Capítulo 10: Oposición.

2K 137 25
                                    

Los siguientes dos días fueron trascendentales en la vida de Aristóteles y Polita Córcega. Ninguno de los dos pudieron haber imaginado la gran cantidad de cambios que sus vidas atravesarían en tan sólo dos días. Si bien, podían imaginarse lo difícil que sería para la familia Córcega aceptar y defender a Aristóteles tanto cómo Polita lo hacía, nunca se está realmente preparado para enfrentarse a la familia y mostrarte por quién realmente eres, exponiéndote y esperando ser aceptado y amado de forma incondicional, simplemente son cosas que debes hacer en nombre de tú libertad y de tú felicidad.

En términos de descubrimiento y aceptación, aquellos días habían sido bastante productivos para Aristóteles. Al grado que ahora le parecía irreal e incluso hasta cómico todo el tiempo que le había costado darse cuenta de sus sentimientos por Temo. Simplemente le daban ganas de abofetearse sólo de pensar en ello. ¿Cómo pudo haber estado tan ciego? Sólo era cuestión de cerrar los ojos unos instantes y recordar sus momentos con aquel chico de linda sonrisa, cualquier instante que pudiera recordar, le decía a gritos exactamente lo mismo; ¡que en todos esos momentos había estado enamorado de Temo!

Claro que Aristóteles, a pesar de que se sentía frustrado de que le hubiera costado tanto saber quién era en realidad y a pesar de que le dolía saber todo el sufrimiento que le había causado a Temo por su constante rechazó, podía entender y atribuir su confusión a lo reprimido que se sentía por su padre y a lo difícil que era aceptar sentimientos completamente nuevos. Aunque eso no quitaba todo el tiempo que había pasado y que Aristóteles consideraba cómo tiempo "perdido" o "desperdiciado" por qué lo había pasado lejos de su mejor amigo. Pero más importante que eso, lo había pasado lejos del amor de su vida y de su futuro novio. O al menos, del que Aristóteles deseaba que fuera su futuro novio, ya que nada le agradaba más ni lo alegraba tanto cómo pensar en la idea de convertirse en el novio de Cuauhtémoc López.

Ay... Temo ¿Qué fue lo que me hiciste? ¿En qué momento me enamoré tanto de ti? -Se preguntaba Aristóteles.

Que pensando en él, también podía pensar en lo mucho que lo extrañaba y en todas las cosas que tenía por decirle, de todos los cambios que su vida había tenido, y por supuesto, de lo que había descubierto en cuánto a sus sentimientos por él. Lo carcomían las ganas de verlo, de sentirlo y de volver a escuchar su bella voz o su dulce risa, sentía que a penas y podía contenerse de salir corriendo hasta su departamento para hablarle.

Si no lo había hecho hasta ahora o si esos dos días también los había pasado alejado de Temo, era por qué si quería iniciar algo se verdad con él, primero debía de ser y de sentirse completamente libre. Y para ello, primero necesitaba que su familia fuera consciente de lo que era y de lo que sentía.

En un mundo ideal, ni si quiera debería de ser necesario tomar la orientación sexual de alguien cómo algo que debía de ser "aclarado" o "confesado", pero cómo su familia no era la más inclusiva y abierta de todas, Aristóteles debía estar ahí para platicar con ellos y hacerles entender que no había nada malo con sus preferencias. Si no lo hacían, entonces no había nada que Aristóteles pudiera hacer, pero al menos, debía de hacerles saber de su amor por Temo, para así poder dejar de fingir ante ellos o de esconderse, y que supieran que de ahora en adelante Temo sería parte de su vida cómo algo más que un amigo.

Era necesario que su familia lo supiera, por qué después de todo, no estaba entre los planes de Aristóteles separarse de ellos, así que todos debían de estar conscientes de los planes que tenía, para que no sintiera que debía fingir algo estando frente a ellos.

Pues Aristóteles no planeaba cambiar sus planes con tal de hacer a su familia feliz. Y aunque no deseaba ser una más en la lista de razones que separaban a su familia o la distanciaban y aunque le habría encantado contar con todo su apoyo, seguiría adelante con o sin él. Aristóteles no pasaría más tiempo tratando de complacerlos. Había llegado el momento de ser él mismo, quererse y ser feliz y lo único que realmente necesitaba para ser feliz era a su madre, a su hermano y a su Temo.

Con miedo a quererteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora