Querido pasado,

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Perdóname.
Por perder las fuerzas.
Por tirar la toalla a estas alturas.

Las pesadillas que invadieron mis noches hace un tiempo proyectando con perfecto detalle el momento en el que separaba mi camino de aquel que habíamos construido no se alejaban tanto de la realidad.

Mi corazón es débil.
Necesitaba descansar.
Necesitaba paz.

Las astillas que se me fueron clavando dolían cada día un poco más. Pero me quise hacer la dura, quise hacerte creer que podía con esto, engañar a mi mente, como si eso fuese posible en estos temas, ¿sabes?

Siempre fui de ese palo: cabeza alta y sonrisa de oreja a oreja, que no te vean llorar. Lo sabes. Pero cuando llegaste fuiste el cobijo para gritar, llorar y arañar hasta las paredes. Y me confié. Dejé bajo un árbol todos mis escudos.

Después ya nada era lo mismo, ya no eras cobijo, sino saco de boxeo. Ya no eras calma, sino tormenta disfrazada de verano. Y yo seguía queriendo engañar a mi mente.

No quería convertirme en una persona a la que terminaría odiando.
No quería volver a odiarme.
Romperme pedazo a pedazo.
Romper todo.

Necesitaba descansar, salir a la superficie y respirar.

Nunca pude ver lo que tú veías con la misma facilidad. Mi versión chocaba con la tuya. Tu versión chocaba con la mía. Y a pesar de los esfuerzos, sentía que siempre volvía al mismo punto.

No podía permitirme odiar a la persona a la que más quise en la faz de la tierra. No podía permitirme errar de esa forma, porque estaría fallando a todo aquello por lo que luché.

Y lo sabía. Sabía que si jugaba con fuego acabaría por formar el incendio de unas dimensiones que nadie haya podido conocer.

Ya estaba empezando a oler a hoguera...
Tuve que hacerlo.

Hoy, 7 de agosto de 2019, no he podido derrotar a aquellos demonios.
Y es una lucha que prefiero afrontar en soledad.

Menuda ironía.
Menudo cambio.
Menuda la vida...

Lo siento.
Si me lees, perdóname.
Me veía capaz de conseguirlo.
Me veía feliz.
Pero mis expectativas estaban demasiado altas y tempranas para todo por lo que necesitaba pasar.

Supongo que esto es como el duelo cuando fallece alguien querido. Para poder seguir con tu vida debes de pasar por distintas etapas que te ayudarán a superarlo con éxito.

Yo quise saltarme el protocolo.
Y me caí.
Me caí profundo y con fuerza.
Y ahora me toca levantarme.

Sé que nunca hicieron falta palabras, pero ahora no tengo la mirada como herramienta de comunicación. Me queda esto, por mí, para salvarme de mí misma. Y de mis estúpidas e inmaduras decisiones.

Para protegerte, a ti, de la bomba que tengo dentro. Para que no escuches mis palabras de odio que carecen de sentido alguno. Para que mi rabia no te salpique.

Tengo un nudo en la garganta desde hace un año y necesito desenredarlo para volver a mirarte a los ojos.

Sí, ya hace un año de todo esto. Es curioso lo rápido que pasa el tiempo y lo tanto que tarda en curarnos...en salvarnos... Sobretodo cuando no hay viento que lo barra todo...

Mi vida ha cambiado tanto por fuera y tan poco por dentro que hasta me aterra.
Sí, soy feliz. Por si estabas preguntándote eso a lo largo de mis palabras. Pero el dolor del pasado aún me come las entrañas y, a veces, sólo a veces, sale a la luz cuando me dejo la puerta abierta.

Es difícil.
No espero que me entiendas.
No espero que me entienda nadie.

Tratas de seguir con tu vida, todo te va de maravilla, eres feliz con todo lo que te está pasando y, de repente, bum, una bomba de humo...y entre esa niebla el dolor de aquellas cosas que tanto daño te hicieron camina con paso firme mirándote con frialdad a los ojos.

A veces no sirve sólo con ser feliz, con intentar ser positivo, con dejar la mochila y seguir caminando. A veces eso no da solución.
Puede ser incluso imposible hacerlo.

Pasaste de ser espinita en el corazón a ser astillita. Y cómo duele... Pero no te preocupes por mí. Estoy rodeada de buena gente. Y me abrazan unos brazos cálidos y fuertes. Si me rompo siempre vuelven a reconstruirme.

Ya, lo sé. Sé que no debo necesitar a nadie para ser feliz. Sé que me debo valer por mí misma. Pero a veces las cosas pesan demasiado como para arrastrarlas uno mismo.

Creo que nunca he conseguido expresar como me siento realmente. Ni conmigo misma. Y cuando trataba de hacerlo contigo, abrías la boca, y todo mi discurso se iba a la mierda.

Me perdí. No sé el porqué ni dónde. Pero volveré a encontrarme.

No, no te odio.
Por favor, no pienses eso.
Esta carta no es más que una mini proyección de todo lo que tengo dentro.
Pero no hay odio en ninguna de mis palabras.

Te espero tomando un té con burbujas.

Nos veremos pronto...

Cuídate.

YuanfenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora