¡Bienvenido al Campamento Mestizo! (Rayito) (Gay) (yaoi)

Séptimo capítulo, tercer especial de Halloween.

Estás nervioso. ¿Cómo no estarlo? 

Te tiemblan las manos, jugueteas con tu cabello. Encima de una mesa, concretamente la de Hefesto, Leo está hablando, dale que te dale, con su improvisado micro.

Oyes alguna que otra broma, pero todas son bastante malas. Aún así, ves que sí que funciona, aunque solo sea un poquito. Entre los rostros de los semidioses comienzan a aflorar sonrisas, sonrisas que no hubieran visto la luz sin vuestra ayuda. En cierto modo, te sientes orgulloso.

Miguel está concentrado en sus zapatos. Parece agradecer que puede puede aprovechar puede aprovechar la ocasión para saltarse el código de vestuario. Nico, por otro lado, parece perdido en sus pensamientos. No eres ningún psicólogo, pero apostarías a que se trata de de ese tal Will que mencionó entre sueños.

Jugueteas con la forma redondeada del ukelele que uno de tus hermanos te ha prestado. No es que se se te de de muerte, pero siempre has tenido un don: Ahora entiendes por qué, o, más bien, por quién.
Te deleitas por la textura suave del barniz sobre la madera. Tratas de encontrar la calma en el borde del único agujero que permite que el instrumento suene. Mientras escuchas de fondo la alegre voz de Leo, te concentras en recordar los acordes.

El plan es que toques. Que toques a secas, tal y como ya lo habías hecho para un trabajo de música. Pero, claro, no es tan fácil.

Has hecho dos buenos amigos en poco tiempo. O, bueno, al menos has conseguido abrazar a dos personas. Pero de ahí a salir frente a un puñado de desconocidos...
No es que sea tu peor pesadilla, ni que tengas pánico escénico. Los discursos, la música y demás siempre te han gustado. Has recitado poesía un par de veces cuando todavía se celebraba el día del libro en tu instituto. Pero no es lo mismo, no puede serlo. Ahora no encaras a desconocidos que pasan de lo que digas, o a maestros que se contentan con que lo intentes.

Allí,  frente a ti, hay semidioses. Y, peor aún,  están aquellos que se supone son tus hermanastros. ¿Y si se sienten decepcionados? ¿Y si te vuelves una vergüenza,  un chiste?

Suspiras. Puedes ver cómo Leo se mueve por la mesa como si hubiera nacido para ello. No es que esté cómodo,  o tranquilo (esas no son palabras que aparezcan en su idioma), pero se le nota seguro. No terminas de entender cómo lo hace.

Que sí, que Leo es... Lindo, a su manera. Pero su altura y su peso no tienen comparación con los semidioses cachas que aparecen en las carteleras, o en los libros. Y, aún así... Parece tan seguro que la envidia te mata.

Un aplauso te saca de tus reflexiones. Ves que el latino lanza un beso al aire,y sabes que te toca. Te haces a un lado, para que pueda bajar, y te da un pequeño golpe en el hombro, sonriendo pero sin mediar palabra.

Nico se organiza un poco los guiones y sale para presentaros. Si a Leo no lo has podido escuchar con tanto nervio, Nico podría estar hablando chino. Lo único que te da la salida es cuando Miguel y sus tacones trepan a la mesa, en eso que el pobre Nico intenta bajar. Te sientes mal por él, pero la reinona es la reinona.

Aún así, Miguel echan un buen vistazo y... Se baja, buscando un sitio más amplio. Mueve un par de mesas y a un par de campistas,mpero sabes wue en su modo diva es mejor no decirle nada.

Resignado, te sientas en la mesa, balanceando tus pies. Leo te hace una seña, con los pulgares arriba,  para tranquilizarte, pero sabes que es inútil.

Sientes una gota de sudor frío deslizándose por tu espalda. Observas el panorama, tenuemente iluminado por la puesta de sol. Llevas desde el desayuno ensayando, pero aún así sientes que un solo día no es suficiente como para afinar tu voz.

Por si fuera poco, el micrófono de Leo, aunque está bastante bien hecho para el poco tiempo que le ha tomado, es bastante aparatoso. Entre vigilar que no caiga y atinar los acordes, sientes que tu cerebro va a colapsar.