donde podremos jugar todo lo que queramos? —cuestionó el mayor, y su madre asintió con vehemencia.

—Lo prometo, nos iremos y encontraremos una casa para nosotros —abrazó a sus hijos.

Los minutos se le hicieron larguísimos, pero esperó lo suficiente para saber que sus hijos ya estaban por llegar a la escuela. La cocinera lo dejo salir por una puerta trasera de una bodega para alimentos. Mae caminaba con un poco de dificulta por el peso de un par de maletas que había conseguido para llevar sus cosas.

No se llevó nada que perteneciera a esa casa, más que las cartas que había escrito a Jian.

—Pasan autobuses locales que te pueden dejar en un cuarto de hora por la escuela —le explicó la mujer, indicándole como salir de la propiedad y a donde moverse—. Aquí no se habla mucho tu idioma, yo lo aprendí, así que sólo paga para moverte, somos gente honesta aquí.

Así hizo Mae, pagó el autobús con la cabeza gacha, no quería que nadie le viera, estaba muy nervioso. Cuando llegó a la escuela, fue casi corriendo al café cercano, casi entra en pánico al no ver a sus hijos, pero estos estaban casi ocultándose en la mesa más alejada de las ventanas del local.

Mae casi se lanzó hacia ellos, y los abrazó con fuerza. Sin querer perder tiempo les indicó a los niños que lo tomaran de la mano. Al estar en la ciudad decidió tomar un taxi, y pronunció con un poco de torpeza el nombre de la estación de autobuses que podían sacarlo del país—que la cocinera le enseñó a decir—. Cuando el automóvil comenzó a moverse, su corazón acelero el ritmo.

"Realmente me estoy lleno, después de tantos años..." pensó tan emocionado, que no pudo evitar lagrimear un poco. Sus hijos lo miraron preocupados, pero el apretó sus pequeñas manos asegurándoles que estaban bien.

El dinero que tenía no era suficiente para llegar a su país natal, mucho menos si todavía no estaba seguro de donde estaba. Mae dependió mucho de sus hijos en ese entonces, quienes conocían la lengua del lugar donde lo trajeron hacía tantos años.

Cuando por fin pudo salir de la ciudad donde vivía su Alfa, Mae sintió una euforia que casi provocó que se pusiera reír en el autobús, mientras cedía un poco a las lágrimas de todas sus emociones acumuladas.

— ¿Estas bien mamá? —cuestionó Jan.

—Nunca he estado mejor, sólo estoy emocionado por poder viajar los tres —respondió limpiándose un poco las lágrimas, los hermanos aceptaron un poco insatisfecho su respuesta.

Mae siempre fue alguien encerrado en un mundo de cuatro paredes, y esa era la primera vez que no podía ni siquiera ver el horizonte de lo que veía por la ventanilla.

Maravillosas Cartas [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora