Capítulo 22:

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Como estábamos en el entretecho, la música de la fiesta se escuchaba con poca intensidad, por lo que el silencio abundaba y dejó que escucháramos con claridad un ruidoso trueno y luego la lluvia. Las gotas golpeaban con fuerzas la ventana y parecían querer romper el tejado para inundarnos. El viento, la lluvia, relámpagos y truenos, no me hacían sentir más que protegida entre los brazos de Joseph. Aún seguíamos desnudos, tapados solamente por una frazada y sentía a mi cuerpo más tibio que nunca, no habitaba el frío.

Suspiré suavemente y levanté mi rostro para poder mirar a Joe directo a los ojos. Sonrió con ternura y acarició mi mejilla con su mano derecha.

Era el momento, era el instante perfecto para decirle a Joseph la palabra más importante que podría decir, esa palabra tan corta, pero tan grande a la vez, la que deja una marca en la vida.

—Joseph —Susurré con el nerviosismo presente en la voz.

— ¿Si? —Volvió a sonreír al notar que algo trataba de decirle, más no me sentía preparada.

—Hay algo que debes saber —Musité con una leve sonrisa en los labios, tenía tanto a ser rechazada.

—Esa voz de misterio —Carcajeó mirándome con una divertida expresión— Dime.

—Yo… —Mis ojos por última vez vagaron tranquilos por toda la habitación, preparándome para mi misión— Joseph… —Y ahí me encontré con sus hermosos ojos almendrados— Joseph… yo te amo —Susurré. Sentí mi cuerpo más liviano y mi conciencia más limpia que nunca, por fin había tenido el valor para decirlo y era una sensación enormemente satisfactoria, pero al cabo de unos segundos, cada espacio dejado en libertad en mi cuerpo, se fue rellenando de nervios interminables.

Creía morir con el paso de los segundos. Miraba concentrada el rostro de Joseph, buscando expresiones, algo que me diera un indicio de qué era lo que sentía, pero él decidió quedarse con los ojos idos, inexpresivo total. Parecía que sus oídos se hubiesen estado tapados y no hubiese alcanzado a escuchar mi declaración, era como si aún esperara a que le dijera algo.

—Joe… —Volví a susurrar y esta vez mi voz sonó más temblorosa que veces anteriores, pero necesitaba saber de una sola vez si él sentía lo mismo.

—Jessica —Por fin sus labios se movieron y me indicaron que ya había escapado de su transe.

Me miraba con los ojos tristes y apagados, desesperados y asustados… no era una buena señal.

El silencio volvía reinar en el cuarto y de a poco fui sintiendo como un gran nudo comenzaba a nacer en mi garganta.

—Jess —Musitó con voz fúnebre, me tomó con cuidado y se sentó para volver a enfrentarme con mayor comodidad y hacerme saber lo delicado que podía ser el tema— Sabes que te quiero, que te adoro ¿Verdad? —Dejó ver sus pequeños dientes en una leve sonrisa, la cual al segundo, ya había desaparecido.

Asentí con un dejo de esperanza e iluminación en mi corazón, quizá no sería tan malo.

Apoyó sus manos en mis hombros, las deslizó hacia arriba, por mi cuello hasta llegar a tomar de mis mejillas y sonrió al mirar mis ojos brillantes.

—… Pero amar… es un sentimiento muy grande —Susurró con la voz firme. Estaba siendo sincero.

Sentí como el aire brillaba por su ausencia en mis pulmones y como mi corazón comenzaba a desvanecerse. ¡¿Cómo diablos pude haber sido tan estúpida?! ¡Nunca debí de haberle dicho! ¡Estúpida niña con ilusiones! Debí de haber guardado silencio.

Mis ojos se cubrieron de lágrimas y agaché el rostro humillado, ¿Cómo se suponía que lo miraría a los ojos desde ahora en adelante?

—Jess… Por favor, no me mal intérpretes, lo que sientes es hermoso, pero se supone que solo es… lo mismo que siento yo ¿No? No me ves con otros ojos ¿Verdad? —Y ya lo había entendido. ¡Se había dado cuenta! Su voz sonaba con desesperación y yo no hice más que tirar la sábana hacia atrás y salir del acolchado para tomar toda mi ropa y poner en su lugar a cada prenda— ¡No! No, no, no… oye ¿Qué sucede? Jessica —Salió exaltado de la cama y con rapidez llegó hasta a mí para tomarme de un brazo y no dejarme escapar. Con el corazón quebrado y herido, humillada y molesta quité su brazo de encima, ni que me tocara quería. Mientras me vestía, sentía como las lágrimas, que inundaban en su totalidad a mis ojos, comenzaron a correr cargadas de odio por mis mejillas. Estaba lista y tomé mi chaqueta apresurada para salir del cuarto, pero nada iba a ser tan fácil, Joseph había tomado mucho menos tiempo que yo y ya se encontraba vestido impidiéndome el paso. —Vamos, tenemos que hablar —Ni su voz desesperada me haría mirarlo a los ojos, me sentía tan usada. Ahora era cuando entendía por qué Joseph siempre prefería la clase de chica; Madison. Seguía en silencio, tratando de no romper en llanto, tarea cual ya comenzaba a tornarse dificultosa.

—Mírame —Susurró tomando mi rostro entre sus confusas manos y me obligó, con delicadeza, a mirarlo a los ojos— Jess… ¿Estás llorando? —Cada vez iba sorprendiéndose más, eran muchas las sorpresas y aún no acababan— ¿Qué tratas de decir con todo esto? —Su voz estaba ahora y yo no podía creer como diablos no comprendía que era lo que sucedía— ¡Háblame! ¡¿Acaso estás enamorada de mí?! —Exclamó furioso al no obtener ni una respuesta de mi persona. Y otro puñetazo a mi corazón, ¿Él no estaba enamorado de mí? ¿Él no sentía lo mismo? Empiezo a maldecirme por ser tan ingenua. — ¡Jessica! —Gritó en medio de una pataleta. — ¡Ya déjame! —Devolví el grito y el mío lo superaba— ¿Qué si acaso estoy enamorada de ti? ¿Eso me estás preguntando? ¡Maldita sea! —BOOM. Había explotado el llanto, ya no lo resistiría ni un segundo más— ¡Estoy enamorada de ti desde los siete años! ¡DESDE LOS SIETE! ¡DIABLOS! ¡¿Cómo ES QUE NUNCA TE DISTE CUENTA?! —Grité a toda voz, sin importarme que sus ojos reflejaran confusión y estupefacción. Luego de haberme desahogado con unos cortos gritos, me quedé con los ojos pegados en él, no se atrevía a mirarme. Era uno de los momentos más incómodos en mi vida, pero por fin podía decirle todo de una vez. —Hiciste el amor conmigo… ¿Sabes lo que significa Joseph? —Sollocé recordando ambos momentos, cada beso, cada caricia. Tragó saliva y me miró sin palabras en la boca.

—Pensé que… pensé que lo hacías por… por amor —Y nuevamente lloraba sin consolación alguna. —No estoy enamorado de ti Jessica —Susurró posando sus manos en mis brazos y haciéndome entender con la mirada que toda amistad, toda relación entre los dos, había llegado a su fin. Mis ojos debieron haber estado más rojos de lo normal cuando lo escuché prenunciar con desprecio y sin interés esas crudas palabras. Me solté de él y lo miré con ahogo en los ojos. Sin esperar más salí corriendo, quería estar lo más lejos posible de él, si era necesario, no verlo más. Sentí sus gritos llamándome detrás, sus grandes pasos al correr, pero gracias a la multitud logré distraerlo y salir de la casa sin dificultad. Corría en la oscura noche bajo la lluvia, sin dirección alguna y sin protección, estaba sola, tan sola como me quedaría el resto de mi vida por haber confesado el secreto más grande. Era una gran lección; Hay secretos que eran mejor guardarlos para siempre. Ni la lluvia lograba cubrir el llanto y al girar mi rostro, me vi parada en medio de una calle vacía, oscura y el miedo comenzaba a inundar mi cuerpo. Entre el llanto, la desesperación, la angustia y la tenebrosa sensación de peligro, tomé mi teléfono celular y llamé a mi hermana con urgencia, atendió enseguida, quien al escuchar mi voz quebrada y al notar lo cual destrozaba estaba, no tardó en aparecer en la calle.

Dios, Con que papá y mamá se enteran de esto, te matan ¿Sabes? Y pierdes para siempre la oportunidad de salir a fiestas locas —Dijo divertida. Tenía dos opciones; Una: No se había percatado de mi deplorable estado y Dos: No sería entrometida por primera vez en la vida— ¿Vas a decirme que es lo que sucedió? ¿No creas que soy inocente y no me doy cuenta de lo que te sucede? —Ahá, como lo pensé. —No quiero hablar —Expresé más seria que nunca y hasta me asusté cuando vi mi rostro de un verdadero cadáver en el reflejo del vidrio. Apenas entré a casa, corrí a mi cuarto, cerré la puerta y dejé que el llanto me absorbiera una vez más, ¿Cómo pude haber sido tan inútil? ¡Lo había perdido todo! ¡A mi mejor amigo y a la persona a quien más amaba! Las fotos pegadas en uno de mis muebles no ayudaban nada, caras divertidas de Joseph y mías, cumpleaños, cenas familiares, paseos al campo… una infinidad de actividades cual no serían las mismas con la ausencia de uno. Mis parpados comenzaban a caerse producto al cansancio, las lágrimas me habían vencido, cuando mí no muy moderno celular comenzó a sonar con imprudencia. Debía de ser Joseph y para asegurarme, estiré el brazo y agarré el aparato entre mis manos indecisas. Stacy. —Hola —Musité con la voz más apagada que nunca. ¿Por qué diablos había contestado? No deseaba hablar con nadie. — ¡Jessica! —Exclamó en un doloroso sollozar.

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