Capítulo 9:

604 41 8
                                    

Aunque de a poco la curiosidad y el deseo comenzaban a aparecer, el delicado dejo de ternura y dulzura no parecían querer dejarnos libres.

Sus labios más acoplados que nunca a los míos, provocaron que con lentitud mi cuerpo fuese descendiendo hasta quedar completamente estirado en el acolchado.

Sabía que alguna parte de su ser estaba queriendo desatar lo más oculto que tenía, la locura y las ganas de atacar a su víctima de una manera enloquecida, eufórica, la más violenta, pero a la vez la más sensual y la más placentera que llevara dentro de sí, solo que aún no se percataba de sus actos y trataba de alguna manera manejar la situación para no perder el control.

Mi cuerpo se hundió más de lo normal en el colchón de plumas y un tibio calor se apropió de mi cuerpo, Joseph estaba sobre mí. En ni un momento sentí de su parte el querer abandonar mis labios, es más, parecía que cada segundo transcurrido, fueran convirtiéndose en el vicio más adictivo que pudiera existir en su mundo. Ni hablar de mí, podía sentir mis pulmones en busca de oxígeno, a mi corazón palpitar a mayor velocidad, a la sangre correr a una fuerza incontrolable por mis venas… y nada de eso parecía preocuparme más que saber que en cualquier momento el maravilloso momento que ahora estaba viviendo… se acabaría.

Sus manos que permanecían meciéndose con calma en mi cintura, se decidieron temblorosas a bajar por mi cadera y proseguir el mismo recorrido en línea recta hacia abajo. Atraparon mis muslos y luego de una serie de caricias nerviosas, se apoderaron completamente de ellos, para separarlos con sumo cuidado y acomodarse a gusto entre mis piernas.

La presión que iba ejerciendo sobre mi cuerpo cada vez más iba volviéndose mayor y no podía evitar ahogar leves gemidos entre los besos más pasionales que alguna vez podría lograr dar.

Percibí como trataba con dificultad dejar de besarme para poder proseguir con su tarea sobre la piel de mi mejilla, bajar por mi mentón y como destino final: mi cuello. En aquel momento no podía reaccionar, no podía actuar, no podía pensar, no más que en el gran disfrute que Joe estaba entregándome, por lo que en el momento menos esperado, percibí una suave brisa de viento por mi vientre y me di cuenta de que mi polera iba ascendiendo cada vez más.

Por primera vez sentí a los nervios circular por mi mente, el temor de que Joseph me viera semidesnuda me hacía estremecer, ¡Nunca habíamos cometido un acto como este!

Temblorosa elevé mis manos y él acató enseguida a retirar mi linda polera de la escena. ¿Qué era lo que nos sucedía? Esto ya era una exageración del teatro que Joe había comentado, era más que eso, estábamos expresando cosas y haciendo del juego, el más emocionante de mi vida.

Arrastró sus manos con cautela en dirección hacia lo alto y me ahogué cuando sentí sus manos apropiarse de mis pechos sobre la blanca tela de mi bracear.

Moría por experimentar el calor se su piel sobre la mía, que quemara sobre la mía, pero debía resistir, debía sobrevivir ante sus caricias, aunque dudo que salga de todo este placentero juego como la vencedora por controlar sus acciones. Aún no razonaba del todo lo que estaba por hacer, pero estaba dispuesta a seguir con el plan. Llevé mis dudosas manos hasta el inicio de su camisa negra para ir desabotonando botón por botón, al estar preparada para retirar, colé mis extremidades en sus hombros y la fui deslizando con sumo cuidado hacia atrás. Él no emitió ni una sola palabra, no se quejó en lo absoluto, lo que me dio la confianza para proseguir sin dudar más de mis actos. Por primera vez, en la vida sentí su suave piel sobre la mía y debo admitir que no había sensación más maravillosa que esa junto a sus torturadoras caricias por todo mi cuerpo. Sentía mis labios arder, ya los sentía hinchados de tanto devorar los de Joseph y de tanto morderlos cada vez que él se decidía por bajar hasta la loma de mis pechos y comenzar con una cadena de besos sensuales y placenteros. Estaba tan concentrada en besarlo y dar lo mejor de mí, que con suerte sabía que estaba en mi casa, en mi cuarto, en mi cama con… Joe, pero gracias al cielo, volví a pisar tierra firme cuando escuché la puerta cerrarse y enseguida el grito de mi hermana.

Mi polera se encontraba arrugada en el suelo, la tomé y volví a su lugar. Caminé con las piernas aún dormidas hasta la puerta y la abrí para que mi hermana no tuviera sospechas, después de todo, mis padres siempre me enseñaron a mantener la puerta abierta cada vez que un chico era mi acompañante. Corrí hacia la cama con dificultad y fingí estar riendo mientras mis ojos trataban de descifrar que era lo que sucedía en el programa. Daphne hizo su aparición. —Hola —Saludó apoyándose en el umbral de mi pieza y con las manos escondidas en los bolsillos. —Hola —Carcajeé llevando mi mirada hacia ella, luego hacia la televisión y nuevamente hacia ella. Noté que se preparaba a disparar alguna palabra, cuando Joseph salió del baño con una sonrisa de oreja a oreja y luciendo ordenado, nadie notaría lo recién sucedido. — ¡Oh! Hola Daph —Sonrío apareciendo sorprendido por la presencia de mi hermana y se acercó hasta ella para saludarla de beso en la mejilla. —Hola Jonas —Sonrió mirándome mientras le daba un fuerte abrazo. A pesar de los 21 años de mi hermana, siempre fue muy inmadura y se dedicaba la mayor parte del tiempo  atormentando mi feliz vida. — ¿Y qué tanto hacían? —Genial, ahora tendría que cargarla durante algunos minutos en la habitación, no se iría hasta lograr dejarme nerviosa. Respiré profundo y estabilicé mis emociones, aún no podía describir que era lo que había pasado hace un rato.

Canalicé un punto en todos mis sentidos en que me sentía en completa paz y no notaba en lo absoluto la presencia de Daphne, perfecto, al notar que no estaba interesada, ni tampoco me molestaban sus absurdas bromas, saldría frustrada de la habitación a lamentar por qué sus chistes de mal gusto ya no surtían efecto en mí. Escuché algo de quejas y luego silencio completo. Desvié mi vista hasta la puerta, Daphne había desaparecido, tal como lo predije. Miré a Joe quien no emitía ni una sola palabra y mantenía su vista ocupada en un punto muerto del colchón. — ¿Dijo algo importante mi hermana? Sabes que suelo ignorarla —Musité como si todo siguiese su curso normal, como si nada hubiese pasado. —Tengo que irme —Articuló sin sentido y se puso de pie— Lo siento, yo… tengo que estudiar —Caminó hasta su mochila, la cargó al hombro, se acercó hacia mí, besó mi frente y salió del lugar. Ni si quiera me había dejado decir adiós.

In Another LifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora