En un momento de respiro, supimos correr a casa. Maca no soltaba mi cintura y yo me agarraba a su cuello como si de un salvavidas se tratase. La lluvia ya no importaba, estábamos caladas hasta los huesos y solo nos interesaba llegar cuanto antes para poder quitarnos la ropa. La una a la otra.
Llegamos ardiendo por dentro y congeladas por fuera. Yo notaba mi corazón bombear sangre a una velocidad de vértigo, y oía los jadeos de Maca cerca de mi oído. La puerta de entrada de su edificio se cerró, y para ella se acabó la espera. Noté el choque de mi espalda contra la pared que estaba al lado del ascensor. Sonreí para mis adentros, pero solo pude expresar un suave gemido. El agua chorreaba por mi pelo y se hundía dentro de mi vestido, Maca siguió el recorrido del reguero con los dedos para después saltar hasta mis muslos. Me miraba a los ojos, en silencio, lo que contribuía a mi excitación. Cerré los ojos con fuerza al notar su mano colándose entre mis piernas y apretando mi carne. Su lengua recorrió suave mi labio inferior mientras sus dedos tiraban de mi ropa interior, haciendo que incluso esta chorrease agua.
El ascensor se abrió, y agarrándome del brazo, Maca me metió dentro de él, dejándome de cara al espejo. Le dio al botón y se situó en mi espalda, hundiendo esta vez sus dos manos debajo de mi vestido y apretándome el culo. Mis manos mojadas quedaron selladas en el cristal del espejo, intentando agarrarse a lo que fuera para no caer. Me temblaban las piernas, la boca, los brazos. Maca mordía mi cuello mientras hacía un recorrido irregular desde la parte trasera desde mis muslos hasta mi centro. Solté un gemido que ella ahogó con su propia mano. Las puertas del ascensor comenzaron a abrirse y de un segundo a otro dejé de sentir su tacto que parecía haber estado invadiéndome.
Yo no era capaz de reaccionar. El alcohol, la excitación y todas las sensaciones que estaba reviviendo me tenían en un punto de éxtasis que me hacía perder el control sobre mí misma. Pero Maca siempre lo controlaba todo, siempre sabía que hacer. Tiró de mi mano y me sacó fuera del ascensor, apoyándome después al lado de la puerta de su apartamento. Con ciertas dificultades sacó las llaves y encajó la correcta en la cerradura, aun así le llevó un poco de tiempo.
Otra vez tiraba de mi mano, otra vez tenía el control de mi vida. Cerró la puerta del apartamento tras de sí y me empujó contra la pared de nuevo. Yo la miraba con la boca entreabierta, dispuesta a lo que fuese por retenerla a mi lado. Me miró de arriba a abajo unos segundos sin tocarme.
—¿Todo bien, rubia? —Jadeé. No sabía si esperaba una respuesta pero solo pude asentir. Después alargué el brazo para tirar de ella hacía mí. Cayó a plomo sobre mi piel mojada. — Cuidado... —Rió y hundió su boca entre mis labios. De nuevo un jadeo, no me podía controlar. — Será mejor que te quite esto, te vas a resfriar.
Sonreí y levanté los brazos dejando que me desabrochase la cremallera del vestido y lo dejase ir. Pero tras sus dedos bajando por mi cuerpo iban sus labios, que recorrían mi torso despacio, secándome la piel. Acabó de rodillas frente a mí, mirando hacia arriba. Rasgó mis medias, reventándolas y haciéndolas caer hasta mis pies. Me libré de ellas lo más rápido que pude y la miré, expectante. No se movía de donde estaba, solo me sonreía. Un, dos, tres segundos y ahí seguía. Se me impacientaban las ganas.
Su boca ascendió por mis muslos lentamente. No dejaba de mirarme un solo segundo. Agarró mi tanga con sus dientes y lo hizo bajar. Mi piel estaba empapada y todo se hacía más difícil, pero a ella parecía no costarle nunca. Con un suave gesto abrió más mis piernas y hundió la boca en mi centro, haciéndome arañar la pared y soltar un fuerte gemido. Agarró con ambas manos mis nalgas y presionó mi cuerpo contra su cara. Cerré los ojos, mordiéndome el labio hasta hacerlo sangrar. Maca no paraba de mover su lengua en mí y yo solo pude agarrarla del pelo. Jugaba con mis dedos entre sus mechones, a veces tirando, a veces dejándolos deslizarse para después recuperarlos. Ella me seguía mirando y sonreía, sonreía todo el tiempo. Estaba jodidamente preciosa.
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Fiebre en la mirada [Maca y Vero // Hospital Central]
FanfictionCinco años más tarde, Madrid de nuevo respira mi aroma y las maletas vuelven al sitio de origen. Estoy de nuevo en el Central pero llevo mucho pasado encima.