Sucederá

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—No puede ser verdad... —Rai soltó una carcajada en medio de la cafetería del hospital. Hice un gesto de disgusto, la cabeza me dolía demasiado.

—¿Quieres dejar de hacer el tonto? Que te estoy diciendo que sí. —Me reí. La verdad es que era surrealista.

—¡Coño, Vero! Que estamos hablando de Claudia... No me lo puedo creer. —Volvió a soltar otra carcajada. — ¿Pero a ti te gusta?

Di varias vueltas al café con la cucharilla. Y yo qué sé si me gusta.

—No está nada mal. —Me metí la cucharilla en la boca y comencé a jugar con ella entre mis labios, evitaba mirarlo.

—Rubia... que nos conocemos. —Me levantó la cara poniendo dos dedos en mi barbilla.

—Joder, Rai. Te estoy diciendo que no está mal. Es mi amiga, es guapa, estábamos borrachas y pasó. Ya está.

—La verdad es que te ponía ojitos... En el pub, digo.

—¿Qué me ponía ojitos? ¿Claudia a mí? Venga, hombre, por favor, que no estoy para coñas. —Solté la cucharilla al lado del café y me acabé lo que quedaba de un trago.

—Oye, ¿y cómo ha sido el momento desayuno? —Rai me miraba curioso.

—Rai, por favor. —Le di un golpe en el brazo. — Qué momento, en cuanto me desperté me fui a tu casa corriendo, me moría de la vergüenza. — Rai volvió a reír, le encantaba verme en situaciones embarazosas. Y a mí me ponía de los nervios. — El caso es que...

Volví a mirar hacia el suelo, mi amigo cambió automáticamente su expresión facial.

—Cuéntame ya qué pasa...

—No sé, es que Claudia me hace sentir como cuando... —No me dio tiempo a terminar la frase. Alicia me interrumpió.

—Me ha dicho Héctor que te avise, un posible caso de depresión.

Me llevé la mano a la cabeza de nuevo, no podía creer que llevase encadenando resacas y trabajo dos días seguidos.

—Enseguida voy. —Miré a Rai y le guiñé un ojo.— Nos vemos, ¿vale, guapo?

Si el día anterior me había librado de trabajar, en este turno me lucí. No me había dado tiempo ni a comer y sentía mi cuerpo a punto de desfallecer. En un rato libre poco antes de acabar por fin aproveché para irme al gabinete de Urgencias a descansar.

—¡Hola! —Saludé al ver en la mesa a Héctor y Javier trabajando.

—Hey, Vero... tenés mala cara, ¿estás bien?

—Lo que tengo es una resaca... —Reí. Ellos rieron conmigo.

—Entonces, ¿no te apuntarás a la cena del sábado de la semana que viene, no? —Javier me miró, retándome.

—Bueno, eso no lo dudes. Dónde tengo que apuntarme, a ver.

—No te preocupes, que ya lo hago yo. —Los dos se levantaron y Héctor me guiñó un ojo. En cuanto cerraron la puerta caí rendida en el sofá.

Cerré los ojos durante un par de minutos; no más, porque sino sabría que acabaría durmiendo allí mismo. La tranquilidad me la interrumpió la puerta, que se abrió de nuevo. Oí la voz de Claudia y sonreí por dentro, venía hablando por teléfono.

—¿Y los niños qué tal? —Ella todavía no me había visto, le daba la espalda al sofá y yo estaba en una posición horizontal perfecta. —Qué monos. —Levanté las cejas. Una pausa, alguien hablaba al otro lado del teléfono. — Venga, Maca, un beso. Cuídate.

Fiebre en la mirada [Maca y Vero // Hospital Central]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora