Hojas Secas

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La noche acabó por la mañana. Eso de volver pronto a casa a mí nunca se me había dado demasiado bien. No volví a ver a Maca desde que salió del baño, pero con lo que tardé en recuperarme del shock le había dado tiempo a irse y volver cinco veces.

Cuando abrí los ojos en la cama de Rai al día siguiente por la tarde, mi cerebro se había reseteado. Tenía un dolor de cabeza monumental y unas lagunas importantes. Llevaba más de media hora despierta y no conseguía levantarme. Rai, en cambio, ya se había ido de la cama hace tiempo y había hecho comida para dos.

Me estiré y comencé a dar vueltas enredándome entre las sábanas. No sabía que había pasado la noche anterior, pero había algo que me tenía inquieta. Recordaba haber visto a Maca y haber hablado con ella, incluso me invitó a un cigarro. Pero a partir de cierta hora, mi cerebro había hecho borrón y cuenta nueva. Aún así, sabía que algo tenía pendiente y no conseguía recordarlo.

Cogí el móvil de la mesilla y lo desbloqueé, estaba lleno de notificaciones. Todos los whatsapps que tenía eran de grupos o en su defecto, de Claudia. Quizás era hora de abrirlos. Después de más de treinta mensajes pidiéndome disculpas de diversas formas, encontré uno que tenía un poco más de interés.

"Sé que libras hasta el jueves. Déjame que te lleve a la casa de la playa... y hablamos"

¿Irme con Claudia? Al principio mi respuesta mental fue un no rotundo. Tenía tanta rabia acumulada dentro que no sabía si querría ahogarla en cuanto llegásemos.

"No"

Fue mi única respuesta a todos sus mensajes. No tardé más de dos minutos en recibir respuesta.

"Vero, tía. Sé que lo he hecho mal, y lo siento... pero al menos dame la oportunidad de explicarme."

Dejé el mensaje en leído y escondí el teléfono debajo de la almohada. Escondí la cabeza entre las sábanas y rebufé.

—¿Qué te pasa, rubia? ¿Mucha resaca? —Escuché la voz de Rai al otro lado de mi lío de mantas y sentí como se tumbaba a mi lado. — Tienes comida en la cocina.

—Claudia quiere que me vaya dos días a la playa con ella, quiere que hablemos. —Me destapé parte de la cabeza, para que Rai pudiese ver mi cara.

—¿Y? —Rai me miró de reojo, después volvió la vista al frente de nuevo.

—¿Cómo que "y"? Pues que me ha utilizado, Rai. Y sobre todo, se ha acostado con Maca. — Rai soltó un bufido y me dio fuerte con la mano en la pierna.— ¡Ay, para!

—Vamos a ver, Vero. —Puso las manos detrás de su cabeza, para incorporarse un poco. —¿Tú quieres a Claudia? — Moví los labios, mirándolo. ¿Qué decía? — Es tu amiga, ¿no? La quieres. —Asentí. — Lo ha hecho mal, fatal. Pero también Maca lo ha hecho mal y le sigues hablando.

—Bueno, sí Rai, pero con Maca no me voy a la playa.

—Por ahora... —Le di un golpe en el brazo. Imbécil. — Lo que quiero decir, Vero, es que Claudia ha actuado mal cegada por sentimientos que tú también has tenido. No digo que vuelvas a pasarte los días con ella, pero quizás un par de días juntas arreglando las cosas os vienen bien para no perder la relación.

—¿Y si nos acabamos acostando? —Me rasqué la cara. Después me incorporé para sentarme con la cabeza apoyada en el cabecero de la cama.

—Pues a lo mejor si no sabes controlar tus hormonas es que aunque lo haya hecho mal, la quieres más de lo que piensas... —Miré de reojo a Rai.

No me gustaban las conversaciones así, porque siempre me hacían descubrir más cosas de las que necesitaba. Había pataleado mucho por todo lo que me había contado Claudia, había llorado, la había odiado, la había insultado... Pero al final podía llegar a entenderla. No sabía si me había utilizado, no la había dejado hablar, pero aún así el rencor todavía lo tenía dentro. Rai tenía razón de todas formas, debía hacer un esfuerzo y si no sacábamos nada en claro, sería mejor que Claudia y yo no volviésemos a hablar.

Fiebre en la mirada [Maca y Vero // Hospital Central]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora