Capítulo 5.

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—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté a Zaira enfadado.

—¿Hacer qué? —contestó con calma.

—Lo de invitar a David para que almuerce con nosotros.

—¿Y por qué no hacerlo? Somos solo tres, necesitamos más amigos, sobre todo vos, Cid.

—Pero sabes que no le hablo bien a la gente que no conozco.

—No nos conocías a nosotras y ahora somos tus mejores amigas —dijo Rebeca —sé que luego lo tratarás igual de bien.

—Pero...

—Vamos, solo intenta no insultarlo tanto —interrumpió Zaira yéndo en la dirección de su casa.

—Sé que puedes pequeñín —me animó Rebeca siguiendo a Zaira.

Tal vez Zaira tenga un poco de razón, debería intentar tener más amigos, pero siempre que hablo con gente nueva me comporto grosero y no soy capaz de entablar una conversación sin huir.

Un auto se estacionó delante mío, era mi padre.

—Hijo, ¿cómo te fue hoy? —me preguntó cuando subí.

—Normal, nada nuevo.

—¿Cómo te va con esa chica de la que me hablaste? Esa tal... ¿Elena?

—¿Eleanor? —pregunté a lo que el asintió —dije que era linda, pero no me gusta.

—¿Seguro? Veme a la cara —lo miré y el parecía buscar algo en mis ojos —bien, te creo, no tienes ojos de enamorado.

—¿Cómo sabes si una persona tiene "ojos de enamorado"? Suena tonto.

—Cuando te gusta alguien tus ojos se ven algo verdes.

—¿Me haz visto enamorado?

—Te he visto gustar de alguien, no enamorado, recuerda, es muy diferente.

Mi padre se suele fijar en las cosas pequeñas, esas que nadie les presta atención y cuando es así son olvidadas en minutos, pero el las recuerda perfectamente.

Cuando llegamos a la casa encontramos plumas de pájaro regadas por todo el suelo.

—What the fuck? —dijo mi padre.

Seguí el camino de plumas y cuando llegué al final ví un pájaro muerto. Tapé mi rostro para no presenciar esa escena y busque al culpable de tal atrocidad.

—Honey... —dije cuando lo encontré.

Ahí estaba el asesino recostado en la cama, mi gato. Cuando me vió se acercó a saludarme impregnando su olor en mi pierna.

—Honey, ¿qué te he dicho sobre cazar pájaros? —lo levanté del suelo para verlo a los ojos pero el lamió mi nariz  —Honey, si haces eso no puedo enojarme —me quejé pero el siguió —está bien, tu ganas, de todas formas no me entiendes.

Limpié las plumas del suelo mientras mi padre recogía al pájaro, luego empezamos a comer.

—¿No crees que el pájaro se parecía un poco al de la vecina? —insinuó el.

—¿La que ponchó una vez mi pelota?

—Si, ella.

—Se parecen, pero no creo que Honey se haya metido a su casa.

Cuando el día acabó fui a mi habitación junto a Honey para dormir, no sin antes revisar Footbook, tenía una solicitud de amistad, era David.

No sé si aceptar su solicitud o rechazarla, creo que es mejor decidir mañana, apagué mi teléfono para dormir.

No escuché que mi alarma sonara, lo único que recuerdo es a mi padre apresurandome porque voy tarde a la escuela.

—¿P-puedo entrar? —le pregunté a la maestra, ella me dejó entrar, diciendo que no aguantaría más retrasos.

Las clases pasaron rápido, el receso había llegado y Zaira ya se encontraba esperandome en la puerta mientras Rebeca estaba con David en el comedor.

—¿De verdad tengo que hacerlo? —dije antes de entrar al comedor.

—Vamos, no es tan difícil —dijo Zaira.

Cuando entramos Rebeca estaba riendo de un chiste que seguramente había contado David.

—¿Qué comen? —preguntó Zaira sentándose en la mesa donde estaban.

—Yo un sándwich, ¿quieres? —invitó a Zaira.

—Claro.

Rebeca y Zaira empezaron a hablar entre sí dejándonos a David y a mi de lado. Surgió un silencio incómodo qué fue roto por el chico a mi lado.

—¿Sucede algo? —dijo mirándome.

—¿Debería de haber algo mal?—intenté no sonar grosero pero por la expresión de David creo que no resultó.

—¿No te agrado?

—No es eso.

—¿Entonces que es?

Suspiré, no quiero explicarle cosas a una persona que a penas conozco. Comí mi almuerzo lo más rápido que pude para así irme de la mesa, pero antes de levantarme de mi lugar una mano me lo impidió.

—Alto ahí Cid, dijiste que intentarías hacer amigos —susurró Zaira.

—Eso lo dijo Rebeca, no yo.

—Vamos, solo intenta —Zaira tenía una mirada entre preocupación y seriedad, lo que me hizo acceder.

—Bien, pero no prometo nada.

David pasó el resto del receso contando chistes, pero para no perder mi orgullo mordía mi lengua aguantando la risa. El castaño intentó entablar una conversación conmigo pero yo solo lo ignoraba. El receso terminó, había empezado inglés.

—Profesor —levanté la mano.

—¿Si? —contestó.

—¿P-puedo ir al baño?

—In english please.

Mierda.

El profesor esperaba una respuesta mía, pero me quedé en blanco por pensar en que todos estarían viéndome.

Can I go to the bathroom? —escuché detrás mío, era David.

—Can I go to the bathroom? —repetí.

—Yes.

En cuanto el maestro dijo eso, fui corriendo al baño, realmente no necitaba la ayuda, pero tal vez no sea tan mala idea ser amigo de David.

¡Di que eres...!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora