Lágrimas Rotas

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Una pequeña silueta portando una túnica con capucha color pergamino corría por los límites de Alacante, listo para saltar al plano humano. La velocidad con la que se movía era realmente increíble, era como ver a un verdadero jaguar corriendo despavorido por su vida. Sin embargo aquel ser, lejos de verse tenso o alarmado, parecía extrañamente relajado y con la adrenalina a flor de piel... estado en el cual podría hacer frente a cualquiera.

-¡Detente ahí! – gritó la voz de un rakshasa repudiado.

La pequeña silueta frenó de golpe, mirando a la horda de inferis que estaban tras el rakshasa. Los miró durante un momento, fijamente.

-Así que eres uno de los sobrevivientes – los ojos del pequeño se entrecerraron levemente – incluso si piensas que la guarida secreta de aquel arconte podía protegerlos, eres mas ingenuo que los elementales, pero ordenes son ordenes, tienes que venir con nosotros y aguardar a la decisión de Asmodeus, todo habitante de Idris tiene que hacerlo.

-No acostumbro a seguir ordenes – dijo la pequeña criatura mientras se reía – y tampoco acostumbro a someterme ante nadie... o probablemente ante dos, pero esos dos claramente no son ustedes.

Antes de que pudieran siquiera asimilarlo, la pequeña silueta comenzó a correr nuevamente, retomando su camino. Los inferis comenzaron a seguirlo también, no logrando alcanzarlo completamente, pero por delante de él, otra horda de inferis apareció. La criatura sin embargo, no vaciló, no se detuvo, con la misma velocidad fue avanzando mientras sacaba sus filosas uñas y comenzaba a atacar a sus enemigos sin dejar de avanzar.



La brisa era gélida, el cielo era completamente negro, sin rastro de estrellas... al contrario de eso, la ciudad... que había caído en la oscuridad estaba siendo iluminado por las abrazadoras llamas que comenzaban a incendiar los edificios, casas y todo lo que se atravesara en su camino.

Gritos... gritos de personas corriendo despavoridas, presa del miedo y pánico. Las calles lentamente comenzaban a teñirse de rojo, cuerpos de hombre... mujeres... niños e incluso ancianos estaban decorando las calles... con sus cuerpos inertes.

-¡Quédate atrás!, ¡aléjate de mi!

Los gritos de los hombres llenaban el lugar. En toda esa masacre, un apuesto hombre, portando una copa en mano caminaba tranquilamente entre la masacre, silbando como si todo aquello fuera un autentico y divertido espectáculo que en verdad lo estaba entreteniendo, mas de lo que incluso él había esperado... pero vaya que lo estaba disfrutando.

-Guau – dijo un joven de cabellos rubios platinados y ojos verdes – realmente espectacular. Es incluso mejor de lo que esperaba. Esa idea de utilizar la copa mortal para provocar que los mundanos se auto-destruyan fue útil después de todo. Esto realmente me provoca un verdadero éxtasis, ¡los gritos de los mundanos se escucharán en toda la ciudad!

-Y no pararemos aquí, Jonathan – dijo el hombre – no terminará hasta que cada maldito mundano inferior a los demonios sean enviados a la parte más profunda de Edom.

-Me sorprende que tu imaginación se limite tanto, Azazel – dijo Jonathan – creo que hablaré con mi madre, le pediré que convensa a Asmodeus de no matar a nadie de Idris, honestamente, me encantaría ver como ellos mismos se auto-destruyen incluso... seria interesante ver ocurrir eso no solo en Idris, sino que también en Dumort y el reino celestial.



-Vamos, Ithuriel, tienen que ayudarme – dijo un alterado amorfo – ¿Por qué las legiones no están haciendo nada por el mundo humano?

Mundos Distintos... Pecado DivinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora