Climax

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Gruñó, el aroma de madera quemada llegó a su nariz, un agradable aroma para su Omega interno, quien quería lanzarse a los brazos del Alfa.

—¡¿Qué haces aquí?! –logró articular entre aquellas sensaciones que su cuerpo empezó a manifestar.

—Salvarte.

—¿Eh? No necesito de un Alfa, no soy un estúpido Omega necesitado de calor, amor y sexo.

—Lo sé.

Aquello dejo confundido a Rin. Este empapado en la pequeña tina donde el agua con hielo parecía ser caliente a su piel. Suguro se acerco poco a poco, intentando ser agradable al Omega, quien aceptó.

Se acomodo a un lado fuera de la tina —tan solo eres un chico aun que no termina sus estudios –dijo sin verle.

—¿Acaso vienes a sermonearme? –pareciera que la presencia de aquel hombre comenzó a hacer ciertos efectos positivos en el chico.

Negó —me es difícil comprender por qué me llamas tanto la atención, o más bien, lo que hay más allá de ti.

Rin no entendía a que quería llegar, suspiro y se relajo un poco —eres un anciano...

—¡Oye!

—Pero... Me gustas... Yo... Siento algo por ti que no quisiera sentir, aun así, ahí esta...

Un leve silencio para después continuar —tu aroma me gusta desde pequeño... ¡Quiero decir...! Cuando cumplo años mi hermano me lleva a acampar, el aroma del bosque, en especial cuando la madera se está quemando, me tranquiliza.

—Me gustan los batidos y helados de zarzamora, son dulces y ácidos a la vez, como tu... Eres un chico... Lindo y rebelde.

Ambos rieron, Rin sintió disminuir en gran escala sus dolores y males, Bon se relajo y vio extinto su ansiedad de asesinar a quienes le impedían ver al joven dueño de su corazón.

—Que tonto... Soy un adulto y me estoy comportando como un bastardo de escuela.

—Los bastardo de escuela son geniales.

—Claro, yo fui uno.

—¿Hace cuantos siglos? –río Rin, una risa traviesa, de niño inofensivo.

—¡Respeta a tus mayores!

—Claro, abuelo.

Risas y enojos claramente falsos, y, sin notarlo, sus manos jugaban con la ajena, uniendose y conociéndose.

—Quisiera vivir en un lugar donde no hubiese distinción.

Suguro miro a Rin, este tenía la mirada baja, triste tras aquel flequillo mojado que goteaba.

—Así tal vez... No sufrirían los Omega, los Alfas no tendrían tantos derechos injustos y los Betas no se sentirían ajenos.

—Tú... ¿Haz sufrido? –su sangre se calentó, quien quiera que le hubieses hecho daño, se encargaría de encontrarlo y darle una paliza de la cual ni en seis generaciones se repondria.

—No hay Omega que no sufra, Bon, no importa su estatus social... Siempre seremos menos preciados. Por ello, me prometí ser fuerte, no depe der de nadie.

.

Le fue completamente imposible retirar el pie sobre su pecho, por lo que sólo le quedó esperar el golpe final o sentencia por parte del Alfa más viejo.

—Ya te lo había dicho ¿no? ¿Crees que podrás contra mi?

—Le pido de la mejor manera que deje de interferir en la vida de mi hermano –sentenció Yukio con enfado.

—Okumura Yukio, sedo mis derechos a este joven, a cambio de algo...

.

Mephisto era conocido por tener una mente macabra como inteligente y bastante ágil como estratégica, nada se le saltaba u olvidaba.

Suguro ya se lo había dicho una vez, pero le contó de nuevo el sueño que había tenido con él joven, lo agradable que se sintió al salir con él, el dolor de verlo irse y cada segundo que pasaba sin aire al no tenerlo cerca.

Podía parecer acosador, un hombre pervertido por querer a un adolescente, el cual podría ser su hermano pero, no pensaba tan mal, por que habia de mal a mal.

—Yo... También soñé contigo... Desde que fui a París, no hubo noche que no pensara en ti –sus manos entrelazadas se unían más —de hecho... Pensaba en ti en mis celos ¿extreño no?

—¿Podría besarte? –aquello salió solo.

Su interior sintió como una explosión de alegría, queriendo mo tarse sobre aquel hombre y besarlo hasta quedar seco, pero, aún seguía aquella batalla entre su rebelde ser y su Omega.

—No haré nada más... Solo será un beso, después de ello, si quieres que me vaya y no vuelva, lo haré. Solo quiero que estés bien, y, seré sincero, quiero probar tus labios.

—No hay sabor diferente en los labios de las personas –con su mano libre jugaba con uno de los cubos de hielo en el agua —pero... Si.

Suguro se puso a su nivel, ninguno dejaba de soltar la mano ajena. Rin mordía sus labios nervioso, un beso, algo natural, como un saludo...

—Relajate –juntando las frentes de ambos —si no quieres, esta bien.

—¡Lo quiero!

Fue suficiente para que ambos por fin posaran sus labios sobre los ajenos, sencillo, sin malicia o segundas intensiones, solo, un beso.

Suguro se separo lento, notando a Rin sonrojado, con los ojos fuertemente cerrados, sonrió leve.

—Espero y, te recuperes pronto.

Poco a poco, sus dedos se fueron separando de los ajenos, los cuales no querían separarse aún de los contrarios.

—Rin... Tengo que irme...

—Solo, un rato más, ya me estoy sintiendo mejor –la mano de Rin intentaba con todas sus fuerzas retener a Ryuji.

—En verdad me tengo que ir.

—¡Te pagaré el tiempo que estés aquí! –fue su última opción —yo... No importa cuanto sea, lo pagaré, pero por favor...

—¿Qué cosas estas diciendo, Mephisto? ¡¿Crees que mi hermano es un objeto?!

—Nada de eso, lo quiero para mi, de hecho, no dudaría en hacerlo mio –hablo serio aquel hombre acabando con lo poco de cordura que le quedaba a Ryuji —el joven Suguro tiene más oportunidad que la que yo podria tener. Solo quiero que haga algo por mi.

—¿Qué es? –cuestionó Yukio irritado.

—Que lo ayude consigo mismo.

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