El Amor es Una Cosa Simple

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Cerré el agua y me envolví en la toalla. Estaba exhausta, me había despertado a las ocho de la mañana y me había ido al gimnasio. Desde hacía unos días tenía una energía aplastante y un insomnio brutal. Me había desahogado todo lo que había podido con el deporte y ahora tocaba volver a la realidad. Abrí la taquilla y saqué el peine cepillándome un poco el pelo antes de empezar a vestirme. Miré mi móvil, pero nada. Ni un mensaje. Me esperaba un WhatsApp de Claudia preguntándome a dónde había ido, pero cada vez parecía tener menos interés en mí. Suspiré y me vestí rápido colgándome después la bolsa de deporte a la espalda.

Había decidido enderezar las cosas con ella. No podíamos seguir así, por lo que había reservado esa misma noche en su restaurante preferido para celebrar cualquier día de nuestra vida, por qué no. Al fin y al cabo estábamos juntas y eso es lo que nos debería hacer felices.

Llegué a casa en un par de minutos, el gimnasio estaba justo al lado. Dejé la bolsa en el recibidor y caminé por la casa buscando a Claudia. Estaba en el sofá, leyendo. Sonreí, mirándola desde el marco de la puerta.

—Hola, morena. —Reí. Ella levantó la mirada y me lanzó una sonrisa sin ánimo. — ¿Desayunamos? 

Se encogió de hombros sin levantar la vista de su libro.

—Si quieres. Yo ya he desayunado. —Tragué saliva, el día no tenía buena pinta. — Por cierto, tus flores han muerto, vas a tener que pedirle a Rai que te compre otras.

Me rasqué la frente con los dedos y suspiré. Madre mía.

—Ya se lo diré, entonces. —Me di la vuelta, caminando hacia la cocina para prepararme un café. La calma y el relax que me había dado el deporte me lo estaba quitando Claudia con dos frases.

Abrí la cafetera, al menos me había dejado café hecho. Me serví en una taza y después le eché el azúcar. Cogí una cucharilla y volví con el café en la mano sentándome a su lado. Me descalcé y escondí mis pies entre los cojines.

—¿Tienes todo el día libre? —Preguntó mirándome de reojo, aún sin dejar de mirar el libro.

—Sí, entero para ti. —Asentí y le dejé un beso en el cuello al que ella reaccionó encogiéndolo. — ¿Y tú?

—Sí, ya lo sabes. —Suspiró y pasó otra página del libro. Yo le di un trago largo al café. — Este fin de semana he tenido que cambiar tu turno al de noche.

Levanté una ceja y dejé la taza sobre la mesa. ¿Cómo?

—Joder, Claudia, me dijiste que ningún turno de noche más hasta el mes que viene. —Chasqueé la lengua con gesto de fastidio.

—¿Y qué coño quieres, Vero? —Claudia cerró el libro de golpe y me miró a los ojos. Tragué saliva, casi la prefería cuando no me miraba. — Faltan médicos y yo hago lo que puedo, no pretenderás que tenga un trato de favor contigo.

—¡Joder! — Giré la cabeza, dejando de mirarla. — Es que parece que en vez de tener un trato de favor, me putees más que a nadie.

—¿Qué yo te puteo? —Agarró mi barbilla con la mano y me giró la cara violentamente. — Pero tú de qué vas. —El tono de voz de Claudia se elevó. Respiró hondo, fulminándome con la mirada. Se levantó del sofá y caminó fuera del salón.

—Claudia... Estamos hablando. —Saqué los pies fuera del sofá con intención de levantarme. Debía mantener la calma.

—Estábamos. —Salió rápido del salón y dejó un portazo tras de sí.

Me quedé unos minutos quieta, mirando a un punto fijo y sin importancia del suelo. Claudia tenía mal carácter, cocinaba unos enfados muy heavys cuando quería y o me controlaba o literalmente acabábamos a hostias. Estábamos llegando a un punto que acumulaba ya demasiada tensión. Me acabé el café con calma, en silencio, intentando ordenar mis pensamientos. Probablemente la cafeína no me venía bien en estos momentos pero no podía dejar de beber. Miré el libro de Claudia encima de la mesa, "Los Enamoramientos". Una sonrisa irónica se dibujó en mi cara. Qué pena.

Fiebre en la mirada [Maca y Vero // Hospital Central]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora