Capítulo 8.

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El cielo estaba despejado, una mañana cálida, pero para mi era una tortura tanto calor.

—¿Por qué nunca compramos un ventilador? —pregunté.

—Porque a tu hermana le dan miedo —contestó mi padre mientras intentaba dormir a Mateo.

—¿A que clase de persona le da miedo los ventiladores?

—No es mi culpa que giren de forma tan malévola —protestó Mía.

—Guarden silencio, despiertan a Mateo y me costó mucho dormirlo.

Mi padre era una persona cariñosa, siempre tenía algún regalo que darnos e intentaba que todos estuviéramos felices, esa tarea se le había hecho más complicada después de que nosotros nos la pasábamos llorando todas las últimas dos semanas, por la muerte de mamá.

¡David! —gritó alguien desde la puerta causando que Mateo despertara y empezara a llorar.

—Creo que te buscan, hermanote.

Abrí la puerta y ahí estaba Cid junto a Zaira y Rebeca.

—¿Sabían que hay un timbre? —pregunté.

—¿Sabías que no sirve? —inquirió Zaira.

—No, pero ahora lo sé, ¿sucede algo?

—Sucede que nos enteramos sobre lo que le pasó a tu madre —dijo Cid mientras me entregaba una caja —toma, es un regalo de los tres.

Abrí la caja y venían tres cosas; una pistola de agua, una libreta y un libro.

—¿Una pistola de agua?

—¿Esa es tu única pregunta? —contestó Zaira con ironía.

—¡Zaira! Esa no es forma de tratar a los amigos —regañó Rebeca —Bueno, tal vez es demasiado infantil.

—Y estúpido —añadió Zaira, a lo que Rebeca le proporcionó una pisada.

—También, pero pensé que podríamos hacer una guerra de agua, siempre me servía para alegrar a Zaira.

—Teníamos 13 años.

—Ahora tenemos 16, no es mucha diferencia.

—Yo aún tengo 15 y Cid también —añadí

—Ya tengo 16 —intervino Cid.

Lo miré algo extrañado —¿qué día es hoy? —pregunté, esperando que su respuesta no fuera lo que pensaba.

—12 de julio —era exactamente lo que pensaba.

—¡Feliz cumpleaños! —dejé la caja a un lado y antes de abrazar a Cid, recibimos un chorro de agua a nosotros.

Tomé un globo con agua que arrojé a Zaira, Cid hizo lo mismo con Rebeca y empezó a correr mientras la castaña lo perseguía hasta que ella roció accidentalmente a una chica que iba pasando.

—Pende... —iba a decir, pero Cid me calló pisandome el pie.

—Eh... Lo siento, no era... —empezó Rebeca.

—Tranquila, no hay problema, es solo agua —interrumpió la chica, al verla bien pude ver que era Vanessa.

—Pero estás mojada.

—Está bien, de todas formas iba a la piscina.

—¿Piscina? No sabía que había una piscina por aquí.

—Vives aquí y no sabes nada, David... —exclamó Zaira.

—Está a unas cuadras de aquí —dijo Vanesa después de reír ligeramente, que vergüenza... —en fin, yo me voy, hasta luego —anunció para luego irse.

—¿Están sonrojados? —preguntó Cid cuando nos volteó a ver.

—S-si pero es por el sol —se excusó Rebeca.

—¿Y tú David?

—Este... igual.

Cid y Zaira nos miraron con los ojos entre cerrados y después de unos segundos asintieron.

Terminó la batalla de agua, más que nada porque considerábamos que ya habíamos gastado el agua suficiente, mi hermana les prestó ropa a Zaira y Rebeca, por lo que fui a mi cuarto con Cid para prestarle algo.

—¿Y que te parece esta? —le pregunté a Cid, estábamos buscando ropa en mi armario hace ya unos minutos, pero nada le quedaba.

—Es muy grande, no creo que entre... —me reí por lo que dijo, Cid me miraba con confusión hasta que entendió —no mal pienses.

—¿Cómo no quieres que mal piense eso? Como sea, no tengo más playeras así que escoge una.

—Mejor espero a secarme, no quiero parecer Cholo.

—Puedes enfermarte, mira, esta es de hece un año —le mostré una playera más chica que las anteriores —¿crees que te quede?

—Bien, creo que esa me podría quedar —tomó la playera y me miró.

—¿Sucede algo?

—Voy a quitarme la playera.

—¿Y? Tenemos lo mismo.

—P-pero es vergonzoso.

—Está bien, te espero abajo.

Fui a la sala y ví a Zaira junto Rebeca con vestidos de mi hermana, aunque ninguna de las dos se veía cómoda con eso.

—Hola —saludé.

—Hola, David, ¿y Cid? —preguntó Rebeca.

—Estoy aquí —dijo el rubio apareciendo detrás mío.

—Wow, ¿no había una camiseta más grande? —inquirió Rebeca.

—Pareces Cholo —comentó Zaira.

—No les hagas caso Cid, te ves bien —lo miré, estaba sonrojado, luego ví sus ojos y noté una ligera mancha verde en ellos —oye, tús ojos tienes algo verde.

—¿Quién te gusta? —dijo Rebeca inmediatamente.

—Te he dicho todo el día que solo es casualidad.

—Ajá.

—¡Lo es!

Pasamos el resto jugando o haciendo cualquier cosa para distraerme, no me había reído hace tiempo.

¡Di que eres...!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora