Lo inesperado es lo que te cambia la vida.🌻
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Ella paseaba por la lluviosa noche de otoño tan solo con un pulover beige y unos guantes lilas. Sabia que debía ir a buscar a su mascota ya que la acompañaría al médico, porque para su desgracia el lugar donde vivía no era nada seguro. Hanna era su mejor amiga, por lo que prácticamente la llevaba a todos los lugares a donde iba.
Caminaba hacia su hogar después de salir del trabajo, por un callejón por el que siempre pasaba en caso de emergencias. En este caso retraso.
Él doctor Marshall la iba a regañar y no le daría más citas. Siempre llegaba tarde y todo se retrasaba por culpa de ella.
Pues la pólitica de aquél hospital era:
《Cada cita a su hora. Cada paciente feliz》
Así que no le quedaba otra que correr. Eso hacia mientras pensaba que papeles debía llevar a su Otorrino cuando vio aún hombre vestido de negro, a excepción de un gorro verde, intentar abrir un carro con un... ¿fierro?
Se escondió tras un basural con cierto miedo. Aquél hombre podría robarle a ella como hacía con el pobre dueño del auto. Al pensar eso recordó que hace unos días le habían robado su vehículo, no pudo evitar sentir melancolía y enojo.
Habían sido tres años de ganancias en un trabajo de mala muerte para conseguir su pequeño escarabajo ¿y se lo roban?
Era su Herbie.
Suspiro con tristeza al pensar que quizás al dueño del auto le podría pasar lo mismo. Y los policías eran unos incompetentes, siempre llegaban después de que el crimen ocurría. Siguio mirando la escena con frustración y enojo.
Mordió su labio sintiéndose tonta y que su cabeza podía no estar cuerda en ese momento, pues una idea vino a su mente.
《Dios, protegeme》Sólo rogó antes de acercarse a aquél hombre lentamente, no sin antes sacar su gas pimienta que habia comprado en una venta de garage.
Debía defenderse.
Camino lentamente mientras el hombre seguía intentando abrir la puerta del automóvil. Estaba a sólo unos pasos y no tenia con claridad lo que haría pero suponía que le tiraría con el gas pimienta cuando este se gire.
- ¿Por qué no te abres maldita puerta? -escucho maldecir al hombre. Por la voz pareció notar que no debia llegar a los veinticinco.
Sintio picor en la nariz y no pudo detener el estornudo.
Al instante se asusto y se puso tiesa por el miedo de que el hombre la haya escuchado.
Lo miro.
- ¡Abrete! -volvió a gritar exasperado.
Lo miro confundida ¿No la había notado?
Tocio.
Sigo sin notarla.
Tocio. Tocio. Tocio.
Observando al tipo con el ceño fruncido y totalmente confundida ¿acaso era sordo?
Quizás si.
Suspiro sin creerlo.
El hombre tiro el fierro frustrado, al parecer, pero siguio intentando con las manos. Sonrio al notar que el objeto estaba a sólo unos pasos de ella. Podía usarlo.
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Un escrito del corazón
Genç KurguUna serie de pequeños relatos cortos escritos del corazón. Cada uno diferente y único esperando ser leído por vos