Recuerda No Olvidar

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Alec lentamente comenzó a despertar. Al sentir lo mullido que estaba la superficie en la que estaba recostado y donde su cabeza descansaba, sus ojos se habían abierto casi de golpe... pero con completo desgano. Se sentó en la cama, mirando a su alrededor, la habitación en la que estaba parecía mas una cueva que otra cosa, solo extraños jeroglíficos y un par de antorchas decoraban la habitación.

No había ventanas.

Alec, con ojos deprimidos miró a las dos personas que estaban sentados junto a su cama. Una de ellas era una hermosa joven de cabellos castaños claros y ojos grises, mientras que el hombre... portando una túnica con capucha, de cabellos castaños oscuros con un peculiar mechón blanco y ojos grises, ambos le miraban muy atentamente y con preocupación en sus miradas

-¿Estas bien, cariño? – preguntó la joven.

-Creo que si – la voz de Alec sonaba totalmente apagada, como si ni siquiera quisiera hablar.

-El lugar donde te encontramos era muy peligroso, pudiste haber muerto – dijo el hombre, aunque lo curioso era que no movía sus labios para hablar, pero Alec no le puso mucha atención a eso... solo suspiró.

-Afortunadamente te encontramos antes de que algo pasara.

-Si, gracias por la ayuda.

Alec se levantó de la cama, comenzando a caminar hacia la puerta, poco le importó no saber donde se encontraba y porque cada maldita pared se parecía, podría ver cuarenta túneles y atravesarlos, pero llegando a la conclusión de que ya había pasado por ellos una y otra vez... pensando incluso que solo se trataba de un solo maldito pasillo.

-¿A dónde vas? – preguntó la mujer con preocupación.

-A ningún lado.

-¿Qué te pasa? – Alec no respondió – ¿Por qué estabas en ese estado?, ¿de donde vienes y porque estabas solo?, tu no deberías es...

-Eso que importa – dijo Alec desde el marco de la puerta – no regresaré.

-Alec – el pelinegro se giró para ver a la mujer – ¿Qué ocurrió?

-Algo terrible – se limitó a decir – no quiero hablar de eso.

-¿Podemos ayudarte?

-Solo si pueden cambiar el pasado.

Alec se dejo caer recargado en la pared del pasillo, dejando escapar un dolorido suspiro, la joven lo siguió, sentándose a su lado. Y de manera suave y sutil, posó su mano sobre la del pelinegro, que descansaba sobre sus piernas.

-Mi nombre es Theresa Gray, acabo de darme cuenta que no me presenté, pero puedes llamarme Tessa.

-Alec.

-Si, lo sabemos. Todos estábamos preocupados cuando no te encontramos aquella noche, una semana sin saber de ti...

-¿Si ya lo sabían porque me lo preguntaron?

-Sabíamos que estabas desaparecido, pero no sabíamos donde, creímos que Asmodeus te había atrapado. Pero ahora está bien, espera a que todos sepan que estas a salvo, aquí. Y tú hermano, ¿Qué va a pensar?

Alec miró a Tessa con el mismo desgano, pero habría un brillo de miedo en sus ojos – no lo tiene que saber – dijo finalmente – nadie debe saberlo.

-Claro que si – Tessa insistió – todos deben pensar que estas siendo torturado en Edom, o peor, que estas muerto. Pero ahora, aquí estas, tu eres el rey y...

-No.

-Alec – la voz de Tessa sonaba como una reprimenda.

-No, no soy el rey – repitió Alec – tal vez intentaba serlo pero... eso fue hace mucho.

Mundos Distintos... Pecado DivinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora