Capítulo 12:

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 — ¿Acaso no piensas ir? —Preguntó con inocencia esa tan conocida voz. Estaba paralizada y más aún cuando sus labios tocaron con delicadeza la piel de mi cuello.

 ¿Qué se suponía que era lo que estaba haciendo? ¿No se suponía que ese tipo de cosas estaban prohibidas entre mejores amigos? Si, y lo peor de todo es que no tenía ni un poco de voluntad para separarlo de mí.

—Yo… yo… si iba a ir, solo… tenía…. Tengo… que bañarme —Oh perfecto, aparte de interpretar a una momia, resulta que también era tartamuda, algo que jugaba en mi contra, eso le hacía notar a él lo débil que era.

Me giró y en un dos por tres estaba siendo acorralada entre la espada y su anatomía.

—Joseph ¿Qué es lo que haces? —Pregunté afligida mientras escabullía mi mirada de la suya.

—Nada —Susurró sobre mis labios.

Me quedé quieta, si algo estaba por suceder no sería yo quien iniciara, era él quien haría el primer movimiento. Y así fue, sus labios de una manera increíble atraparon a los inmóviles que eran los míos.

¿Cómo hacía para que lo sintiera tan cerca de mí cuando se suponía que no estaba entregando absolutamente nada? Se podía decir que era algo mágico y más que eso.

Su cuerpo estaba totalmente acoplado al mío y debo decir que no era ni una sensación incómoda, al contrario, era un lujo y placer tenerlo tan cerca de mi anatomía.

Sus manos estaban inquietas, presentía que necesitaba más de dos para acariciar mi cuerpo por completo y solo sonreí complacida en medio del eufórico beso que estaba creando.

Me sentía torpe, lenta al no poder llevar el mismo ritmo. Joe estaba impaciente y pretendía hacer muchas cosas a la vez, lo peor de todo era que lo estaba logrando y comenzaba a causar cosas que jamás había pensado experimentar.

Mientras que con los dedos temblorosos desordenaba su cabellera, él tomaba una de mis piernas desnudas y la acomodaba alrededor de su cintura para poder acariciarme en su totalidad.

Aún alguna parte de mi cuerpo seguía paralizado ante la reacción de Joe, por lo que temblaba sin explicación alguna y con los nervios de punta tomé el borde de su remera blanca ajustada para alzarla de una vez y tener su torso desnudo a mi merced.

Deslizó su labio inferior por mi garganta hasta el lado izquierdo de mi cuello y depositó un beso húmedo para luego volver a besar mis labios con la misma intensidad que lo hizo a un principio. Sentía que me estaba ahogando, como podía lograr tanto haciendo tan poco, era algo increíble y difícil de comprender. Sus caricias se iban volviendo cada vez más apasionadas, sensuales y lujuriosas, pero pude notar que trataba de hacer las cosas con delicadeza, le costaba trabajo, pero de todas maneras… quería tratarme como una verdadera muñeca de porcelana, con cuidado, con respeto. Mi polera comenzaba a subir y no emití ni una queja al respecto, ansiaba más que nada en estos momentos volver a sentir su piel. Tomé su rostro entre mis manos, sentía que en cualquier momento se alejaría de mi para aclarar de que las cosas no estaban bien, que se había descontrolado y solo había sido un error. No. Lo quería y necesitaba sentir ese extraño sentimiento que me entregaba en cada beso. No sé con exactitud si era amor, cariño, amistad… (No eso jamás) o algo más, eran una infinidad de cosas mezcladas que me hacían sentir especial, de él. Su lengua mentolada recorría con cuidado toda mi cavidad bucal, parecía estar analizando cada parte para así recordarme una vez que se distanciara. A pesar de que estuviese conmocionado y que pareciera querer hacer las cosas con rapidez, mordía mi labio lento, pero sensual y con un dejo de timidez succionaba suavemente mi labio inferior.

Ya no pensaba, ya no asimilaba las cosas que estaban ocurriendo y solo quería llegar a más. Luego de acariciar su torso unas mil veces más, conduje mis manos hasta su cinturón y con una facilidad increíble lo quité. Una vez que comencé a bajar el cierre del pantalón, Joseph guio sus rojos e hinchados labios hasta mi clavícula y repartía húmedos besos por toda la piel desnuda de mis hombros. El pantalón había caído al suelo y para no incomodarlo, Joe lo alejó de sus pies. Nuestros cuerpos estaban húmedos y no es que fuese el sudor, el baño estaba evaporado producto al agua caliente saliendo con fuerza de la ducha. Joe se alejó de mí y me miró directo a los ojos. Era el fin, supuse, Joseph se había percatado de lo que estaba sucediendo. —Lo lamento —Susurró acariciando mi mejilla. ¿Qué? No eran exactamente esas palabras las que estaba esperando. ¿De qué se lamentaba cuando estaba haciendo uno de los momentos más maravillosos de mi vida? — ¿Qué lamentas? —Seguí el tono de su voz, agitado y bajo. —No… no medí las cosas, no debo someterte a algo así —Se refugió en mi cuello e inhaló fuertemente mi perfume. Acaricié su espalda desnuda. Si él supiera que no estaba haciendo nada malo. —Joseph… —Lo alejé de mí y lo miré a los ojos— yo… no me estoy negando a ti —Susurré y sonreí sin energías.

In Another LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora