8. Lo que deja el destino

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Cuando su primer hijo, Jan, nació, pensó que quizás, podría olvidar todo lo que el Alfa al que estaba atado hizo, y que el dolor ya no significaba nada.

También se dio cuenta, que si bien odiaba a los Alfas, si su hijo resultaba uno, lo amaría; al final era su sangre, y lo que tendría en el mundo.

Su relación con el Alfa al que estaba destinado a engendrar hijos, de nombre Baek recuerda claramente, observó satisfecho al bebé lozano en brazos de Mae.

Regresaron del hospital poco después, y Mae vio los paisajes fríos de esas tierras, pensando en que si fuera más fuerte, huiría con su hijo en brazos. Sus deseos de una vida propia, quedaron en segundo plano con la crianza de Jan.

Baek era más duro que los Byung en las enseñanzas y doctrinas de sus hijos, los castigos físicos fueron recibidos por el niño, en primera por sus errores, y en segundo lugar por su naturaleza.

Mae agradeció, que el Alfa de la casa normalmente estuviera ausente.

Jan era un niño normal, alegre en ausencia de su padre, y deseoso de poder salir de las paredes de esa casa, cosa que nunca pudo.

La educación del primogénito era vigilada con extenuante escrutinio por parte de Baek; El Alfa esperaba con ansia la edad en que confirmara lo que esperaba de la naturaleza del niño: que fuera un Alfa.

— ¡Pues hazme lo que quieras! —le gritó Mae sin miramientos una noche.

Jan no estaba obteniendo las mejores notas con sus tutores, y el temperamento corto de Baek explotó, como otras veces. Mae en cambio, no pudo sopesar la idea de que hirieran a su hijo una vez más.

— ¡Vete a la mierda! ¡No toques a Jan! —vociferó sin contener su ira.

A partir de ese punto las cosas empeoraron. Mae recibía con frecuencia los castigos originados por sus acciones, y ahora los que Baek considerará se ganaba Jan.

Su hijo hacía lo posible por estar al nivel que quería su padre. Eso le recordaba a Jian; probablemente su primo pudo soportar aquello por la resistencia natural de un Alfa, sin embargo, el nivel de estrés de Jan era algo que le llenaba de angustia.

Dos años después, nació Jun; su hijo menor, parecía que correría la misma suerte de su hermano.

Jan no era un niño feliz, no le dejaban siquiera ser uno. Su destino fue sellado cuando se supo su casta: un Beta.

Baek sintió como si todos sus esfuerzo hubieran sido en vano, el no esperaba ese resultado, ni lo aceptaba. Dejó notablemente de lado sus esfuerzos hacia Jan, y se centró en su hijo menor; para la desgracia de Mae, Jun resultó tener el mismo género de su hermano.

—Tu maldita genética no sirve —le reclamó una vez el Alfa. La familia de Mae se caracterizaba por Alfas, no podía decirse lo mismo de la de Baek.

— ¿Y qué quieres que yo haga? —lo retó—. Son mis hijos, y no me importa lo que sean, no los tocaras. —El rostro de Mae estuvo un poco hinchado por el castigo que recibió del Alfa ese día.

Los castigos físicos, siguieron recayendo en Mae. El Omega nunca permitió que les hicieran daño a sus hijos, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para protegerlos. Claro que la mayor parte del tiempo obedeció para no exponer a sus hijos a la violencia de su padre.

Después de saber el segundo género de su hijo menor, ellos reciben también las reprimendas de su padre, Mae siempre se interponía cuando podía, pero no siempre lograba salvar a sus niños de su propio padre.

Hablando con una de las pocas personas que mostraba simpatía hacia ellos—una cocinera que hablaba su idioma—, supo que en esa casa hubo otro Omega: su final fue desconocido—desapareció después de varios intentos de concebir sin éxito—. Por lo que escuchó Mae de ese secreto, el poco tiempo que estuvo con Baek, la vida de su anterior pareja no fue feliz.

—La familia del señor no es muy fértil, pero era obvio quien iba a pagar por ese fallo —dijo con tristeza la cocinera—. Estoy cansada de ver repetirse la historia. Si usted quiere irse, si puede hacerlo...hágalo.

La mujer no podía ayudarlo mucho, la familia de esta—al menos la mayoría—trabajaba para la familia de Baek, así que realmente estaba atada para poder hacer algo por él.

El Omega entonces comenzó a juntar lo que pudiera robar a escondidas de valor; se iba a ir de esa casa con sus hijos. No estaba seguro de si tendrían si quiera un futuro ahí: Baek se estaba volviendo más violento con el pasar del tiempo; sentía una apremiante necesidad de irse pronto.

¿A dónde irían? Esas tierras aún le eran desconocidas, Baek nunca lo dejó salir de esa casa. No tenía un lugar a donde ir, tampoco sabía moverse en aquel país exactamente; sin embargo, la decisión de abandonar ese lugar, eso nada lo cambiaría.

Mae nunca cedió en su anhelo de iniciar su propia vida.


Maravillosas Cartas [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora