Desperté a la mañana siguiente, muy temprano, demasiado. Había empalmado tantas horas de sueño que mi cuerpo ya era incapaz de seguir inactivo. Miré el despertador que Maca tenía en su mesilla de noche, eran poco más de las siete de la mañana. Ella dormía plácidamente al otro lado de la cama. Su brazo izquierdo colgaba en el vacío y el derecho estaba enterrado en la almohada. Las sábanas solo le tapaban las piernas, y a pesar de la falta de claridad, pude distinguir a la perfección la curva de su culo y la línea que dibujaba su espalda. Sonreí para mis adentros, recordando cuantas veces había deseado esa imagen de nuevo. Me deslicé entre las sábanas con el mayor cuidado posible y estiré mi cabeza para que mis labios alcanzaran su nuca. Se estremeció, fue algo casi imperceptible pero pude notar el ligero temblor entre mis labios. No insistí, no quería despertarla.
Tras intentar dormir, de nuevo sin éxito, y quizás demasiado tentada por todo lo que las sábanas dejaban al descubierto, me levanté cogiendo mi móvil al vuelo en la mesilla de noche y caminé con cuidado hasta el salón, el punto más alejado de la habitación, para poder moverme con más tranquilidad y no molestar a Maca. De camino, paré en la cocina a coger una manzana del frutero. Seguía teniendo un malestar corporal pero necesitaba algo que llevarme a la boca, mi estómago era como un agujero negro.
Me tumbé en el sofá, tapándome con una de las mantas que Maca dejaba colocadas sobre el respaldo del sillón, dobladas a la perfección sin un atisbo de arruga. La agarré con las dos manos, soltando la manzana sobre la mesa y pude sentir su olor. Era su signo de identidad, me perturbaba la mente continuamente pero parecía ser una adicción incontrolable para mí. Le di un mordisco a la manzana, estremeciéndome por su acidez. Me notaba con muchas más fuerzas que el día anterior, pero unos días sin salir eran necesarios para poder hacer el intento de resolver mi vida sin demasiados tropiezos, algo prácticamente imposible.
Desbloqueé el móvil con una falsa seguridad. Tenía un aluvión de mensajes y llamadas que me oprimían la garganta. Prácticamente había insistido más Rai que Claudia en contactar conmigo, que ya era decir. Abrí la aplicación de Whatsapp, maldiciendo que no se pudiera ocultar de ninguna forma que estaba en línea. Abrí la conversación de Rai que acumulaba ya más de veinte mensajes. Mientras escribía y borraba pensando algún tipo de excusa, entró un nuevo mensaje de él, ya iban al menos veintiocho.
"Se puede saber dónde coño estabas?"
Suspiro. Eran las siete y cuarto de la mañana y estaba despierto mirando el Whatsapp. O estaba de guardia, o se preocupaba por mí más de lo que creía. Antes de que poder enviarle ningún tipo de contestación en la pantalla apareció una llamada suya. Colgué de inmediato.
"No puedo hablar por teléfono ahora" Escribí. Sabía que si le cogía el teléfono terminaríamos o bien discutiendo o bien yo soportando una bronca monumental, y no me apetecía despertar a Maca con mis explicaciones a esas horas de la mañana.
"Eres imbécil? Claudia está fatal" Su única respuesta. Pensé que se preocuparía un poco más por mí, por mi estado de salud, pero ahora la puta gente da por hecho que si contestas al Whatsapp es que todavía puedes aguantar una bronca más. Idiotas.
No contesté, no sabía qué decir. Esperé pacientemente a que escribiese algo más, desesperado por mi falta de reacción. No tardó mucho.
"Dónde estás? Estás bien?" Al menos se había dado cuenta de la brusquedad de su reacción, más que merecida por mi parte, pero había decidido serenarse, era mejor mantener la calma. Para los dos. Me giré en el sofá, sosteniendo el móvil con las dos manos pero manteniendo mi posición horizontal para que la manta me tapase todo el cuerpo, comenzaba a sentir escalofríos de nuevo.
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Fiebre en la mirada [Maca y Vero // Hospital Central]
FanfictionCinco años más tarde, Madrid de nuevo respira mi aroma y las maletas vuelven al sitio de origen. Estoy de nuevo en el Central pero llevo mucho pasado encima.