Descubrí

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6 MESES DESPUÉS

Recogíamos los platos de la cena mientras la música sonaba de fondo. Todavía era temprano, teníamos tiempo antes de dormirnos. Dejamos todo en el fregadero y caímos las dos a plomo sobre el sofá. Ella me rodeó con sus brazos y me besó el pelo. Sonreí, acurrucándome y dejándome llevar por la sensación de calma y bienestar.

—Me encanta estar contigo. —Susurré besando después su cuello. Noté un suspiro.

—Ojalá siempre. —Claudia susurró esa frase tan simple y algo en mí se paralizó. ¿Siempre? Siempre era mucho tiempo, eran muchas cosas, muchos momentos. Quizás sí, o quizás no.

—Te quiero. —Lo solté de repente, casi se me escapó de entre los labios. La verdad que ni siquiera yo me lo esperaba. Desde que me había dicho que me quería aquel día, no habíamos vuelto a mencionar el tema. Ella no lo había repetido, y yo en ningún momento había insinuado nada. Pero ahora había salido así, sin más. Llevábamos seis meses juntas y la vida se me hacía tan fácil a su lado que no tenía la necesidad de forzar nada, salía solo. O eso creía.

Claudia se incorporó y me miró a los ojos, yo sonreí sin apartarle la mirada. No dijo nada, no hizo falta. Me besó la nariz despacio y se volvió a colocar en la misma posición en la que estaba.

La noche fue así: silenciosa. Pusimos una película sin mayor interés para ninguna de las dos, solo queríamos relajarnos, descansar una sobre la otra. Había sido una semana intensa en el Central y todavía estábamos a miércoles. Aunque Claudia tenía un par de días libres, yo todavía no podía descansar y la verdad es que ya necesitaba unas vacaciones.

Acabé dormida sobre el pecho de Claudia, con la boca entreabierta. No se podía estar más a gusto. Unas horas después, noté como me levantaba del sofá y anduve con los ojos cerrados hasta la cama, cayendo a plomo de nuevo sobre ella. Un suave beso en los labios, un tirón de camiseta para dormir sin ella, y un edredón sobre mi cuerpo. La gloria.

Abrí los ojos con el sonido de la alarma del móvil. La apagué lo más rápido que pude para aprovechar esos cinco minutos en el limbo entre el sueño y la vida. A mi lado, Claudia dormía profundamente. A ella hoy no le tocaba madrugar.

Cómo había cambiado mi vida en apenas seis meses, qué rápido todo, qué caos y qué control a la vez. Me había mudado con Claudia a su apartamento y nos habíamos convertido en una especie de matrimonio feliz. Ella cada día me miraba con el alma en el fondo de los ojos y yo había aprendido a mirarla también. Nos complementábamos, nos llevábamos bien. Y el sexo era maravilloso.

Noté como Claudia se giraba en la cama y rodeaba mi cintura con su brazo. Sus labios se posaron en mi cuello, sonriéndome en él. Me estremecí al tacto y besé su pelo con delicadeza.

—Sigue durmiendo... —Susurré. Pero su boca besó mi cuello de nuevo, después mi mejilla y por último trepó hasta mis labios. Entreabrí la boca para morderle el labio inferior y la rodeé con el brazo que tenía libre, apretándola fuerte contra mí. Nos quedamos un rato así, en silencio, pegadas y disfrutando antes de que la rutina empezase a devorar el día.

—Vuelve pronto, que hoy tengo el día libre... —Susurró, rozando con la yema de sus dedos mis caderas desnudas.

—No me lo recuerdes... —Reí y la aparté de mi lado, separándome e incorporándome ya dispuesta a comenzar.

Me senté en la cama, rescatando de los pies de esta la camiseta del pijama. Me la puse y me quedé durante unos segundos mirando a un punto disperso en la oscuridad.

Estaba bien. Me sentía bien. Pero no estaba feliz. No era feliz. Faltaba algo, pero nunca jamás se lo reconocería a mi conciencia.

**

Fiebre en la mirada [Maca y Vero // Hospital Central]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora