Puesta de sol

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Sentir las cosquillas al despertar que el cabello de Jimin provocaba sobre mi barbilla, era uno de los momentos que más atesoraría en mi memoria. Aún con los ojos cerrados, sonreía como un idiota. El ángel se removió por debajo de las sábanas y se acurrucó aún más sobre mí. Afianzó su agarre en mi pecho y con la mano que me quedaba debajo de su cabeza, comencé a acariciar su brazo.

Aún sin abrir mis ojos, pero ya despierto, intentaba procesar todo lo que ocurrió en tan pocas horas. Había pasado de estar en el extremo de muerto de miedo a muerto de placer. La reflexión de la idea de que había estado con Jimin de manera íntima me hacía temblar. Parecía irreal. Y sin embargo, cuando mis pensamientos comenzaban a decirme que tal vez todo era producto de mi muy buena imaginación, la respiración de mi persona me recordaba que cada momento, cada toque, cada roce, había sido lo más real que he tenido en mi vida.

Sin saber cuánto tiempo pasó, Jimin comenzó a removerse un poco y puse sentirlo sonreír sobre mi pecho.

-Buenos días, ángel.

-Mmh, buenos días. - Bajé un poco mi cabeza para poder darle un beso en su frente y él sólo se escabulló en mi cuello. Sabía que se había sonrojado.

-¿Tienes hambre?

-Sólo un poco.

-Sí claro, ayer sólo comimos un algodón de azúcar.

-Bueno está bien, sí tengo hambre, pero la verdad es que quiero quedarme así.

-Que tal esto...- Me acomodé para colocarme a su nivel y verlo a los ojos. - Voy a preparar algo rico para comer, pero lo traigo aquí. Es más, ¿qué te parece pasar todo el día aquí?

-Me parece perfecto. - Sonrió y me besó rápido.

-¿Te duele?

-Nada que no pueda soportar.

-Te traeré una pastilla también. - Lo besé en la nariz y me apresuré a pararme, puesto que la idea de repetir lo de anoche era muy tentadora. Antes de salir pude verlo acomodarse nuevamente abrazando una almohada.

Mientras intentaba apurarme en preparar el desayuno, que más bien era comida, puesto que nuevamente, como el día después de la boda, eran pasadas las 12; no paraba de sonreír. A decir verdad, cada noche, mi mandíbula terminaba doliéndome. Clara señal de que no estaba acostumbrado a reír, y que ahora lo hiciera todo el tiempo modifica la rutina general de mis músculos.

Decidí preparar café de vainilla, unas tostadas francesas, fruta picada con yogurt. Además de calentar unos hot cakes que había hecho hace una noche. Cuando todo estaba listo, decidí llevarlo en una tabla que ni siquiera era para llevar comida. Era la madera sobre la cual ponía mi laptop, pero me daba igual. Quería darle un gesto así a Jimin.

-Servicio al cuarto, ¿se puede? - Escuché su leve risa y eso me bastó para saber que podía entrar.

Estaba ahí, con el cabello ondulado, envuelto en las sábanas negras. Siendo iluminado por sólo los pocos pequeñitos rayos de sol que podían atravesar mis cortinas. Nuevamente, se veía precioso. Estuve a punto de tirar todo.

-Kookie... Con sólo cereal hubiera bastado.

-¡No se aceptan devoluciones en esta casa! Sólo agradecimientos. - Puse la tabla sobre su regazo y así logré poner ambas manos a cada lado de él. - Con besos. - Y lo besé lento, pero profundamente. Queriendo impregnarme con su suave aroma. Cuando nos separamos él seguía con los ojos cerrados y yo sólo pude morderme el labio.

Jimin y yo comenzamos a hablar de todo. Mientras comíamos yo le platicaba de mi película favorita y porque pienso que es la mejor del mundo. Él me habló de su libro preferido, y como yo no lo había leído, me contó con sumo detalle la trama. Entre cada nuevo tema que salía, la comida se acababa y pronto, volvimos a ser los dos en la cama, acostados, envueltos entre las sábanas y abrazados. Abrazados tan cómodamente que no sabía bien si eran sus piernas las que se enredaban con las mías o eran las mías las que se enredaban con las suyas.

-¿De verdad le tienes miedo a los microondas?

-No te burles, realmente son peligrosos. ¿Cuando los escuchas trabajar no piensas inmediatamente en que van a explotar?

Jimin se reía dulcemente mientras negaba.

-Muy bien, muy bien. Tu turno.

-Uhm, ¿mayor defecto?

-Ugh, creo que soy muy perfeccionista. Me esfuerzo a veces sin descanso, viendo sólo la meta y no pensando en las consecuencias.

-¿Te pasó algo malo por ser así?

-Podría decirse. De pequeño me gustaba bailar y siempre terminaba mal en los eventos principales porque nunca dejaba descansar a mi cuerpo. - Jimin comenzó a trazar mis clavículas con sus dedos. - Comprendí muy tarde que debía dejar de presionarme tanto.

-Muy bien, es tu turno.

-Oh, claro. Amm... ¿El lunar que tengas que más te guste?

Levanté mi mano y le enseñé con mi puño cerrado. Es un pequeño lunar donde comienza mi meñique. Siempre me ha parecido muy curioso. Divertido vi como el ángel sonreía con ojos de sorpresa.

-¡No es cierto! ¡Mira, mira! - Levantó su mano y me enseñó el mismo lunar. Los dos sonreímos ante tal coincidencia. Juntamos ambos lunares y luego bajé mi mano a su mejilla, la acaricié un poco hasta acercarme a besarlo.

Estábamos teniendo una de esas pláticas que duran para siempre. Estaba abriéndole paso en mi corazón y él también me estaba dejando entrar al suyo. De la nada comenzamos con esta ronda de preguntas sobre lo que sea. Él hacía una y luego yo otra. Realmente mi vida al lado de Jimin, en tan poco tiempo se llenó de vida. Jamás me imaginé estando abrazado con una persona con la que pudiera hablar de temas serios y luego temas graciosos a la vez. Mucho menos me imaginé que habría alguien a quien deseara abrazar y besar tan inmensamente.

Después de lo que fueron horas y horas hablando, volvimos a quedar en la posición de la mañana. Con él escondido entre mis brazos.

-¿Sabes? Yo tengo vacaciones... Quiero decir... Podría hacer esto todas mis vacaciones.

Jimin subió su cabeza para encontrarse con mi mirada.

-Ya sabes... Podrías, no sé, podríamos traer algo de tu ropa o lo que quieras y quedarte aquí...

-No habría nada que me encantaría más. - Jimin puso sus manos en mi pecho y recargó su cabeza en ellas. - Ahora yo te propongo algo. Puedo ir a mi departamento, por ropa y luego, volver, aquí. Donde tú me estarás esperando con una rica cena y uno de tus escritos listo para leerme. ¿Qué tal eso?

-¿Estás seguro? Podríamos ir juntos.

-No, no. Así puedes sorprenderme. Ya te dije que me gustan las sorpresas.

-Okey, okey. - Jimin se acercó y me besó dulcemente.

Después de darse una ducha, mientras yo arreglaba la cama y llevaba todos los utensilios que estaban en mi habitación a la cocina. Mi ángel salió por el pasillo con una de mis camisas y sus pantalones de ayer. Aún tenía el cabello mojado y fui hasta el perchero para tomar uno de mis tantos abrigos y ponérselo. Luego lo abracé y volvimos a besarnos. Todos mis sentidos vibraban por Jimin. Sentía mi cuerpo estremecerse con cada nuevo roce de nuestros labios. Además, me enternecía el corazón sentirlo sonreír en nuestro beso. Le di las llaves de mi casa y le pedí por favor que fuera con cuidado. Abrí la puerta y comenzó a caminar por la acera. Justo cuando estaba a punto de cerrar, mi ángel se dio la vuelta y gritó:

-¡Te quiero, Kookie! - Mientras me dedicaba otra de sus encantadoras sonrisas. 

Museo de un ángel | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora