Capítulo 21:

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Suspiré apaciblemente sobre sus dulces labios rojos y en segundos me inundó en el jugo más delicioso y placentero que en toda la vida pudiese probar. Nos besábamos una vez más al maravilloso compás creado por cada uno, era tranquilo, repleto de ternura y si no me equivocaba, había un sentimiento muy importante involucrado, era grande pero lograba pasar por desapercibido, más no esta vez, llegaba a sentir temor de decirlo, pero había que confesarlo de una vez; Amor.

Estaba dispuesta a decirle todo lo que lo amaba, todo lo que sentía y con el solo hecho de pensarlo mis ojos se cubrían de lágrimas bajo mis parpados. Nunca había pensado en sentir algo parecido, y de hecho, no tenía ni la menor idea de que existiera algo tan maravilloso como lo era este sentimiento tan grande.

Sus manos se alejaron de mis brazos y en un rápido movimiento me tomó en brazos. Solo sonreía sin dejar de mirarlo, ¿Por qué no nos atrevíamos a decirnos de una vez a la cara que era lo que ocurría? ¿Tanto era el miedo?

Caminando conmigo a cuestas, hundió su rostro en mi cuello e hizo con sus labios suaves caricias que no tenían otra finalidad que hacerme cosquillas.

Era una escena conmovedora, como me hubiese gustado apreciarlo desde lejos, sabía que era un cuadro pintado con infinita ternura.

Me recostó sobre una superficie acolchada, parecía una cama, un sillón en realidad, convertido en un lecho.

Se recostó sobre mí y antes de volver a besarme, llevó sus dedos a mi rostro.

— ¿Qué haces? —Reí al notarlo tan concentrado.

—Me gusta recordar cada una de tus facciones —Sonrió y besó mi frente.

Mordí mi labio inferior, nada podía ser más perfecto.

Sus labios no se despegaron de mi frente y comenzaron un camino por mi cien, mejilla y finalmente mis labios. Era dulce como la miel y sus caricias no eran más que delicados masajes.

El tiempo volaba y nada nos interesaba, podría seguir el resto de mi vida, sin cansancio alguno, devorando sus labios y enredando mis dedos en su cabellera negra para que nunca pudiese alejarse.

Me levantó sosteniendo sus manos en mi espalda y con dificultad retiró la chaqueta de mezclilla.

Mi cuerpo se estremeció por completo al sentir la temperatura, hacía frío y yo solo lucía con una polera de mangas cortas. Para quedar a mano, colé mis extremidades por sus hombros, bajo la chaqueta y la fui deslizando hasta que el mismo terminó por quitarla y dejarla caer a la misma distancia que la mía había quedado.

Acariciaba mis brazos como si tratara de evitar que me congelara… y era obvio que lo hiciera, mi cuerpo estaba temblando.

Ladeaba lentamente, pero constantemente la cabeza para darle un mejor y mayor acceso a su mentolada lengua, que junto a la mía iniciaban una batalla a muerte. Sus labios era un verdadero placer, tan adictivos como el café y tan dulces como el mismo chocolate. De a poco llegaba el momento en que comenzaba a impacientarme, disfrutaba tanto su ternura, pero comenzaba a pedir a gritos su desesperación, que se descontrolara… y para ello debía hacer algo. Con una fuerza inexplicable en mí, terminé quedando sentada en su cintura y teniendo una perfecta vista. Tomé el borde de su remera y la fui levantando mientras sus ojos no se despegaban de los míos y una leve sonrisa traviesa se iba dibujando en sus labios. Una vez fuera acaricie deseosa su pecho en su totalidad y me acerqué, sin hacer contacto con mi cuerpo y el suyo, hasta su cuello. Empecé por pequeños e inocentes besos, que terminaron siendo lujuriosos y sensuales. Cuantas cosas pasaban por mi cabeza, tenía una lista repleta de acciones con las que podía hacerlo enloquecer, pero con los besos, las interminables caricias en su pecho y bajo vientre… habían sido lo suficiente para lograr despertar todos sus sentidos. Una vez más era yo quien se encontraba siendo presionada contra el acolchado, y debo admitir que estaba contenta por ello. Decidido y algo agitado besó mis labios con euforia, su lengua recorría con descontrol toda mi cavidad bucal y se enredaba con la mía una y otra vez.

Al mismo tiempo, sus manos estaban jugando con impaciencia en el broche de mi pantalón y gracias a su gran entusiasmo, en segundos bajaba la prenda ajustada y terminaba arrugada en el suelo. Deslizó suavemente la punta de su lengua por mis labios y se separó para tomar de mis manos y posicionarlas a cada lado de mi rostro. Con tan solo mirarlo directo a sus ojos desesperados, me dejó claro que dejara mis manos tal donde él lo había hecho. Apreté mis ojos apaciguando el inmenso placer que estaba experimentando con el solo hecho de sentir su respiración agitada sobre mi bajo vientre. Sus labios por fin hicieron contacto con mi piel y mi hermosa polera comenzó a subir a medida que él repartía una infinidad de húmedos besos sensuales por mi bajo vientre, ombligo y así en ascensión. La remera desapareció de escena y él seguía repartiendo besos en la loma de mis pechos, atiné a llevar mis manos hasta su sedoso cabello y hundir mis dedos en este para que no se alejara por un instante. La sensación de calor que sentía a medida que rozaba su lengua con mi piel me estaba volviendo loca. Con una sensualidad increíble deslizó de labio inferior por mi piel hasta atacar mis labios una vez más. Y otra vez yo me encontraba sobre él y esta vez para quitar el cinturón, desabrochar el pantalón y tomar el borde de este para poder deslizarlo hacia abajo, mientras aprovechaba de acariciar sus bien formadas piernas.

Al deshacerme de la prenda, giré mi rostro con velocidad, solo para correr el cabello de este, y miré a Joe con una sonrisa  el rostro. Él solo me miraba serio y mordía cruelmente su labio inferior. Sus manos subieron por mis pechos hasta mis hombros y deslizaron los breteles hacia los lados, lo que hacía de mi posición más sensual y atractiva para sus ojos. —Ayúdame —Susurró sensual. Y no me quedó opción que acatar a lo que él pedía. Llevé mis manos hasta mi espalda y sin dificultad desabroché la prenda, estando lista para retirar, Joseph llevó sus manos a los breteles y comenzó a bajarla dejando a su exhibición mi torso desnudo. No sentía nervios, ni si quiera cuando sus ojos recorrían mi pecho con detención y luego… sentí en mi entrepierna el efecto que causaba en él. Susurró y no pude descifrar qué, más cuando iba a preguntar, tomó de mi cintura y nuevamente estaba sobre mí. Su anatomía ya estaba húmeda producto al calor que emanaba la situación y no había dudas que mi piel debía estar en el mismo estado. Mientras besaba mis labios, acariciaba mis piernas con lentitud y de a poco las iba separando para acomodarse a la perfección y comenzar con torturadores movimientos sobre mí. Gemí suavemente sus labios al sentir que la presión que hacía iba siendo cada vez mayor.

 Sus manos ya habían tomado la decisión y me despojaban de la única prenda que cubría mi cuerpo y al tenerme completamente desnuda, las guío hasta mis pechos para masajearlos con lentitud y pronto, sus labios se encontraban besando la parte más delicada de ellos. Solo podía gemir ante todas las maravillas que lograba hacerme sentir, su lengua se desplazaba de un lado a otro y comenzaba a desesperarme, lo necesitaba dentro de mí, llenándome de placer, cariño, amor. Mientras se encontraba concentrado en esa parte de mi anatomía, tomé el elástico de su bóxer negro y lo deslicé todo lo que mis brazos me lo permitieran, para luego dejarle la misma tarea a mis pies. Capturó mi boca completa y jugó apenas pocos segundos con mi lengua. Se separó y respiró jadeante sobre mis labios. Me miró a los ojos y sonrió con ternura. Iba a decírselo, iba a decirle por fin que lo amaba, pero todas mis palabras se ahogaron en un largo gemido al sentir como hacía presión en mí entre piernas y se movía delicadamente apaciguando la suave puntada. La ola de calor iba creciendo a medida que me embestía una y otra vez. Trataba de ser cuidadoso y lento, pero estaba viéndose obligado a comenzar con una serie de movimientos más rápidos. Gemía sin cuidado sobre mis labios y no hacía más que incentivarme a seguir. Arañaba su espalda y mordía uno de sus hombros tratando de contener el placer, pero cada vez era más difícil. Ni uno de los cuerpos se agotaba, al contrario, pedían agritos más.

 Giramos en la cama y solté un grito ahogado al sentir como me penetraba con mayor fuerza al estar yo sobre él. Me sujetaba de la cintura para ir guiando cada movimiento. Soltó un gran gemido y caí rendida en su pecho. Su corazón latía más fuerte de lo normal… por la luz que entraba con poca intensidad por una de las ventanas… podía apreciar como nuestros cuerpos brillaban a la luz de la luna. Aún ahogado, tratando de recuperar el aire, acariciaba mi espalda y mi cabello de forma vertical. Suspiraba de forma continua y yo no sabía cómo comenzar a decirle lo que sentía.

In Another LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora