Capítulo 8:

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Cuando decidí volver del paraíso a la tierra, pude percibir que nos encontrábamos en un patio vacío, nadie estaba allí para presenciar nuestra romántica escena, nadie. Estaba muy segura de que apenas los verdes ojos de Madison se fijaron en mi figura sumada a la de Joe, había desaparecido de inmediato, los celos corroían por su cuerpo y no de eso cabía duda, muy buen, así Joseph cantaba victoria.

—Felicitaciones Adam, hiciste que una pobre chica se sintiera desgraciada —Musité de lo más normal, la verdad es que el estado de la chica no me importaba en lo más mínimo.

—Y eso es justo lo que me traigo entre manos. Pensarás que tengo el corazón de piedra, pero tú sabes, solo quiero que ella vuelva conmigo —Me sonrió con dulzura y besó mi frente en un gesto de agradecimiento por mi ayuda.

Ya era hora de que dejara de repetir todo el tiempo que quería volver a estar junto a su esquelética noviecita, me hacía sentir fracasada. Me sentía absurda, patética sintiendo cosas en lo que solo era actuación.

Inquirimos que no hacíamos nada más que ocupar espacio bajo un árbol del colegio, estábamos solos y parte del teatro había finalizado… por ahora.

El transcurso del día fue siempre lo mismo: besos, besos y más besos eufóricos que hacían de Madison la chica más infeliz de la preparatoria, a Joseph; el chico más victorioso y ganador… y a mí, la chica más feliz y complacida del universo.

Pobre, Joseph nunca se enteraría de las mil y un cosas que me hacía sentir cuando me tomaba de los brazos, acercaba pacíficamente su rostro al mío y por fin capturaba mis labios entre los suyos.

Llegamos a casa a eso de las cinco con veinte y cinco minutos, la hora perfecta para charlar cómodamente en mi departamento, pues no había nadie que se atreviese a emitir algún comentario burlesco acerca nuestra relación y no me refiero solo a Daphne, sino a toda mi familia en general, al parecer todos estaban en mi contra .

— ¿Quieres entrar? Tengo la clase de comida que te gusta —Sonreí simpática.

—Bien. Mientras más me retrases para llegar a casa, me haces otro gran favor —Carcajeó, lo que fueron molestas y cosquillosas mariposas revoloteando por mi estómago.

Adoraba mi casa en silencio, era la hora en que solamente habitaba Joseph y yo, mi espacio de tiempo favorito.

Como era ya de costumbre, Joseph corrió hacia mi habitación para acomodarse frente a la televisión, buscar uno de esos programas tontos que a la vez solían ser los más cómicos, quitarse los zapatos, tirarlos por algún lugar y esperar a que yo apareciera con comida chatarra y algo de beber.

Preparé comida rápida. Solía haber en cantidad en la casa, a mamá le recordaba a mi hermano, es una lástima que su novia lo amarrara hasta Australia… ¡Que va! Eso no es una lástima, aunque alguna de esas veces lo extrañaba… disfrutaba como nunca su ausencia, nada más de apodos vergonzosos e hirientes, nada más de ropas asquerosas esparcidas por todas partes, nada más de desorden.

Preparé de esas papas fritas que en un par de minutos se encuentran ricas y crujientes en el plato, dos hamburguesas y dos vasos llenos de ese líquido dulce adictivo: Coca – cola.

La bandeja era enorme y pesaba más de lo normal, sabía que se veía asqueroso en una chica, que comiera tanto, pero ¿Y qué? Estaba más que acostumbrada a comer como hambrienta frente a Joe. — ¡Jess! —Exclamó al verme aparecer por la puerta de mi habitación, por sus ojos brillantes, por su sonrisa tan expandida, supuse que no anhelaba más que devorar los alimentos que había preparado— ¡Por Dios! ¡Eres el ángel de la comida asquerosa! — ¿Eso era… un cumplido o se suponía que debía ofenderme? Enarqué una ceja, Joe despejó el velador y luego se vio ocupado por la bandeja. — ¿Tratas de decir que mi comida es horrenda? —Pregunté ofendida. —No —Negaba con la cabeza al mismo tiempo que miraba el plato de comida como si fuese la última que probaría en su vida— Con comida horrible me refiero a que no es el tipo de comida que deberíamos ingerir a diario, últimamente todas las semanas este es nuestro plato principal. — ¿Y qué tiene de malo? ¿Qué sucede si mañana me sucede algo? ¿O si a ti te llegara a pasar algo? Disfruta de lo que tienes en el presente, no pienses en consecuencias tontas como esas —Bufé molesta, detestaba que las personas siempre anduviesen pensando en… “Pero si seguimos así vamos a…” ¡No! Solo háganlo y luego no miren hacia atrás, sé que mi forma de pensar no estaba del todo bien, pero en algunos casos… no estaba mal.

Me senté a su lado y comenzamos a compartir la exquisita comida. En un momento casi pierdo la vida cuando bebí coca cola y Joe explotó en risas producto al cómico programa de televisión. —Tranquila, respira, respira —Me decía aún contagiado por el chiste, mientras daba pequeños golpes en mi espalda. Ni si quiera estaba preocupada, más bien era él, el que de a poco iba volviéndose serio ante mi deplorable estado, yo aún seguía con los ojos llorosos producto a la risa provocada por la suya. —Oye, ya es demasiado —Noté el tono de su voz con un serio dejo de preocupación, tomó de mis brazos y los levantó como si yo fuera una niña indefensa de 5 años. Luego de segundos mi respiración había vuelto a la normalidad y Joe soltó un largo suspiro relajado. Solté una leve carcajada al ver su antes afligido rostro pasar a uno calmado y aflojado. —Enserio me preocupaste —Musitó sin cambiar su seria expresión del rostro. —Ya estoy bien, puedes tranquilizarte —Sonreí. —Ya era hora ¿No? —Volvió a sonreír y dejó la bandeja con los platos vacíos en el suelo. Me acomodé en mi acolchado no esperando más que seguir respectando el programa, estaba muy bueno y para ver la repetición tendría que esperar una eternidad. —Jess —La melodiosa voz que tenía se escuchó en un susurro por toda la habitación. — ¿Si? —Giré mi rostro y lo encontré con una mirada ida. Sus ojos brillaban más de lo normal y los músculos relajados de su rostro me llenaron de confianza y pasibilidad.

— ¿Me permitirías hacer algo? —Habló sin quitar su penetrante mirada de mí, lo que de a poco comenzaba a surtir efecto. — ¿De qué se trata? —Sonreí inocente, aunque por dentro los nervios comenzaran a aparecer, me sentía de alguna extraña manera… tranquila, sabía que cualquier cosa que pidiera… sería algo simple y nada complicado. Sonrío y se acomodó a una corta distancia de mí. Algo no andaba bien ¿O sí? Parece que tendría que buscar en el más mínimo rincón alguna respuesta sobre lo que Joe trataba de hacer. Elevó una de sus extremidades y sentí el tibio tacto en mi mejilla. Por más que tratase de mantenerme controlada, relajada, Joseph iba empeorando mi situación, ya no solo acariciaba mi mejilla con su pulgar sino… de a poco iba acercándose. —Solo… —Susurró sobre mis labios— Solo… quiero saber… si puedes… —Su aliento dulzón producido por la bebida, cada vez más iba volviéndose más notorio en mi sentido del olfato. Estaba cerca— si puedes actuar como toda una profesional —Concluyó dichas palabras cuando sentí de una sola vez sus suaves labios sobre los míos. Posiblemente era solo yo, pero sentía más que la escena de un beso creado para teatro, sentía más que eso. Suave, delicioso y si era verdad, hasta se podía describir una pequeña gota de sentimiento real.

Ya no podía oír nada de lo que ocurría a nuestro alrededor, no más que la delicada melodía producida por nuestros labios chocando con dulzura y si fuera lo que mi corazón percibía… sinceridad, ¿Pero cómo? ¿Cómo podía ser ese beso sincero si él me decía que era actuación? ¿Cómo? Sus labios dibujaban mi boca como si fuesen siempre tan conocidos para su persona. Los entreabría y cerraba a un compás creado a la perfección, me era hasta imposible describir con lujo de detalle todo lo que me estaba entregando con un acto tan simple como besar. ¿Cuándo fue, que no logré darme cuenta, el momento en que el deseo apareció por primera vez en ambos creadores de tal escena? No tengo idea, ni tampoco planeo sacar conclusiones del asunto, no estaba más interesada que en disfrutar de uno de los mejores momentos de mi vida, en recopilar sentimientos que nadie podría entregarme. Mi cuerpo se estremeció por completo, cuando por primera vez una de sus tibias manos se coló por debajo de mi polera y acarició la suave piel de mi cintura. Iba a enloquecer.

In Another LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora