Duele.
Como cuando tiras alcohol del puro en una herida recién abierta.
Pero el dolor ha cambiado de casa. Ya no duele la soledad, no duele su recuerdo en cada esquina de la casa. Ahora duelen las versiones que la incertidumbre y la desconfianza ponen en tu mente.
Las noches con pesadillas son constantes, a veces menos fuertes y un poco más bonitas, pero pesadillas de todas formas. No paran, vienen una detrás de otra, se montan una encima de otra y me dejan sin descanso.
En todas ellas tengo la culpa. En todas ellas me odio. En todas y cada una de ellas aparece y se convierte en diablo que viene a sacarte lo más oscuro de tu interior.
"Su corazón no te pertenece desde hace ya tiempo", pertenece a otro ente que, difuminado, hace de mis pesadillas las cosas más horribles.
"Pudiste haber cambiado, pero no lo hiciste" y todo ello llevó a que tu persona se viese ensuciada con palabras y adjetivos que para nada se acercan a lo que eres en realidad.
"Nunca le has importado", mi madre aparece en estas continuamente diciéndome lo que yo misma miles de veces me he repetido: quien te quiere está, quién lo hace actúa y lucha, porque las palabras se las lleva el viento y en este caso la borrasca ha sido continuada hasta dejar el momento mudo.
"Todo es real, sólo debes seguir el camino, perderse en él es normal y os volveréis a reencontrar, te quiere y lucha aunque no sepas verlo", fin de pesadilla, principio del bucle que vuelve a quemar mis pensamientos, principio y fin de un sin fin de pesadillas que se comen, se pisan y se amontonan. ¿Será lo que quieres creer? ¿No aprendiste ya después de tantas hostias en la cara?
Pesadillas, una detrás de otra.
Se pisan, se comen, se amontonan.
Un camino sin descanso del que no puedes escapar.
ESTÁS LEYENDO
Yuanfen
Short StoryMi vida hecha arte. Mis días hechos prosa. Mis sentimientos plasmados en papel. Disfruta.