Undécimo Capítulo

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-Vernon tiene razón-Farfulla Percy- Algo apesta en esta situación...

-Estoy de acuerdo--Afirma Leo- Pero tampoco podemos hacer gran cosa.

Frunces un poco el ceño. Si quieren aislar el campamento, lo van a conseguir, no hay duda. Quirón ha sido horriblemente claro.

-Aún estamos a tiempo--Murmura Annabeth, pensativa- Quirón irá al pabellón a comer algo después del viaje. Tenemos que aprovechar.

-Nos prohibieron hablar con Rachel- Agrega Nico- Deberíamos empezar por ella.

Genial. Perfecto.
Menos de una semana y estás a un pasito de volverte un enemigo de los dioses y no sé qué mierdas.

-Bueno... - Dices- tal vez los dioses tengan un motivo. Ya sabes, se supone que somos sus hijos, y no creo que...

-Oh, no, no me vengas con esas- Te interrumpe Percy, ya en pie.- Los dioses pueden ser unos completos imbéciles si se lo proponen. Son capaces de cualquier cosa.

Desvías la mirada, algo intimidado. Siempre has sido algo inseguro, y el brillo que los ojos de Percy adoptaban no ayuda mucho.

Sin mediar más palabra, sigues al grupo en silencio. Leo y Miguel te siguen de cerca, hablando ocasionalmente, pero tampoco les escuchas mucho. Tienes un poco de miedo con todo eso de los dioses, como si algo muy dentro de ti te estuviera preparando para todo lo que se viene.

Has crecido solo con tu madre, y te las has apañado para sobrevivir en el instituto, lo cual es ya un gran logro. Cualquiera podría pensar que habías aprendido a ser valiente, a ser fuerte. Pero, oh, cariño, eres frágil, y lo sabes. Tienes un miedo terrible, un miedo que te paraliza, que no te deja respirar. Ni el alegre Leo ni la diva de Miguel podrían animarte cuando tu corazón late a mil por hora.

Escuchas a Leo murmurar tu nombre como quien oye caer la lluvia, no le prestas mucha atención. No es que estés molesto, simplemente estás demasiado perdido en tus pensamientos. Por ello, te choca cuando sientes su mano cálida envolviendo la tuya. Clavas en él tu mirada durante un breve segundo, a lo que él solo sonríe, encogiéndose de hombros y quitándole importancia al asunto.

Continúas caminando, ya más calmado. Se te ocurre preguntar por qué no estáis corriendo, si tenéis poco tiempo, pero la respuesta te golpea antes de que puedas formular la pregunta: Percy está cojeando un poco. Es leve, muy leve, tanto que no te habías dado cuenta antes, pero Percy tiene una herida algo reciente sobre la cual decides preguntarle luego, cuando te veas más capaz.

SE te ha hecho eterno el camino, pero pronto estás en la cabaña de Hera. Una cabaña tan vacía como se esperaba de la diosa del matrimonio.

-Percy, ¿estás seguro de que está aquí?- Pregunta Annabeth- Pensé que en estas fechas estaría en Manhattan. ¿Y si es un farol?

-No, ella estaba aquí ayer, estoy seguro- Farfulla Percy- Algo ha tenido que pasar...

-Tal vez se ha fugado- Apunta Piper, ojeando la cabaña- deberíamos buscar algún tipo de evidencia, como una nota...

Asientes, comenzando a merodear la cabaña con duda, no muy seguro de todo esto. No hay camas, ni muebles, solo una enorme estatua de Hera, si es que el frío no cuenta como mobiliario. En fin, que no hay por dónde dejar una nota de despedida...

Nico se acerca a ti con cuidado, vomo si no quisiera ser descubierto.

-T/N...

-¿Qué sucede, Nico?

¡Bienvenido al Campamento Mestizo! (Rayito) (Gay) (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora