Capítulo 2 - Un sentimiento extraño

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Me levanté con un gran dolor de cabeza. Puta resaca. Miré a mi cama y ahí estaba mi novio profundamente dormido, ya que mis padres hoy no estaban en casa. Fui al cuarto de baño, me desnudé y me di una buena ducha. En cuanto salí, peiné mi pelo y me puse la ropa. Me maquillé con mi delineador de siempre, unos pintalabios rojos y un poco de colorete. Cuando aún estaba en ropa interior, encontré a Damien apoyado en el marco de la puerta.

-          Buenos días nena. –Se acercó a mí y me besó. Luego dejó un camino de besos desde mi boca hasta mi cuello. Succionó la zona y me dejó un chupetón.

-          Ah… -Solté un pequeño gemido haciéndole reír.

-          ¿Preparada para asustar al marica?

-          Sí. Qué cara de idiota se le va a quedar. –Reí.

-          Pero antes pasaremos por lo de Joseph. Quiero un buen canuto hoy.

-          Por supuesto mi amor. –Besé su mejilla y terminé de vestirme.

-          ¿Lista? –Damien me miró.

-          Síp. Vámonos, necesito un poco de relajamiento. Tengo la cabeza jodida hoy. –Salimos de mi casa, no antes sin ponerme mi gorra de obey  y andamos en silencio por la calle. Llamé a mis amigos con mi móvil que robé hace ya un año, y en unos minutos ya habían llegado. Todos “los lobos” juntos nos fuimos hacia la pequeña casa de Joseph, un militar retirado de unos 35 años, que tras robar unas cuantas de armas del ejército, escapó y se mudó a este pueblo. Lo que es una suerte para nosotros, porque aparte de vendernos armas, también nos vende hierba.

-          Hey Joseph. –Saludamos todos entrando en su pequeña casa a las afueras de la ciudad.

-          ¡Hombre! ¡Mis amigos los lobos! ¿Qué queréis? ¿Navajas? ¿Pistolas? ¿Escopetas?

-          No… no. –Damien negó con la mano divertido. –Queremos un poco de maría, ¿Tienes?

-          Por supuesto. –Se sacó una bolsita del bolsillo y me la extendió. –La cantidad de siempre. –Miré la falta del dedo anular en su mano derecha.

-          ¿Qué te pasó ahí? –Señalé con la barbilla.

-          Cuando estaba en mis primeros días en el ejército, con mi primera pistola, y no sabía muy bien cómo iba. Puse la pistola en dirección a mi dedo, le di accidentalmente al gatillo y… ¡Pum! –Dio un brusco golpe que en la mesa que nos hizo sobresaltarnos a todos. –No sois tan duros ¿Eh? –Le miré con odio.

-          Toma el dinero. –Le soltamos una bolsa con muchas monedas y dejamos la casa.

-          Vamos, dame ya mi parte. –Nathan intentó arrebatarme la bolsita, pero yo me zafé de su agarre y la guardé en el bolsillo de mis jeans. – ¡Eh! ¡Dame una!

-          No, las dejaremos mejor para festejar el susto al marica ese. –Reí. Wayne nos guió hasta su casa. Nos quedamos escondidos y expectantes por las vallas que había alrededor, hasta que él saliera de la casa. Por fin, después de esperar una hora, el chico salió. Caminó fuera del jardín y nos miró con temor, pero dobló hacia la dirección contraria.

-          ¡Shhhh! –Le llamó Damien.

-          Ho-Hola… ¿Queréis algo? –Nos miró a todos asustado. El chico era en realidad muy guapo. Tenía el cabello rubio oscuro, y ojos azul electrico. Era alto y seguramente tendría muy buen cuerpo. Pero yo estoy con Damien y no voy a irme con un maricón. Reí interiormente.

-          ¿Eres nuevo aquí verdad? –Nos acercamos a él, rodeándole.

-          S-sí… –Tragó saliva. Vi como su nuez subía y bajaba rápidamente.

-           Bien. –Damien se sobó las manos con una sonrisa maliciosa. –Ahora vamos a enseñarte quién manda aquí.

-          Por favor... –Murmuró  muy asustado, viendo que no tenía escapatoria ya que le habíamos rodeado.

-          Dame todo el dinero que tienes encima o tendré que quitártelo por las malas. –Wayne le miró aterrorizando al chico aún más.

-          N-no t-te-tengo casi nada. –Antes de que sacase algo de sus bolsillos Damien le cogió del cuello de la camiseta levantándolo un poco.

-          La próxima vez, nos traes unos 20$, ¿Sí? –Lo soltó de golpe y el chico calló golpeándose las rodillas. –Ah, y si le dices algo a alguien de esto, estás muerto. –Mi novio lo miró a los ojos fijamente, haciendo que los del muchacho se cristalizasen. Un sentimiento raro comenzó a revolver mi estómago. Me sentía mal. ¿Sería pena? Nah, quizás era de la resaca, bebí mucho ayer. No siento pena por nadie. NADIE. 

'Wolves'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora