¡Bienvenido al Campamento Mestizo! (Rayito) (Gay) (yaoi)

Octavo capítulo, cuarto especial de Halloween.

El murmullo se apaga lentamente, y Nico sube, perdiendo el orgullo, a la mesa.
Se sacude los pantalones, y se aclara la voz. Ahora que los nervios se han esfumado, le escuchas claramente.

-Bien, ya ha terminado esta... Uh... ¿Qué pone aquí? Oh, al diablo.- Se queja, haciendo una bolita con los guiones y tirando estos a la cara de Miguel.- Ya ha terminado esta cosa y, para terminar la noche, este "genio" ha inventado un juego. Y, ¿sabéis qué? Paso de explicar.

Aireado, Nico baja. Con una mirada rápida, ves que le tiemblan las manos, y que Miguel aún está agotado. Tú, que aunque estés más calmado tienes la adrenalina disparada, solo aciertas a dirigir una de tus mejores miradas de preocupación a Leo.

-No te preocupes, princeso. Ahora es el momento en el que el flamante Valdez arrasa con las chicas. ¿Has visto a ese pibón de la mesa de Hermes? No me quita ojo. ¡Aunque no le culpo, claro!- Te revuelve el cabello y, alegre como un colibrí (tan inquieto como uno también), se sube a la mesa. Solo esperas que no suelte otra de sus horribles bromas.- ¡Bien, señores y... Señoritas! Si creían que esta preciosa velada ha terminado, no podrían haber metido más la pata. ¡El gran Leo y su compañía aún tienen mucho que ofrecer!

"Verán, es un juego. Uno muy fácil, donde no se permiten armas o violencia. ¡Exacto, hijos de Ares, os miro a ustedes!
Es solo para divertirse, así que nada de bronca, o me veré obligado a patear vuestros semidivinos traseros.

En fin, al grano: El juego es de terror. Las personas que sufran de problemas cardíacos pueden irse a sus cabañas, lo sentimos. Nah, es broma. Percy nunca me dejaría hacer eso, es demasiado responsable. Estúpida madurez.

Como sea: En todo, todo el campamento, hay repartidos siete objetos, cada cual será protegido por un espíritu que os presentará un acertijo (No, Percy, no son espíritus de verdad. Puedes dejar de mirar mal a Nico). Iréis divididos en grupos de seis, tendréis diez minutos para montarlos, y tenéis que recolectar todos los objetos por vuestra propia cuenta. Las normas son simples: Nada de más de un hijo de Atenea por grupo. Nada de pegar a los espíritus. Cuando dos equipos se encuentren y uno o ambos tengan algún objeto, pueden entrar en un duelo. Para ello, deberán buscar al espíritu más cercano, que formulará una pregunta: El equipo que antes responda, se lleva el objeto. Si fallas alguna respuesta, el objeto en cuestión ha de volver al fantasma. Si fallas en un duelo, todos tus objetos van al equipo contrario.

¿Alguna pregunta? ¿No? Perfecto. Mirad, os dejo aquí esta preciosidad. Es un reloj de arena normal y corriente, pero soltarán un pitido muy agudo cuando pasen los diez minutos. Esa será vuestra señal de salida, y empieza a contar.... Ahora. Así que nosotros nos piramos. ¡Suerte!"

Con un desparpajo anormal, Leo se baja de un salto de la mesa y toma con algo de fuerza tu mano, mientras que con la otra agarra los objetos y las sábanas.

-Vamos, princeso. Ahora toca seguir currando.

Suspiras, atinando a tomar la fría muñeca de Nico antes de ser arrastrado. Nico, a su vez, se aferra instintivamente a Miguel, que alza las cejas repetidamente, logrando que el italiano ruede los ojos y le suelte, dejándolo caer de boca contra el suelo. Gracias a los dioses, no tarda mucho en levantarse.

En menos de nueve minutos, ya habéis dejado a Leo y Miguel en sus posiciones (Uno a unos metros de la salida, Leo, y el otro rondando las cabañas, ambos tapados con una improvisada manta blanca que a ti más que terrorífica se te antojó ridículamente tierna). En resumen, estabas corriendo como un loco, con Nico detrás, tratando de alcanzar el lago.

Se supone que daba tiempo. Solo tendrías que dejar a Nico en la orilla del Lago e irte tú al anfiteatro. El lago no está lejos de la orilla, y confías en tu velocidad para poder llegar a tu dichoso puesto. ¿Con lo que no contabas? Con tu estúpida torpeza.