Nighthawks

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Mi corazón estaba acelerado. Jimin y yo caminábamos fuera, entre las calles de la ciudad para llegar a un restaurante que él conocía. Había aceptado mi invitación. Realmente lo había hecho. Esto estaba sucediendo. Él conmigo. Estaba muy feliz, pero también nervioso. No sabía qué hacer. Tal vez acercarme a él un poco más, tal vez hablar, tal vez rozar con mis dedos los suyos para que nuestras manos se entrelacen... no, no, demasiado pronto.

Jimin agitó sus manos en frente de mi cara y salí de mi perdición de pensamientos.

-Lo siento, ¿llegamos? - Jimin sonrió divertido y asintió. Pidió poder elegir el lugar y gustoso lo dejé. Alegre de poder conocer algo de él. Observé la fachada del lugar, era un establecimiento escondido entre dos edificios pero muy bonito. Tenía grandes vitrales que dejaban ver muchos libros y artículos variados.

-Sí que sí. Ven. - Lo seguí y quedé enamorado del lugar. Creo que me enamoraba muy rápido. En mi defensa, me enamoraba de lo hermoso y sin dudas, el interior lo era. Parecía una biblioteca sacada de ensueño adaptada para tener mesas y sillones.

-Me gusta que te sorprendas de todo. - Jimin sonreía y yo me sonrojé un poco.

Una mesera se acercó a nosotros.

-¡Jimin! Hola. ¿Quieres tu mesa especial?

-Hola, sí por favor, pero para dos.

Seguí a la tierna sonrisa por el lugar. Subimos al segundo piso y llegamos hasta una mesa que quedaba en la esquina, que tenía una ventana y varios libreros alrededor que fungían como una especie de protección para la misma. Creando un espacio muy privado. Se sentó y yo hice lo mismo quedando frente a él.

-Este lugar es hermoso Jimin, ¿vienes muy seguido?

-Oh, sí, es mi lugar favorito. Como ves, te llena de paz.

Pronto llegó la mesera de nuevo a darnos las cartas y le dije a Jimin que confiaba en su criterio para que escogiese por los dos. Me encontraba maravillado. Se suponía que esta salida era para acercarlo un poco más a mí, pero como toda la semana, terminaba sorprendiéndome, había sido yo el que terminó atrapado.

-¿Cómo lo haces? - Miré a mi alrededor. - ¿Tienes un don para atrapar arte o algo? Las piezas del museo, este lugar... toda la semana la palabra belleza se ha quedado corta.

-Kookie...- Dijo Jimin riéndose y sentí mis mejillas arder. Me estaba llamando con cariño. Negó con la cabeza. - Sólo me gusta encontrar lo bonito del mundo, y aprovecharlo. No es gran cosa.

-¿De verdad? Puedo jurarte que en toda mi vida, nadie pudo hacerme ver el arte como tú lo haces. ¿Cómo llegaste a ese mundo?

-Mmh, bueno, desde que recuerdo siempre he amado pintar, dibujar, lo que sea que tuviese que ver con crear imágenes. - Puso un dedo en su mejilla, mientras ladeaba sus labios. - No sé, es como si desde siempre amase esto, sólo que cuando crecí, me di cuenta que también quería que otros lo amaran.

-¿Por eso cuentas historias?

-Eh, uh, sí. Por eso cuento historias.

Antes de que pudiera preguntar otra cosa, llegó la comida. Jimin me explicó lo que había pedido y me dijo que con gusto compartía lo que pidió para él conmigo. Comimos acompañados de unos cuantos diálogos banales del sabor o de la decoración del lugar, con el sonido de una suave lluvia cayendo fuera y golpeando en los cristales.

-¿Qué tal es el café aquí?

-Muy rico. ¿Quieres uno? - Levantó su mano para llamar la atención de la chica que nos atendía. Ella llegó a los pocos segundos.

Museo de un ángel | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora