Capítulo 4: Rumores.

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Debido a todas las emociones que Temo había estado viviendo últimamente, era comprensible que su estado de ánimo no fuera el mejor en esos momentos, no se sentía con ganas de nada, cualquiera que lo viera podía notar lo decaído y cabizbajo que se encontraba, pues además de que Temo no hacía nada para ocultar su tristeza, era muy notorio el cambio que había en su mirada y en su actitud, que usualmente solía ser alegre, cálida y amable.

También es comprensible que debido a lo anterior, cuándo Temo llegó a su escuela muy temprano traído por su padre y acompañado por sus dos hermanos menores como de costumbre, no se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, o al menos, no de inmediato. Lo primero que sucedió fue que Temo comenzó a caminar por los pasillos, inmerso en sus pensamientos, con la intención de apresurarse para llegar a tiempo al aula en la que tendría su primer clase del día, todo bastante tranquilo y normal, si dejamos de lado la situación con Aristóteles.

Sin embargo, las cosas no estaban bien ese día, algo era diferente y Temo había empezado a notarlo. Con cada paso que daba podía sentir que algo había cambiado, aún no estaba seguro de qué era, pero definitivamente ese no sería un buen día para él. Lo que ni Temo ni nadie podrían haber imaginado era hasta que punto cambiarían las cosas o de la forma tan rápida y tan drástica en que lo harían.

Hasta este momento, Temo y Aristóteles pensaban que su amistad, más allá de cualquier sentimiento romántico, siempre sería fuerte y encontraría la forma de prevalecer, pues ninguno de los dos había tenido antes algo cómo lo que habían encontrado en el otro; un confidente. Alguien que te conoce de formas en las que a veces ni tú mismo eres conciente, que te escucha y que te aprecia, que te hace entender la vida de una forma más amplia, disfrutar cada momento y que te impulsa a ser mejor persona. Esas, son el tipo de amistades que suelen marcar a las personas y que no son fáciles de olvidar.

Temo sabía que sus sentimientos por Aristóteles eran algo que sí debía sacarse de la mente y del corazón a cómo diera lugar, puesto que no eran correspondidos. Pero nunca, nunca se olvidaría de su amistad con Aristóteles. Eso sí era algo que no estaba dispuesto a permitir, él quería enmendar las cosas, asegurarle a Aristóteles que dejaría sus sentimientos en el pasado y que ellos podrían continuar con la amistad que tenían antes, ya que la suya era una amistad por la que valía la pena luchar.

Y es precisamente por esto, por el hecho de que Temo no quería alejarse de Ari, a pesar de sus sentimientos, lo que hace está situación tan desafortunada, ya que lo único que logró fue terminar de arruinar la amistad de dos chicos que solían ser inseperables, que confiaban el uno en el otro y que sin importar la situación, podían estar seguros de que siempre estarían ahí para apoyarse, de forma incondicional.

Inmerso en sus propios pensamientos, Temo continuaba su camino, cada vez más incómodo, empezando a notar las miradas que las personas le dirigían, los señalamientos, las murmuraciones, las burlas, las risas y todos los comentarios poco discretos que las personas hacían al verlo. Se preguntó si tal vez estaba malinterpretando lo que sucedía, quizá estaba siendo demasiado paranoico o demasiado egocéntrico al creer que todo ese alboroto era debido a él, pero sencillamente no podía sacarse de la mente que así era, pues al final, no sería la primera vez que sus compañeros lo utilizaban cómo el centro de burlas y humillaciones, aunque también es verdad que no sería la primera vez que Temo mainterpreta a las personas o que se equivoca por sacar conclusiones apresuradas.

Lamentablemente, está vez, Temo no se estaba equivocando y justo cuándo estaba por entrar a su salón, alcanzó a escuchar un pequeña parte de la conversación entre dos chicas que eran un año menor que él.

-Él es el que se estaba besando con Aristóteles ayer ¿no?
-Sí, ya te dije que sí es él... pero shh... cállate, te va a escuchar.
-Ay no, que triste que Aristóteles sea gay.
-Ya sé amiga, qué desperdicio.

Con miedo a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora