Destino 🔀

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Por qué cuando el destino quiere es caprichoso, y sin importar el lugar, la hora o día, siempre obtendrá lo que quiere de quién lo requiere.

Nadie era la excepción, ni el faltante. A todos les tocaba tarde o temprano, de una u otra manera, lograba su cometido como una dulce niña.

Porqué por bien o para mal.

El listón rojo es una historia de cientos de años, recordada como olvidada, creída y tomada en serio.

¿Cómo saber si es o no verdad? ¿Quienes son testigos o partícipes? Era algo que nadie sabría, pero que dentro de sus corazones algo latente les indicaba la respuesta.

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El joven Omega gruño con ira pero a la vez miedo, defendiendo a un gato de un grupo de maleantes que intentaban dañar al animal.

Los chicos mayores que él y uno Alfa y líder se vio atraído por este "espécimen" poco común.

–Que lindura de Omega, y tú aroma me está enloqueciendo ¿donde está tú dueño? –notando el ya leve olor de madera quemada en el cuerpo del otro —quisiera negociar con él.

Los otros reían, Betas desinteresados como su líder en algo de provecho para sus vidas, hijos de funcionarios de bueno status social, quienes podían salir sin preocupación del dinero que gastar de sus bolsillos.

El gato huyó en cuanto pudo del peligro, saltando de un bote a otro y cruzar la malla metálica que dividía un tramo del otro.

A sus costados dos largas paredes de diferentes edificios con la vista a la calle transitada por algunos vehículos y a su espalda la tuya de escape del gato.

—Parece que el gato le comió la lengua jefe –se burlo uno de sus secuaces. Todos aquellos rieron.

Astarot, el líder Alfa de aquellos vándalos de cabello blanco se acercaba acorralando más al Omega que no se doblegaba ante el aroma fuerte a café del otro.

Tomó con fuerza el mentón de Rin y obligó a verle —¿en serio te comió la lengua el gato? –obligándole a abrir su boca, pero Okumura le mordió ganándose una abofeteada que lo hizo retroceder.

Excitado por la manera de ser del Omega, Astarot más ansias tenía por tenerlo.

—Bastardos ¿creen que podrán contra mi? –zarzamoras, su olor se expandía, la sangre resbaló por su mentón al suelo —no por ser Omega soy débil.

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Y por más que su madre Alfa le buscara en esa semana hembras Omegas o Betas, Bon se negaba rotundamente a tener algo con ellas.

—Estar unido a alguien que no conoces ¡es lo más tonto que el hecho de que yo terminara casada con tu padre! –exclamó la mujer azotando la puerta.

Leves recuerdos de aquel momentos en la fiesta venían a su mente o sueños, un chico risueño con bella sonrisa, un aroma incomparable que lo mandaba a un paisaje de belleza y tranquilidad.

—Su lazo es todo lo que necesitas para encontrarlo –respondió Miwa al chico —un llamado de Alfa a Omega, su instinto clamara.

Y de algún modo, llegó a Tokio. Aquella ciudad con grandes, iluminados y coloridos letreros como sus edificios y su gente.

Más de un Omega macho o hembra le vieron con sumisión, mientras Alfas le amenazaban. No necesito de sus guardaespaldas, ya su apariencia y ropas hablan por sí solas de él.

—Ayuda...

Su cuerpo se tensó, listo para el ataque, sus pies anduvieron solos por las calles hasta dar en el lugar indicado y lanzarse sobre aquellos chicos que tenían sujetos a un joven de cabellera azul oscura.

Sangre botaba de aquí para allá, gruñidos, golpes y ataques eran acertados como esquivados, noqueó a dos de cinco, ahuyentó a uno y solo quedó el líder quien sonrío.

—Está perra si que tiene dueño que la cuida, pero ¿que te parece un negocio?

Un puñetazo le hizo retroceder y escupir sangre. Bon no estaba de buenas, y menos al ver cómo el Omega iba a ser violado por aquel bruto Alfa.

—Entonces, peleemos por esa zorra –uno duro golpe a la parte baja del cuello le volteó los ojos e hizo caer al suelo.

Rin había tomado un palo y golpeado a su abusador —ya te dije, que no soy un Omega cualquiera, y tampoco una perra. Soy Rin Okumura bastardo.

 Soy Rin Okumura bastardo

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