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A las siete en punto el genio esperaba en la acera frente a la cafetería cuando apareció un automóvil negro que parecía ser muy caro y se detuvo frente a el, dentro del auto estaba al volante una hermosa mujer rubia y muy arreglada no era ni parecida a la mujer sencilla y andrajosa que entró a la cafetería.

La preciosa mujer se bajo del automóvil con absoluta gracia y clase, cuando el genio la vio no pudo disimular su cara de asombro pues aquella  era por mucho la criatura más hermosa que hubiese visto jamás, por un momento se permitió olvidar bajo que condiciones estaba parado frente aquel lobo con piel de cordero y perfume caro, pero esta ensoñación sólo duró algunos segundos ya que cuando estuvieron lo suficientemente cerca ella lo estrelló contra el auto de manera que el quedo inmovilizado contra el auto y ella pegada a su espalda. Lo inmovilizo doblando  su brazo hacia atrás para después registrar que no llevase nada encima que pudiera delatar la ubicación de ambo, después de haberlo revisado y quedado satisfecha se permitió disfrutar del aparente nerviosismo de el y le soltó las manos sin separarse de su espalda, lo abrazo por detrás y colocó su cabeza en el hueco entre su cabeza y su hombro, Spencer en ese momento se tenso por completo no sabía por que hacia aquello, la calidez de su cuerpo contra el propio y la delicadeza con la que novia las manos por su pecho le incomodaba pero para su completa sorpresa no le resultaba desagradable, parecía que la chica lo "necesitaba".

Después de un Par de minutos en esa posición la chica se atrevió a profundizar más las cosas por el simple gusto de verlo fuera de control y abandonar aquella faceta de el hombre recto y perfecto que el siempre aparentaba ser, así que con lentitud acerco su boca al cuello de el y le deposito hay un pequeño y húmedo beso, para su sorpresa el sólo se quedó ahí estático de espaldas, no manifestó ninguna reacción como lo hubiese hecho algún otro hombre. De un momento a otro ella se alejó abruptamente del cuerpo de el y en un tono gélido como el hielo le indicó que subiera al carro y se colocará el cinturón de seguridad, subieron al auto y ella arrancó pasaron cuarenta minutos de camino, cuarenta minutos en los que ninguno se atrevió a romper la incómoda calma pues ambos sabían que después de ese breve lapso de tiempo caería la tormenta. El objetivo que tenían esa noche era el mismo para ambos, un intercambio, la dignidad de el por la oportunidad de salvar vidas. Para ambos aquella noche era la oportunidad de jugar el juego de la seducción, ambos tenían la oportunidad de ganar la voluntad y el juicio del otro.

Puedo ser quien tu quieras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora