El ángel parado en el sol

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Al abrir mis ojos, una sonrisa salió de mis labios. Había tenido un día maravilloso. No es como si mi vida no hubiese mejorado exponencialmente desde que conocí a Jimin, es sólo que, ayer lo había visto tan feliz. Disfrutando de la ceremonia y dejándose llevar por el ritmo de la música me hacía sentir en paz.

Me acerqué a tomar mi celular y observar la hora. Diablos. Eran pasado el mediodía. No tenía el mismo aguante que en mis 16. Suspiré porque realmente no quería dejar la cama, pero pensé que si yo estaba muerto, el alma bailarina de la noche lo estaría más. Decidí pararme finalmente y prepararle el desayuno.

Pasé antes a su habitación para verificar que se cumpliera mi teoría, y, en efecto, estaba profundamente dormido. Me mordí los labios observándolo con ganas de recostarme a su lado. Cerré su puerta con cuidado resistiéndome y fui hacia la cocina.

Obviamente no iba a haber nada Jungkook. Es una casa rentada. Golpeándome mentalmente, decidí salir rápido al pueblo y buscar algunas cosas para comer.

Cuando regresé, todavía Jimin no había despertado. Así que seguí en mi misión de preparar el desayuno. Preparé café y huevos revueltos con jamón. Estaba sirviéndolo cuando escuché una puerta abrirse.

-¡Buenos días!

-¡Jungkook, nooo! - Volteé sólo para encontrarme a una personita encantadora con el cabello revuelto haciendo puchero. - Me duele la cabeza.

-¿¡Estás crudo Jimin!?

-¡Ah, no grites! - Se sentó en la barra que conectaba la cocina con la sala, y recargó todo su cuerpo, pegando su frente a la superficie.

-Vale, vale.- Le dije en un susurro.- Ten, tómalo. Te hará sentir mejor.- Le puse frente a él un vaso de agua al que le agregué una pastilla efervescente. Por alguna razón sabía que no iba a levantarse tan compuesto como yo así que compré eso también cuando salí.

-Gracias. - Me dijo después de tomar todo el vaso. - Mmh, huele delicioso.

-Espero también sepa así, no suelo cocinar.

-¿De verdad? A mi encanta.

-¿Otra de tus pasiones ocultas? - Puse dos tazas de café sobre la barra y los platos.

-Uhm, podría decirse. La verdad es que sólo disfruto la desconexión de todo mi alrededor mientras cocino.

-Pero tienes que estar al pendiente de muchas cosas, hace rato casi quemo un trapo por no fijarme de que estaba cerca de la estufa.

-Eso se le llama ser distraído, y eres mucho de eso, Kookie. - Negó con la cabeza. - Todavía no comprendo como eres profesor.

-Bueno es que en parte es algo así como lo tuyo. Cuando enseño tengo ese tipo de desconexión, incluso creo que me transformo un poco. No me distraigo, tengo más confianza estando frente a una clase, es como una burbuja.

-¿Te llevas bien con tus alumnos?

-Sí, de hecho, me gusta pensar que soy parte de los pocos profesores a los que todavía pueden acudir para apoyarse. No es fácil, entiendo esa etapa.

-¿Y escribir? ¿Por qué literatura? - Se recargó sobre su mano mirando mis movimientos al servir el café.

-A la fecha, aún no estoy muy seguro. Sólo sé que las letras siempre me llamaban, y yo fui a acompañarlas en su trayecto para que formen escritos.

-Eso muy lindo. - Me dedicó una sonrisa. - Promete que pronto leeré alguno de tus textos.

-Lo prometo.

-Pero pronto.

Sonreí como tonto porque recordé la escena de ayer al llevarlo a su cama.

-Pronto, prometido.

Museo de un ángel | KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora