Prólogo

2.1K 133 150
                                    

Cualquiera que te conozca no podría decir que tienes los trastornos que tienes. Eres, medianamente, un chico bueno en los estudios. Te gusta leer y, cuando te viene en gana, eres extremadamente trabajador. Aunque recalco el "cuando te viene en gana". Ambos sabemos que, cuando no te gusta lo que haces, pasas completamente.

Tampoco es que tengas un problema muy, muy serio. No eres psicópata, no eres bipolar. Solamente... Te cuesta concentrarte un poco. Y, cuando lo haces, te concentras demasiado. Por ejemplo, puedes pasar horas y horas leyendo, pero, cuando el libro te aburre, no puedes concentrarte en él ni cinco segundos. Claro, en este ejemplo no hay problema, pero cuando eso sucede durante clases, no acaba muy bien.

Tal vez si tuvieras a tus dos padres detrás tuya para darte palmaditas en la espalda podrías lloriquearles, pero resulta que las cosas no son así. Vives con tu mamá, y, aunque la amas, debes reconocer que esa mujer es más de lanzamientos de chanclas que de palmaditas, mimitos u otras cosas.

Mientras pensabas eso, te atragantas con tu propia saliva. ¡Carajo, tu madre! Si se entera de has sacado un cuatro en matemáticas se encabronará. Capaz y se compra un cinturón especial para la ocasión. ¡Solo pensarlo ya te duele!

Gracias al cielo, tu viejo amigo, Miguel, te da un toque en el hombro con suficiente fuerza como para que recuperes un poco de color.

-No me escuchas. -Se queja, haciendo un puchero infantil. Ya empezaba con el drama.- ¡Voy a tener que pedir el divorcio! ¡No piensas en nuestros hijos! ¡Me tienes hasta la madre! ¡No debes tener sueños! ¡Tu maldito sueño ya se hizo realidad, aquí me tienes! ¡Eduardo Anastasio de Guadalupe López, este es el final!

Ruedas los ojos, riendo un poco. ¿Quería drama? Perfecto, porque, cariño, tú podías ser la reina.

-¡Y tú no piensas en mí, Godolfredo Alonso Eduardo! ¡Está decidido! Lo nuestro se ha acabado. ¡Pero no vengas a llorarme, no! ¡Mis puertas han cerrado para ti!

Estabas a punto de proseguir cuando el carraspeo de un profesor te llama la atención. Woopsie. Se te ha olvidado que seguías en Matemáticas. Pequeño detalle.

-Señor García, señor (Inserte aquí su apellido), pueden seguir con lo que sea que hagan en dirección. Yo estoy intentando dar clases, clases que a ambos les hace falta. Normal que suspendan si no atienden.

-Pero...-Trata de decir Miguel, antes de ser interrumpido-

-¡Ni peros ni peras, señor García! Ambos a dirección. ¡Ahora!

Ambos suspiráis. Podrías enfadarte con Miguel, pero meh. Tampoco es que dirección fuera un lugar tan malo comparado con la tortuosa clase de Matemáticas.

Tomas la mano de tu amigo con cuidado, poniéndote en pie, murmurando una disculpa, y marchándote, aunque el muy pendejo se olvida de cerrar la puerta y tu profesor, el señor Álvarez, grita de nuevo. Cierras la puerta, sonriendo incómodo, y te alejas por fin.

Miras a los ojos a Miguel por unos segundos. Él no aparta la mirada. Y, a la cuenta de tres, ya está riendo.

-¡Ay, Miguel! ¡No es gracioso!- Te quejas, aunque por dentro también te ríes un poco- ¡Como llamen a mi madre, estoy muerto!

-¡Oh, vamos! ¡Ha valido la pena! ¿Que no viste cómo se le puso la vena al profe? ¡Yo creo que eso no es normal! ¿Y si es un vampiro?

-No sé si él sea un vampiro, pero...- Dices, mientras te encoges de hombros y señalas a un tipo bastante bajito, con el cabello oscuro y la piel pálida como el marfil, que apenas se ve caminando en vuestra dirección lentamente a través del pasillo.- Ese sí que se da un aire, ¿no crees? ¿Y qué hace por los pasillos a estas horas, le habrán echado? ¡Pero si no es hora!

-Uff, ni idea "men". ¿Y si de verdad es un vampiro? ¡Anda, acércate! Capaz y te vuelves su Bella.

Tratas inútilmente de contener la risa, mientras observas el rostro de Miguel. El muchacho es hiperactivo, y se le nota a kilómetros, pero estás seguro de que no hay nadie más gracioso a este lado del pasillo.

-Nah, ya enserio. ¿Será de intercambio? ¿No te da curiosidad?

-Ay, sí, pero, ¿no le ves las pintas que se trae de emo? Capaz te acercas y muerde. ¿Y si te pasa el sida o algo? ¡No te quiero perder, bro!

Ruedas los ojos, soltando una pequeña risa, mientras te acercas al muchacho. El pasillo es largo, así que es una caminata algo incómoda, al menos hasta que el cabezota de Miguel no decide acompañarte. Le agradeces con la mirada, sin hablar. ¡Es todo tan incómodo! Al menos el chico pálido ha adelantado su marcha un poco, así que os encontráis antes.

-¡Hola! ¿Eres nuevo, cierto?- Le saludas, sonriente, mientras extiendes tu mano hacia él. Solo esperas que el saludo no sea muy formal, pero tampoco ibas a abrazar a un extraño.- ¡Yo me llamo (t/n)! ¿Y tú?

El chico solo te mira como si pudiera atravesarte el alma. Entonces, alza el brazo, y con una espada que tú, DEFINITIVAMENTE, no habías visto antes, negra como tu peor pesadilla te apunta al cuello.

-Largo- Murmura, torpemente. Obviamente, el español no es lo suyo, pero tampoco te ibas a poner quisquilloso en esta situación.-

Miguel, entonces, abre los ojos como platos, toma tu mano y comienza a correr, con tal brusquedad que estás cerca de cortarte con la hoja del arma.

Tu amigo grita improperios, pero tampoco puedes escucharlos muy bien: Se escucha un extraño grito, suficientemente fuerte como para que duela.

-¡Ay, carajo, (tn), ¡te dije que ese era vampiro!

-¡Cierra el pico y corre Miguel!

Así pues, comenzáis una carrera histérica hacia la salida, gritando como un par de fangirls cuando ven a sus ídolos. Sí. Desde fuera se ve tan ridículo como suena. Pero no creo que eso importe cuando tu vida está en peligro, ¿no?

¡Bienvenido al Campamento Mestizo! (Rayito) (Gay) (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora