¿Quién es digno?

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Era de madrugada. Las ventanas revelaban con insistencia el frío que hacia afuera, frío que también se sentía incluso estando dentro del templo. El pelinegro observó la escarcha del gran ventanal del primer piso, recordando como de niño le encantaba dibujar y escribir cosas con su dedo. Sonrió nostálgico, como si tan solo hubiera pasado una semana desde la última vez.

—Es increíble cómo pasa el tiempo.— Dijo para sí.

Se tomó un momento para pensar en una idea. Luego deslizó su dedo haciendo la silueta del yelmo de Zed.

Sonrió satisfecho.

No tenía mucho talento, pero se distinguía a la perfección lo que había intentado dibujar.

Minutos después llegó Nakuri bostezando.

—Hola hermano.— Dijo.

—Buenas tardes, llevo aquí esperando media hora ¿Sabías?— Dijo de mala gana.

—El maestro Zed estaba hablando conmigo, no fue mi intención hacerte esperar.—

—¿Eh? ¿De qué hablaron? Creí que ya no quedaba ningún tema qué tocar.—

—No tengo por qué decirte lo que el maestro habló conmigo, Kayn. Es algo confidencial.—

Kayn frunció el seño aún más.

—¿Te crees con el derecho de ocultarle algo a tu futuro líder?—

Nakuri rió desconcertado.

—¿Disculpa?—

—Yo seré el sucesor de Zed, Nakuri. No lo dudes ni un segundo. Los gusanos deben aprender cual es su lugar.—

—Pues este gusano está igual que tú involucrado en esta importante misión. Eso te convertiría a ti en un gusano también ¿O me equivoco?—

Kayn lo tomó con fuerza de su ropaje.

—Escúchame, sabandija. Esta misión pude hacerla yo solo ¿Entiendes? Tú solo eres la carnada.—

—¿Qué está pasando, Kayn?—

Zed entró a la habitación de imprevisto. De inmediato soltó a Nakuri.

—Zed... Solo estaba diciéndole a Nakuri un par de verdades.—

—¿Estás bien, Nakuri?— Preguntó el mayor.

—S-Sí.— Respondió arreglando su ropaje.

Kayn lo miró con desagrado.

—Shieda, ya hablamos de esto ayer. Por favor coopera.—

Kayn se cruzó de brazos.

—Bien, ya vamonos. El barco saldrá en una horas.— Dijo Kayn.

—¿Y tú arma, Kayn?— Preguntó Nakuri mirando la escasez de cosas que llevaba puestas.

—Yo soy el arma, hermano.— Dijo engreído.

—Espero que sea una decisión sensata, Shieda.— Dijo Zed cruzándose de brazos.

—Por supuesto que sí.—

Los dos acólitos junto a su maestro caminaron a fuera del templo. En ese entonces Zed les repitió las indicaciones y les hizo entrega de un par de monedas de oro para el viaje en caso de emergencia.

—Jonia depende de ustedes.— Dijo poniendo su mano en el hombro de cada uno.

Kayn odiaba compartir el crédito, por lo que ese "ustedes" le llegó directo a su orgullo. No hizo ningún comentario al respecto, pues todo ya estaba dicho varias veces.

[Temporada 2] Odio lo que me haces hacer. ~ Zed x KaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora