—¡¿Ahora que haremos sin Rebeca?! —gritó un chico de nombre Marco.
—¿Trabajar solos? —preguntó Zaira de manera obvia —También nosotros hemos hecho los experimentos, podremos sin Rebeca.
—Al menos no somos como los de allá —dijo Cid apuntando a unos chicos que hervían refresco y mezclaban un vaso de este con leche.
—¿Y si probamos la leche con refresco? —preguntó uno de ellos, todos empezaron a tomar del envase mientras que la única chica de ahí hervía el refresco y se reía, pero aún así los regañaba porque podían meterse en problemas.
—¿Acaso no saben que está prohibido ingerir los experimentos? —le preguntó Zaira a Cid.
—Siempre hacen eso, que no te sorprenda —contestó el rubio.
Para los chicos era fácil hacer un proyecto sin la ayuda de su compañera estrella, solo debían de seguir las instrucciones que estaban preescritas en el cardeno y anotar lo que observaban, o en el peor caso, copiar las respuestas.
Empezaron con el procedimiento, vertieron el refresco en un recipiente, luego sumergieron un clavo oxidado y esperaron varios minutos para sacarlo.
—Esto no sirve, el clavo sigue oxidado —se quejó Zaira mientras sacaba el clavo para verlo de nuevo —Y vosotros deberían de hacer algo —añadió refiriéndose a sus demás compañeros de equipo, quienes habían desaparecido sin que se diera cuenta.
—Veo que su equipo no es muy colaborador que digamos —dijo David apareciendo a las espaldas de Cid.
El rubio dio un pequeño salto.
—¿Te asusté? —preguntó David, risueño.
—¿Tú qué crees? —contestó el rubio.
David rió ligeramente antes de contestar —En fin, ¿tienen algún metal oxidado que nos den? Lo que teníamos se perdió.
—Si, creo que nos sobra un poco —contestó Zaira volteando donde estarían varias monedas y clavos oxidados, pero ya no estaban —¿Dónde dejaron los clavos?
—Estaban aquí hace un momento —respondió Cid mientras miraba a los alrededores para buscar los metales, pronto vió a su compañero de laboratorio comiéndose una de las últimas monedas oxidadas que quedaban.
Y Zaira se dió cuenta.
—¡No hagas eso! —gritó enojada.
La teñida se abalanzó sobre el chico para quitarle la última moneda de la boca, agarró fuertemente su brazo, pero no encontró nada, así que lo azotó sobre la mesa e hizo que abriera la boca. Su plan de emergencia iba bien hasta que se escuchó algo caerse.
Era el vaso de precipitado.
En seguida la profesora llegó para saber el porqué de ese ruido, al verlo solo rodó los ojos y dijo —recojan eso, quien haya sido el que lo tiró, tiene una semana para reponer el material.
—¡Genial! Ahora tendremos que comprar uno nuevo y todo por culpa de este boludo.
—¿Mi culpa? Fuiste tú la que me aventó a la mesa —contestó David, pero no nuestro querido David gay, sino el idiota, como le dice Zaira.
—Eso fue porque te estabas tragando el material —Exclamó el David original.
—En todo caso debemos comprar un nuevo vaso de precipitado, pero ahora ya acabó la clase —intervino Cid.
Todos salieron en orden, excepto Zaira y el chico «idiota» quienes se quedaron ahí peleando.
—¡Chicos! ¿Cómo les fue? —preguntó Rebeca dirigiéndose a sus amigos.
—Mal, David se comió las monedas y los clavos que teníamos —contestó el rubio.
—No te pases David, ¿por qué hiciste eso?
—¡Yo no fui! Fue el otro David —se defendió el castaño.
—Que lío con los nombres, ¿pero qué pasó después? —Dijo Rebeca.
—Zaira lo aventó a la mesa y rompió un vaso de precipitado, ahora lo tendrán que pagar —intervino Cid.
—¡Oh mierda! —exclamó Rebeca para luego salir corriendo.
Los chicos se quedaron parados viendo como Rebeca se iba para buscar a Zaira, aunque no pasaba nunca, cada vez que la teñida se metía en un lío Rebeca se alteraba e incluso parecía preocupada o asustada.
Cuando David y Cid perdieron de vista a su amiga, el castaño miró al rubio con una sonrisa y puso la mano en su hombro para irse con el a la cafetería, pero Cid lo quitó en seguida.
Por más que intentara, David no podía lograr ser amigo de Cid, pero no podía rendirse, la última vez que se rindió se arrepintió por completo de su desición.
Pero esta vez tenía un plan.
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¡Di que eres...!
RomanceToda mi vida pensé que imitar los cómics de Internet era divertido, o que ser homosexual sería fácil, pero después de mentir diciendo que lo soy, he cambiado de opinión. ¿Se supone que deba decir la verdad? La verdad es que soy un idiota que ahora e...