Mae cargó una charola con trastes sucios, y sonrió a los clientes que se retiraban. Le gustaba atender a la gente, aunque por su carencia en el idioma, generalmente lo tenían en la cocina; el Omega resulto tener buena sazón, por lo cual pudo lograr quedarse con el trabajo.
Por supuesto, sonreír le era bastante difícil, sus hijos y su precaria situación ocupaban su mente. Tener a sus niños casi todo el día encerrado en un apartamento de pobre condición, pero no debía dejar que esas preocupaciones permearan en su comportamiento, mucho menos cuando sus hijos lo recibían con sus inocentes rostros después del trabajo.
Ya encontraría una manera...
Cabe decir, que alguien vio casi de inmediato que algo le pasaba al joven Omega que habían contratado. Mely, la mujer del hombre Beta que era dueño del restaurante, lo obligó a sentarse con ella cuando estaban cerrando, con un enorme plato de comida frente a un preocupado Mae.
—Hijo, soy una mujer que tiene mucha paciencia —le dijo Mely con una dulce sonrisa—. La verdad es que me he encariñado contigo, así que no nos moveremos de aquí, hasta que sepa porque hay marcas oscuras bajo tus ojos, y te ves tan delgado.
Mae miró tímidamente por ayuda a su jefe, quien se encogió de hombros.
—Ni Hann me llevaría la contraria, así que habla niño, ¿cuál es tu historia? —insistió la mujer con tanta amabilidad, que hacía sentir acorralado al joven
Mae confesó todo, y probablemente fue la primera persona a la que confesó sus penas, a quien se sinceró relatando su historia.
Las cosas pasaron muy rápido a partir de ese punto: Mae intentaba asimilar todo, acomodando sus cosas en el piso de arriba del restaurante. La pareja no tenían hijos, y sólo ocupaban un cuarto como bodega, así que tenían básicamente un departamento desocupado.
—Pero...no puedo pagarlo —reclamó cuando Mely le pidió que se mudará.
—Bueno, tendrás que trabajar turno completo, ¿no, Hann? —indicó la mujer mirando a su marido.
— ¿Me van a pagar también? —cuestionó muy sorprendido el Omega. Nunca nadie había sido así de amable con él, no con intenciones desinteresadas.
—No tenemos ningún plan raro, niño —agregó Hann con su voz ronca—. Somos muy viejos, y estamos solos, es todo.
Mae se resiste un poco al principio a ceder, porque no quiere que le tengan lastima, y por supuesto también desconfía; pero el viejo Beta le advierte que si se dan cuenta, pueden ir por él y devolverlo de donde sea que este huyendo.
—En este continente, aun ven a los Omegas de esa manera; aquí las cosas son un poco diferentes al menos, tal vez porque muchos padres han perdido a sus hijos que nacieron Omegas —explicó Mely.
Entonces Mae se muda con sus hijos al restaurante, donde ambos tienen incluso una habitación propia. Era evidente que los Betas veían en Mae lo que nunca pudieron tener, y en sus hijos esos nietos que nunca verían.
Cuando se mudó, los ancianos le dijeron que buscarían una escuela pública. Con una dirección fija, además de los Betas representando a los tutores de los niños, sus hijos pudieron volver a estudiar.
Sin embargo, Mely le recordó que los niños no eran los únicos que necesitaban aprender algo: la Beta se empeñó meses en enseñar el idioma a Mae.
Mae se estaba dando cuenta, que podía formar su propia vida, después de tantos años.
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Mely miró con desconfianza al hombre que estaba parado en la puerta: la mujer sabía reconocer Alfas sin que le dijeran nada, y que uno apareciera preguntando por Mae, no era buena señal.
—Soy Mabok Baek —se presentó el hombre sin esforzarse en usar un tono cortes—. Si saben dónde está, pido que le indiquen, es mi Omega.
La Beta estaba algo sorprendido, el hecho de que Mae hubiese huido de una familia como los Mabok, era admirable. Mely tampoco le faltaba valor, por su parte, así que se preparó a echar a ese hombre de su restaurante, sin los niños ahí, podía usar todas las palabras altisonantes que se le ocurrieran.
Sin embargo, la mujer se detiene al sentir una mano en su hombre. Atónita ve a Mae pararse enfrente de aquel Alfa, y ambos se observan reconociéndose. El Omega sonríe con resentimiento al hombre.
—Sí, veo que has venido a joder —comenzó Mae con las manos en la cadera, y conteniendo sus ganas de reír al ver al Alfa ser tomado por sorpresa por su tono de voz, como palabras escogidas—. Mira que yo contigo no tengo nada que hacer, ¿entiendes, imbécil? —Continuó, también sorprendiendo a Mely—. Nunca me agradaste, y estas muy viejo. Y déjame decirte algo, me entere que muchos Alfas en tu familia son terribles para dejar descendencia...supongo que hay más que quiero decir, pero tengo trabajo.
Mae se dio la media vuelta, y tomó unos platos sucios de una mesa para ir a lavarlos.
Por supuesto que Baek, con el dinero que dio a cambio de Mae, no cedió con solo unos insultos del Omega. Volvió al día siguiente con la policía acompañándolo, no contaban con que Mely y Hann habían organizado una estrategia.
Mae, sin darse cuenta, se había vuelto parte de la gente de aquel pueblo.
La pareja Beta reunió dinero suficiente de sus vecinos, y apoyo del representante legal del pueblo para validar el proceso de adopción de Mae.
—Siento decirle señor bocazas —comenzó Mely, con el brío y desfachatez que la caracterizaba, probablemente una de las razones por las que había coincidió en muchas cosas con Mae—, que a quien busca, como nuestro hijo según estos registros legales, y validados por el estado —Mely empujó los papeles en las manos de Baek, que estaba luciendo rojo de lo enojado que estaba.
—Según sé de las leyes de este país —intervino Mae con una sonrisa y los brazos cruzados, sosteniendo un teléfono en una de sus manos—, es que quien tiene la última palabra de un Omega es su familia. ¿Escuchaste mamá? Puedes ahogarte con tu dinero, por favor —finalizó en la bocina del teléfono—. Perdón, quiero decir señora Byung, familia con la que ya no tengo relación.
Mientras Mely encaraba a Baek, Mae había llamado a su madre para zanjar todo de una vez, y adicionalmente grabar lo que su supuesto Alfa le dijera.
Para el Omega no fue sencillo todo eso, esa parte natural de su persona, le hacía tener la necesidad de simplemente obedecer a Baek; probablemente sin Mely ni Hann, hubiese vuelto a aquella sombría casa.
El Omega cayó al suelo mareado, sintiendo muy débil cuando Baek se retiró furioso, y claramente humillado con el resultado de las cosas. Mae sabía que el hombre iría a recuperar su dinero con los Byung, y se alegraba de ponerles difícil las cosas a quienes lo engendraron. Lo único que le dolía, es que no sabía si esa marca se iba a ir.
Mae pasó noches angustiado al pensar que Baek podía volver, y esta vez apoyado por los Byung. Mely estuvo para él en ese tiempo.
No obstante, Mae estaba cansado de tener miedo: había decidido cambiar para protegerse a sí mismo, y por supuesto a sus hijos.
Entonces, en los años posteriores, buscó fortalecer su carácter, y dentro de lo posible su cuerpo.
Y decidió el ser quien encontrara a Jian.
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Maravillosas Cartas [Omegaverse]
Fanfiction[Saga un cuento de Maravillas: Spin off. Es necesario leer el primer y cuarto volumen]. Byung Mae, en realidad tiene una historia tan complicada, que prefiere no contarla, aunque su primo, y a quien considera su hermano, vuelve a encontrarse con él...