Capítulo 5 - Dos visitas muy inesperadas

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El timbre de la puerta me despertó. Bajé las escaleras con los ojos medio cerrados al ver que nadie abría.

-          ¿Hola? –Dije achinando los ojos para ver la cara de la persona que me había despertado. Maldito.  

-          Hola Candy.

-          ¿Matt? ¿Qué haces en mi casa? ¿Y cómo sabes mi nombre? ¿Y cómo sabes dónde vivo? –La cara del chico se quedó en blanco. Demasiadas preguntas.

-          Eh… he venido a traerte la pulsera que se te cayó ayer cuando nos chocamos. Sé tu nombre porque lo pone en esto. –Señaló la pulsera. –Y sé dónde vives por que ayer te vi salir de aquí. –Miró la fachada de mi casa.  

-          Oh, vaya. –No sabía qué hacer después de que me entregara la pulsera. – ¿Quieres pasar?

-          Oh… No sé. –Se rascó la nuca, confuso.

-          No te voy a raptar ni pegar, ni robar nada. –Sonreí de lado, apoyando mi cabeza sobre el marco de la puerta.

-          Eh, bueno, está bien. –No muy convencido, entró a mi casa y cerré la puerta tras él, haciéndole dar un pequeño saltito.

-          Marica… –Susurré para mí misma.

-          ¿Qué? –Se giró Matt hacia mí. No sé como mierda me había escuchado desde la otra punta de la sala.

-          Nada, que me pica. –Señalé mi pierna y la rasqué, sonriendo falsamente. – ¿Quieres algo de beber? ¿Zumo, batido o algún refresco?

-          No, gracias, ¿Qué te ha pasado ahí? –Dijo sonriendo de lado mientras señalaba mi frente. Se sentó en mi sofá con las manos sobre sus muslos, educadamente.

-          Nada importante. Bueno, cuéntame. ¿Por qué una familia rica como vosotros se muda aquí, a un pueblo perdido en el campo y sin las modernidades de la ciudad?

-          Pues verás, mi padre siempre ha amado el campo, y por fin, encontramos la oportunidad perfecta para venir aquí. Y por mis estudios, no nos preocupamos, ya que tenemos suficiente dinero como para pagarme todo mi futuro sin tener que trabajar.

-          Oh, tienes suerte. –Abrí una cajita de la mesa, y saqué un cigarro de ella. Lo encendí con otro mechero que había al lado y le di una larga calada. Matt me miró horrorizado. – ¿Quieres? –Lo cogí entre dos dedos y se lo acerqué, a lo que él arrugó la nariz asqueado. Aún así estaba muy lindo. ¿He dicho lindo? No, quería decir… caliente, sí.

-          Creo que debo de irme, Anne me espera. –Miró el reloj y se levantó apresuradamente. Supongo que esa tal Anne sería su hermana o su madre.

-          Está bien. –Le acompañé hasta la puerta. –Eh, Matt. Gracias por traerme la pulsera. –Intenté ocultar la sonrisa que había aparecido en mi cara, sin motivo.

-          No hay de qué. –Me devolvió el gesto, y sentí unas ganas inmensas de estrujar sus adorables mejillas de las que habían emergido unos lindos hoyuelos. Candy, pero qué dices. De repente, sentí un fuerte portazo en la puerta principal de mi casa, oí unos pesados pasos que venían hasta la cocina. No puede ser, mi padre.

-          Ven. –Cogí apresuradamente la mano de Matt, quién me miró con cara de no-entiendo-una-mierda. Abrí el armario pequeño donde guardábamos las cosas de limpieza y nos metí dentro. Hacía tiempo que no lo abría, por lo que no recordé lo estrecho que era. Nuestros rostros estaban solo a unos diez centímetros, nuestras respiraciones chocaban.

-          Eh… ¿Qué ocurre? –Preguntó alarmado. ¿Qué ocurre? Ja, si lo supieras. Mi padre lleva sin venir a casa desde hace como un mes. Seguramente venga con ganas de desahogarse con nosotras, como siempre. Pero yo ya no voy a consentir eso.

-          Shhh… –Puse mi dedo índice contra sus labios, no quería que mi padre nos escuchara y menos con Matt, le pegaría. Pero no es que quiera protegerlo, si no que paso de tener problemas con su familia… Sí, eso es.

Mi padre comenzó a gritar, a golpear los muebles frustrado. Yo mpecé a temblar, no quería que volviera a golpearme como lo hacía. Otra vez no. De repente un fuerte brazo me rodeó la cintura y me atrajo hacia él. Matt estaba ejercitado aunque no lo pareciese.

-          ¿Qué haces? –Dije volteándome hacia donde creía que estaba su cara, ya que no veía nada.

-          Tranquilízate. –Él susurró muy cerca de mi oreja. Más de lo que creía. Sentí unas ganas inmensas de besarle, quitarle la ropa y… ¡Candy! ¡Eres una puta! Los pasos de mi padre se hicieron más cercanos. Y más. Y más. Se pararon al lado del armario, pero por suerte, se alejaron de nuevo. La puerta del cuarto de baño se abrió, y no dudé en agarrar la mano de Matt y salir corriendo del armario. Le acompañé hasta la puerta y cerré lentamente.

-          ¿Quién está ahí? –Mierda, mi padre había logrado escucharlo. Subí las escaleras, muy sigilosa, hasta llegar a mi cuarto.

-          ¿Candy? ¡Como estés ahí te vas a enterar! –Escuché otra puerta cerrarse, por lo que supuse que abría salido del baño. Después unos pasos por las escaleras, y ahora estaba golpeando la puerta de mi cuarto. ¿Qué mierda hago? 

'Wolves'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora