Solamente pude asentir. Tenía mi cabeza recargada en mi mano y luego me paré. Salí de la habitación sin decir palabra. Solté una risa seca. Como cuando la vida te pone en una situación tan desgraciada que sólo lo que te queda es divertirte un poco con ella. También lo hice porque no quería romperme. No quería llorar. No ahí. Me mordí los labios y levanté mi vista, recomponiendo mi postura y caminando hacia la salida.
Mi mente estaba en blanco. No había mucho más que pensar. No había mucho más por hacer. Sólo me dejé llevar. Caminé y caminé a pesar de que me dolieran los pies. Sabía a dónde me estaba dirigiendo. Era el único lugar al que podía ir después de todo.
No saludé al guardia de la entrada. Sólo mantuve mi rumbo. Caminé un poco más por los pasillos y llegué a mi lugar. Antes de siquiera entrar, me tomé un momento para verlo completo. Luego comencé a caminar de nuevo. Llegué hasta mi asiento, me quité la corbata, la guardé en mi bolsillo y me recogí las mangas de la camisa.
Ahí, viendo mi historia favorita en el mundo no pude retrasar más que mis ojos se llenaran de lágrimas. Me cubrí el rostro y lloré, lloré como si no hubiera un mañana. Porque realmente no lo había. Me habían diagnosticado aneurisma cerebral.
Me parece que, de haber sido la primera vez que me decían lo que tenía, no me hubiese roto. Existían más opiniones, más posibilidades. Lo que pasa es que esta era mi quinta opinión. No habían dudas. Sentía mi cara completamente mojada y como los espasmos que hay cuando el dolor de llorar con todo tu pecho es grande, aparecían una y otra vez.
No estaba molesto con mi enfermedad. Es sólo una pequeña malformación en la arteria. Uno nace con ese defecto y este se va agrandando hasta que un día se rompe. Así de sencillo y así de infortunado.
Había tenido algunos dolores de cabeza y estaba bien con ello, hasta que un día mi vista se hizo borrosa por un poco tiempo. Me preocupé y decidí que debería de ir al doctor. Ahí, para cerciorarnos de que no era cáncer, me realizaron una tomografía. Vaya que no era cáncer. Me hicieron una resonancia magnética para rectificar y, así fue con los cuatro doctores más a los que visité.
No quería aceptar que mi vida se podía acabar en cualquier segundo. No quería aceptar que estaba solo, y que al morir nadie iba a llevarme flores. No quería aceptar que mi vida lejos de este museo era tan miserable que sólo vi como justa la opción que el destino me había otorgado.
Perdí la noción del tiempo. Sé que llegué antes de la hora de apertura, pero realmente no sabía cuánto me había quedado ahí, llorando. Ahora ya no lo hacía. Sólo sentía mis ojos hinchados y aún cristalizados por las lágrimas que peligrosamente volvían a anunciar su llegada.
Tanto estaba pensando en mil cosas, que no me di cuenta cuando una persona se sentó a mi lado. De reojo lo pude ver admirando mi pintura favorita, a la que yo también estaba viendo. Es en tal instante en el que una idea, que ya había tenido en mente desde que me dijeron lo que me iba a pasar en poco tiempo, volvió a deslumbrar en mi mente. Sólo había una manera de estar seguro. Saliendo de mi reflexión, enfocado en mi meta, me atreví a hablarle.
-¿Puedo pedirte un favor? - Le pedí, con el corazón latiendo fuerte. Me volteé a verle y mi vida entonces se sintió a salvo. Las facciones que su perfil me regalaba tenían que ser, sin lugar a dudas, las más bellas que había podido observar.
-Sí, lo que quieras. - Me respondió tan gentilmente y tan embobado, que hizo que el frío que sentía se evaporara el instante, para ahí sustituirlo con un gentil calor. Le sonreí.
-Quiero contarte una historia, ¿puedo?
"... De verdad lo siento. Me hubiese gustado quedarme a tu lado. Hace tiempo ya, mucho antes de conocerte, fui diagnosticado con aneurisma cerebral. El día en que mi vida más triste se hallaba, en el que más desesperanzado me había sentido, te encontré. Justo en aquél momento, algo, tal vez mi voz interior, tal vez mi alma, me decía que eras tú.
Verás, tú nunca me interrogaste sobre el por qué te hablé aquél día. Tampoco me preguntaste por qué tú y por qué un mes. Nunca quisiste intentar hacerme sentir incómodo con las dudas que sentías. Te agradezco eternamente por ello.
Desde que supe mi enfermedad, sólo había una misión que quería cumplir. Alguna vez me cuestionaste sobre por qué sabía tanto del museo y por qué me gustaba contar historias. No te fui sincero en ninguna ocasión completamente.
Me parecía tierno que nunca te dieras cuenta que no te cobraran por entrar, y que en muchas ocasiones nos quedábamos más allá de la hora del cierre. Siempre fuiste distraído. Eso es algo que me encanta de ti.
El segundo día que te vi, fuimos a una habitación en la que firmé antes de entrar. También firmaste tú sin siquiera leer lo que estabas firmando. Me pareció increíble que no te dieses cuenta. Pero, quiero que sepas, que sólo me bastó un día para darte lo más preciado que tenía antes de conocerte. Porque con aquella firma tuya, yo te regalé mi museo.
Durante toda mi vida, me encontré solo. Mis padres y mi familia nunca me apoyaron en mis decisiones. Decidí estudiar arte y mi familia quiso desterrarme. Cuando supieron que era homosexual, me dejaron de hablar completamente. Tampoco fui bueno haciendo amigos. Era amable, pero nunca pude ir más allá. Me costaba apegarme y abrirme ante otros.
Cuando acabé mi carrera, que era realmente lo único por lo que yo vivía, decidí comenzar este proyecto. Este museo, es mi vida. Cada día luche y me esforcé por conseguir dinero y contactos para traer las piezas que más me fascinaban en el mundo. Para darles un hogar que todos pudieran apreciar.
Cuando supe que iba a morir, yo no quería dejar morir también a mi lugar. En más de una ocasión revisé a quién podría transferir todos los papeles. Pero es que realmente no tenía a nadie en quien yo confiara ciegamente para dejarle el trabajo de mi vida.
Estando aquél día en el museo, a tu lado, decidí que si después de contarte mi historia favorita podía ver en tu mirar el reflejo de mi pasión, te otorgaría la oportunidad de ser quien se quedaba con lo que había hecho. Sabía que no era fácil. Pero lo que menos sabría es que al terminar de hablar, no solamente pude ver pasión en tus ojos, pude ver amor.
Sabía que era una completa locura, pero justo en tal instante, lo decidí. Por la noche arreglé lo necesario con mi abogado para darte todo a ti. No fue un día, Jungkook. Fue una plática la que me hizo caer rendido ante ti. Nada era certero en aquél tiempo de mi vida, pero lo único que se sintió correcto fue darte mi vida..."
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Museo de un ángel | Kookmin
FanfictionJungkook aceptará hacerle un favor a un desconocido, lo que, muy probablemente, será la mejor decisión de su vida. Una historia para los amantes del arte, o para los amantes del amor. Ojalá le des una oportunidad. Hay un cachito de mi ser en Jungko...