Capítulo 26 - Gran Susto

103 6 0
                                    

-          Me parece un poco exagerado decir que es Jason. –Rió pegándose más a mí.

-          ¿Y qué otra cosa puede ser? –Repliqué alterada.

-          ¿D-don-donde est-tais? –Gritó aquel extraño desde la planta de abajo. Un escalofrío subió y bajó como un rayo por mi espina.

-          Vamos a morir aquí. –Susurré desesperada.

-          Candy, no es para tanto. No creo que quiera asesinarnos. –Volvió a mofarse de mí. Le eché una mirada rápida de odio y se calló en un segundo. Me pegué a él mucho más y cerré los ojos mientras escuchaba los pasos del hombre acercándose a nosotros, escondidos en el armario.

-          Matt. –Murmuré.

-          ¿Sí?

-          Si no salimos vivos de aquí, quiero que sepas que…

-          ¿Qué?

-          ¡Aquí estáis! –Alguien abrió las dos puertas sorprendiéndonos. Yo grité fuertemente mientras la luz de la habitación me cegaba por completo.

-          ¡Oh Dios! ¡Cody! –Matt saltó del armario y se abalanzó sobre el extraño, brindándole un abrazo… ¿Fraternal?

-          ¡Pequeño Matti! ¿Qué os creíais? ¿Qué era un asesino? –Aquel chico era un poco más alto que Matthew, tan rubio como él, pero tenía un flequillo que caía sobre sus ojos verdes, y unos brazos fuertes y musculosos, más que los de Matt.

-          ¿Qué haces aquí?

-          Tenía pensado venir por la tarde, pero el tren se retrasó y no había casi ningún taxi que me trajese hasta aquí. Así que he llegado muy tarde. –Aclaró avergonzado rascando su nuca, al igual que Matt.

-          No entres tan de repente. Nos has asustado.

-          Todo ha sido culpa del cubo que había sobre la puerta con pintura o sangre falsa. Me ha caído en la cabeza y no podía hablar bien con él. –Rió.

-          Dabas miedo así. –Matt lo imitó.

-          Por cierto, ¿Quién es ella? –Miró pícaro hacia mí.

Matt dirigió una mirada confusa a mis ojos, luego a él, y forzó una sonrisa incómoda. –Es la única amiga que tengo ahora en el pueblo… pero papá y mamá no saben que está aquí, así que no les digas…

-          Lo sé enano. –Este revolvió el pelo del más pequeño. –Bien. Yo soy Cody, el hermano de Matt, ¿Y tú? –Me alargó una mano esperando a que la tomase, como saludo.

-          Mi nombre es Candy. –respondí sonando agradable. Apreté y agité su mano en un acto agradable de saludarle.

-          Bien chicos, ya que sabéis que no vengo aquí para asesinaros, ¿por qué no nos vamos a dormir? Estoy agotado del viaje. –Dio unas palmadas en el hombro de Matt y dio un gran bostezo, adoptando la apariencia a un cocodrilo.

-          Está bien. Candy, ven. –Matthew cogió mi mano y me condujo hasta otra habitación.

-          ¿Sí?

-          ¿Querrías quedarte a dormir? Mis padres no vienen hasta mañana al mediodía.

-          Oh, por supuesto. –Sonreí abiertamente.

Nuestra sonrisa se desvaneció cuando Cody irrumpió en la habitación. Matt articuló algo con sus labios rosados, no entendí el qué, pero al parecer su hermano sí, ya que este le guiñó un ojo.  Caminamos hasta la ya conocida habitación de mi rubio, y nos dejamos caer sobre la cama. Nuestras vistas en el techo, nuestras manos entrelazadas.

-          Y bien… ¿Qué tal lo has pasado? –roté sobre mí misma. Quedé a poca distancia de su rostro, ya que él seguía bocarriba y yo ahora, bocabajo.

-          Genial. Hay que repetirlo.

-          Bien. –Besé sus labios sin dejarle ni tomar un poco de aire. Sonrió y rápidamente me colocó sobre él. –Esto es lo único que necesito. Pasar horas y horas así contigo. Te… quiero… Candy.

-          Yo también. –Me apoderé de su boca otra vez. Giramos por la cama mientras nos besábamos dulce y lentamente, posicionándose él encima de mí ahora.

Me aparté de él y le miré divertida. Me lanzó una extraña mueca de no entender nada. – ¿Tú habías puesto ese cubo? –Inquirí de repente. Oh, sí. Lo pillé desprevenido. Entrecerré los ojos ahogando una risa que necesitaba salir cuanto antes.

-          Eh, sí. –Respondió. Torció sus labios, formando una sonrisa inocente de la cual no pude seguir reteniendo la risa.

-          ¡Oh Dios! ¡Eres terrible! ¡Querías que me cayese a mí! –Salté en la cama y crucé mis piernas.

Me senté frente a él y nuestras miradas se cruzaron varias veces, y en cuestión de segundos ya estábamos riendo a más no poder. 

'Wolves'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora