Capítulo 10 - Feliz cumpleaños

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-          Felicidades Candy. –Susurró en mi oído. Yo simplemente estaba impresionada. ¿Me-me había comprad-do u-una cas-a?

-          Dios, Matt… Esto es demasiado… –Me giré para mostrarle una mirada verdaderamente agradecida. No era muy grande, era una cabañita de madera preciosa. El interior sería aún mejor. Pero en la puerta había una pancarta en la que ponía “Felicidades Candy”.

-          No. Me has ayudado mucho, te lo mereces. Cuando las cosas estén mal en tu casa, puedes venirte aquí para estar tranquila. Está solo dos kilómetros del pueblo. –Me sonrió. Solo quería achucharlo hasta el fin del mundo.

-          ¡Vamos dentro! –Dije saltando como una niña pequeña. El rió por mi acción y me entregó las llaves, abrí y me encantó aún más el interior. Había un salón con una chimenea y dos sofás que parecían realmente cómodos, y encima de la repisa de la candela, había una tele de plasma. Había una mesa muy bonita, con sillas para comer, después una cocina pequeñita, sin puerta, y a la derecha un dormitorio con baño y dos puertas correderas de cristales, para salir a una piscina que había fuera.

-          Bueno, puedes pasar la noche aquí. He preparado todo para que hoy puedas estar en esta casa. Yo me voy… Pero antes, ven aquí. –Me guió hasta el dormitorio, abrí la puerta y la cama estaba llena de pétalos que formaban las palabras “Feliz cumpleaños”.

-          Espero que te haya gustado todo, yo me voy ya. No pinto nada aquí… –Se rascó la nuca no muy convencido.

-          No. Matt, el pueblo está a dos kilómetros. Y hay tormenta fuera, tú te quedas aquí.

-          Pero… -Le interrumpí.

-          Nada. Por cierto, ¿Hay alguna manta? Sigo mojada. –Ojeé la habitación.

-          Sí, en el salón. –Nos acercamos al sofá y la cogí, me enrollé en ella y me tiré en el mueble. Matt encendió la chimenea. Raramente en verano hacía frío, pero hoy con la lluvia y la tormenta, lo hacía. Y yo estaba en manga corta.

-          Ahora se encenderá más y entraremos en calor. –Matthew estaba temblando de frío, y no iba a consentir que siguiera así hasta que el fuego se avivase.

-          Ven, estás helado. –Me senté a su lado y pase la manta por su espalda, nos tapamos los dos y me pegué más a él. Apoyé mi cabeza en su hombro y el sonrió.

-          Ya hace más calor, puedes taparte tu sola. –Me molestó eso. Quería seguir pegada a él, oliendo su aroma a perfume caro pero varonil. Me encanta.

-          Uhm, está bien. Ahora toca la vela de cumpleaños. –Rebusqué en el bolsillo de mi pantalón y ahí estaban mis fieles amigos, el mechero y la cajetilla de tabaco. Encendí uno y lo puse suavemente sobre mis labios, dando una larga calada.

-          Un segundo. –Matt se escabulló rápidamente hasta la cocina. Solté el humo haciendo círculos, un truco que me había enseñado mi estúpido “novio” Damien, el cual no me había felicitado. Bastardo hijo de perra.

-          ¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos Candy, cumpleaños feliz! –Matt llegó a mi lado entonando perfectamente la tradicional melodía, mientras sostenía una tarta de cumpleaños de chocolate, mi preferido.

-          ¡Oh! –Me tomó por sorpresa. Solté el cigarro en un cenicero de la mesa y le ayudé a soltar la tarta con diecisiete velas justas.

-          Toma un trozo. –Cortó una pieza del dulce y la puso en un plato. Yo lo tomé y le miré maliciosamente, el me observó confuso. Rocé mi dedo en el chocolate, haciendo que un pegote se quedara en la yema de dicho. Él puso cara de no-me-manches-por-favor pero yo no le hice caso. Estampé mi dedo contra su mejilla y él soltó un grito divertido.

-          ¡Límpiamelo ahora mismo! –Dijo riéndose como nunca.

-          Está bien. –Me acerqué lentamente y rocé su pómulo con mis labios, notando como se erizaba su piel. Su respiración comenzó a agitarse y yo sonreí, mientras él se sonrojaba cada vez más.

-          Uhm… ¿El chico rico se pone nervioso? –Susurré en su oído. Le miré a través de mis pestañas con una sonrisa pícara.

-          Candy… -Tragó saliva. – ¿Q-qué ha-haces? Yo también sé jugar a esto. –Dijo nervioso.

-          ¿Ah sí? ¿Y qué me vas a hacer? –Me mordí el labio inferior seductoramente, después dejé un camino de besos desde el lóbulo de su oreja, hasta el chocolate. – ¿Te gusta? –Le miré tentativa.

-          Yo… t-tengo… n-novia… –Advirtió mirándome de reojo.  

-          Está bien. –Me alejé de él molesta. Seguro que esa puta no es capaz de hacerle feliz como lo haría yo. Espera, yo también tengo novio. ¿Qué mierda dices? 

'Wolves'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora